Era la mujer más famosa del mundo: elegante, moderna, con una belleza andrógina, temeraria conseguidora de récords en una era de héroes de la aviación y muy atenta a su proyección mediática. Partiendo de la nada consiguió convertirse en una celebridad internacional y en una marca de alcance global. Se desvaneció hace 80 años y todavía se la está buscando. Y encontrando, la última vez en una foto hallada en lo profundo de unos archivos secretos. Amelia Earhart era en 1937 la 'novia de América', quizá del mundo, y tras su misteriosa desaparición se convirtió en leyenda y en claro antecedente de la actual Era de la Fama.
se construyó a sí misma como aviadora y como una de las más rutilantes estrellas del panorama mediático de los años 30. Nacida en una familia de clase media en Atchinson, Kansas, 'Meely' Earhart fue una niña aventurera que junto a su hermana pequeña (apodada 'Pidge') y ataviada con pololos jugaba a trepar árboles o a cazar ratas con escopeta animada por su poco convencional madre. Su padre acabó perdiendo el empleo debido a su alcoholismo con lo que la fortuna de la familia declinó.
En 1917 visitó a su hermana, enfermera en Toronto, Canadá, y decidió ayudar a los soldados heridos de la Primera Guerra Mundial para lo cual realizó un curso de auxiliar de enfermería. Fue allí donde tuvo su primer contacto con la aviación al visitar con una amiga una exhibición, aunque su primero vuelo no llegó hasta 1920 en Long Beach, California, donde su familia se había reunido de nuevo, cuando su padre le pagó un bautismo del aire: 10 minutos de vuelo por 10 dólares. “Cuando estuve a 60 o 90 metros del suelo supe que tenía que volar”, diría.
Para obtener los 1.000 dólares que costaba la licencia de piloto trabajó de taquimecanógrafa, conduciendo camiones y como fotógrafa. Su profesora fue Anita 'Neta' Snook, una pionera de la aviación femenina. En mayo de 1923 Amelia Earhart fue la mujer número 16 en obtener la licencia internacional de piloto de la FAI.
Para entonces ya tenía un récord a su nombre, el de altura para mujeres piloto con 4.300 m, obtenido con el avión de segunda mano que se había comprado con la herencia de su abuela: un biplano Kinner Aister amarillo bautizado como 'The Canary' (el canario).
Pero su carrera de aviadora quedó en suspenso: tras el divorcio de sus padres y la desaparición de la herencia familiar tuvo que vender The Canary y mudarse a Medford, cerca de Boston.
En Medford participó en actividades relacionadas con la aviación actuando como representante de la empresa de aeroplanos Kinner, escribiendo columnas en la prensa y trabajando en el desarrollo de aeropuertos locales. Su gran oportunidad surgió en abril de 1928 cuando le propusieron ser la primera mujer en cruzar el Atlántico en avión.
'La primera mujer' en cruzar el Atlántico
La hazaña de Charles Lindbergh en 1927 electrizó al país y al mundo y lo transformó en una celebridad internacional. Decenas de equipos querían llevar a cabo proezas aeronáuticas y ser 'la primera mujer' sonaba bien.
Pero era poco más que un truco publicitario: en realidad Amelia era casi una pasajera en un avión Fokker F.VIIb pilotado por dos hombres. Tras el vuelo confesó que ella no había pilotado: “Yo era equipaje, como un saco de patatas”. Aunque añadió: “quizá algún día lo intente yo sola”.
El vuelo trasatlántico resultó ser clave: no sólo el trío recibió una recepción heroica con desfile y visita al presidente, sino que en su preparación conoció al publicista George Putnam que después sería su marido.
A partir de aquel momento Earhart se transformó en una celebridad en los EEUU: algunos periódicos empezaron a llamarla 'La Reina del Aire'. Aprovechando el momento la aviadora comenzó una exhaustiva gira de conferencias por todo el país mientras Putnam (aún su empleado) se encargaba de la promoción y de firmar patrocinios con marcas comerciales.
Su experiencia periodística se concretó en un puesto de editora asociada en la revista Cosmopolitan y también participó en la promoción e incluso creación de aerolíneas. También impulsó la fundación del club de aviadoras The Ninety-Nines y fue su primera presidenta, y actuó como defensora de las mujeres piloto en la esfera pública.
Una carrera de récord
Para sacarse la espina de su primer vuelo trasatlántico se dedicó a conseguir récords de aviación, siendo en 1928 la primera mujer en cruzar en solitario los EEUU de este a oeste y vuelta. También participó en carreras de aviones, publicó libros de memorias y fue instrumental en el desarrollo de categorías especificas para mujeres en los libros de récords de aviación.
En 1931 batió el récord de altura con 5.613 m en un autogiro Pitcairn. En 1932 finalmente hizo el cruce del Atlántico en solitario en un Lockheed Vega 5B con el que voló durante 14 horas y 56 minutos desde Terranova hasta Culmore, en Irlanda del Norte. Fue la primera mujer en conseguirlo y por ello recibió todo tipo de condecoraciones y premios nacionales e internacionales.
Más tarde añadió el primer vuelo de Honolulu, Hawaii, a Oakland, California, así como Los Ángeles-Ciudad de México y después Ciudad de México-Nueva York; en la gran manzana las multitudes que la esperaban en el aeródromo eran de tales proporciones que temió un accidente en el aterrizaje. El siguiente reto sería la circunnavegación del globo por el Ecuador.
Para entonces ya estaba casada con George Putnam, que manejaba su imagen pública con habilidad y discreción recomendándola por ejemplo tomar siempre los mandos en los despegues y aterrizajes aunque volara con otros pilotos. Earhart proyectaba una imagen de mujer moderna y adelantada a su época: su ropa (a menudo vestía pantalones), su peinado y su estilo eran poco convencionales y también su vida personal.
