Errantes, de pueblo en pueblo, iban los ciegos de entonces. Traían coplas y versos que desplegaban ante un público necesitado de historias truculentas; una manera muy saludable de dejar salir el terror que anida en el inconsciente colectivo.
Crímenes pasionales, descuartizamientos y delitos de sangre eran contados siguiendo la métrica del romance. Con la expansión de la imprenta se perdió la tradición y las historias de aquellos primeros pliegos de cordel se hicieron más prosaicas y quedaron convertidas en páginas de sucesos, pero mantuvieron su esencia en las canciones gitanas de la década de los setenta, cuando una generación crecida en los márgenes de las ciudades empezó a contar sus duquelas a ritmo de rumba eléctrica. Canciones como La historia de Juan Castillo, interpretada por Los Chichos, dan buena cuenta de esto.
Hace unos días se presentó en Madrid un disco que recopila los temas más significativos de un palo tan canalla como es la rumba urbana. Lleva por título Gipsy Power y viene de la mano de David 'El Indio', el batera de los Vetusta Morla, que ha sido el encargado de dirigirlo para Sony Music. Se trata de la recopilación definitiva de un género que ha ido ampliando su público en los últimos años gracias al renacer del llamado cine quinqui.
Como no podía ser menos, a Los Chichos le siguen Las Grecas, Los Chorbos, Lole y Manuel, Amina, El Luis y todos aquellos grupos y solistas que forman parte de la rumba del extrarradio, de cuando los coches chocones y la cajetilla de Winston en la manga de la camiseta. El disco se cierra con la canción de amor más bella escrita para el cine quinqui: Me quedo contigo, la balada gitana de Los Chunguitos y tema central de la película Deprisa Deprisa de Carlos Saura.
El librillo que viene incluido en el disco ha corrido a cargo de José Manuel Gómez Gufi y es un mapa muy preciso que sirve para ubicarse en cada tema. La foto que ilustra la portada es del archivo de Jacques Léonard –el payo Chac-, fotógrafo francés que se unió a los gitanos de Somorrostro, casándose con Rosario Amaya y convirtiéndose en uno más de aquel barrio de barracas. El archivo del payo Chac es considerable. Recoge las instantáneas de una forma de vida que viene a ser una lectura de amor y libertad. Poco o nada se ha difundido la obra de este fotógrafo, pero en sus retratos podemos encontrar la influencia de Ansel Adams y de Cartier-Bresson.
Ahora volvamos a los pliegos de cordel, a las historias de sangre y navaja, a los achares y a las duquelas, a la rumba canalla que mestizó los ritmos de la negritud con los de la gitanería para hacerse barro y uralita, descampado y fogata donde, durante los inviernos, se arrimaban los niños descalzos de aquellos tiempos en los que se plantaban chabolas a la noche igual que flores de luna. Cada canción tiene una historia, cada voz cuenta una crónica, un suceso o una patraña que se exagera hasta convertir la pérdida en éxito.
Muchos nombres de los que aparecen en este recopilatorio conocieron la gloria, la montaña rusa que sube y baja alrededor de las luces de feria del showbiz ibérico, cutre y grosero como corresponde a un sistema que fabrica estrellas de purpurina para luego pisotearlas, convirtiendo al artista en un ser de paso, en un perdedor sufriente capaz de echar raíces en lo más profundo del fango.