Como condición para su matrimonio puso el seguir usando su nombre de soltera y hasta se burló de los periódicos que (por sus libros de estilo) se empeñaban en llamarla 'Señora Putnam' diciendo que él era el 'Señor Earhart'. El día de la boda pasó una nota a su inminente marido avisándole de que no quería de él que guardara “la medieval costumbre de la fidelidad”, ni la esperara de ella. Para mediados de loa años 30 la pareja, que por entonces residía cerca de Hollywood, formaba parte de los famosos con más glamour de la época.
Alrededor del Ecuador
En marzo de 1937 inició por fin su vuelo alrededor del mundo por el Ecuador en sentido este-oeste desde California en un Lockheed Electra 10E modificado con tanques de combustible extra y con dos copilotos varones. Pero el vuelo quedó abortado tras un accidente en el despegue desde Honolulu, Hawaii, la primera etapa del recorrido; el avión quedó dañado y hubo de ser transportado a California en barco para su reparación.
Cuando el avión estuvo listo, volaron hasta Miami. Allí convocaron a la prensa y anunciaron que esta vez el intento sería en dirección oeste-este y que de hecho ya había comenzado.
El 1 de junio de 1937 Earhart y su copiloto, el navegante Fred Noonan, partieron de Miami hacia San Juan de Puerto Rico. El objetivo, tras numerosas etapas, era regresar por el Pacífico a California tras cruzar África, pasar por el norte del subcontinente indio para después bajar a Tailandia, Singapur e Indonesia, cruzar a Darwin en el norte de Australia y desde allí a Papúa Nueva Guinea.
Los vuelos transcurrieron sin incidentes hasta su llegada el 29 de junio a Lae, en Papúa Nueva Guinea. Desde allí la ruta les llevaba a la isla Howland, un diminuto atolón bajo bandera estadounidense al oeste de las islas Gilbert y al norte del archipiélago de las Fénix, en una zona del Pacífico Occidental con apenas un puñado disperso de islas.
El 2 de julio de 1937 partieron de Lae hacia Howland con combustible para unas 24 horas de vuelo, suficiente para cubrir la distancia (de unos 4.100 km) con reserva para regresar hacia Kiribati, en su línea de vuelo, en caso de no encontrar su destino. Cerca de Howland tan solo están las islas Baker, casi 70 km al Sur, y Nikumaroro (Gardner) a 650 km al Sureste. El vuelo Lae-Howland era la etapa más complicada de la ruta. Tras ella ir a Honolulu y de vuelta a California eran en comparación pan comido. Estaban acabando el viaje; el triunfo estaba a la vista.
En Howland les esperaba el cúter de los guardacostas EEUU Itasca para actuar como ayuda a la navegación. En la época apenas había aeródromos en la zona y ningún sistema de radioguía; se navegaba a ojo estimando la posición sobre el mapa con ayuda del sol y las estrellas. Fred Noonan era un experto en navegación celestial con amplia experiencia comercial; durante las etapas anteriores no habían tenido ningún problema.
El Electra estaba equipado con un sistema primitivo de radionavegación pero ni Earhart ni Noonan sabían manejarlo muy bien, y además sus equipos no eran compatibles con los del Itasca, aunque sí con los del aeródromo de Howland. De todas formas las comunicaciones con la embarcación fueron demasiado breves para establecer una orientación.
Cielo cubierto y un error en el mapa
Se recibieron algunos mensajes con la voz de Earhart hablando de cielo cubierto y nuboso; ya era de noche y la identificación visual de cualquier posición imposible. El Itasca escuchó a la piloto afirmar que estaban “a 200 millas” y poco después “a 100 millas”. También hubo una petición de triangulación de su posición, pero el barco de los guardacostas no estaba equipado para darla y Howland no consiguió captar la señal a tiempo. Cuando Earhart y Noonan creían haber llegado a su destino no vieron nada. Ellos no lo sabían pero su mapa contenía un error: la isla estaba 5 millas más allá. La última transmisión inteligible fue de Earhart diciendo que tenían “media hora de combustible”.
Se ha sugerido que ese mensaje indica que tenía media hora de combustible hasta el punto de retorno (a Kiribati), es decir, cuatro horas y media de vuelo todavía, lo cual hubiese tentado a la tripulación a buscar Howland, sobre todo confiados en que estaban muy cerca. En cualquier caso nunca se volvió a saber de ellos ni de su aparato; excepto ciertos confusos y mal documentados contactos por radio, el Electra desapareció para siempre.
La operación de búsqueda fue masiva: la marina de los EEUU destacó una flota alrededor del portaaviones Lexington,y revisó todas las islas de una amplia zona sin descubrir ningún rastro, ninguna pista, ni un solo resto del aparato.
La desaparición de la famosa aviadora causó consternación en el país e inmediatamente surgieron todo tipo de historias como que Fred Noonan había tenido problemas con el alcohol o que el vuelo era una tapadera para una misión de espionaje sobre las Islas Marshall, casi 2.000 km al norte de las Gilbert, entonces bajo dominio japonés.
Los japoneses no permitieron entrar a la flota estadounidense en sus aguas, aunque aseguraron haber realizado una exhaustiva búsqueda sin resultados. Años más tarde la Segunda Guerra Mundial borró de la actualidad del misterioso destino de Amelia Earhart.
Pero en los años 60 aficionados e investigadores seguían buscando, y encontraron algunas supuestas pistas. En las islas Marshall había nativos que aseguraban haber visto a una mujer blanca acompañada de un hombre en manos del ejército japonés, que los habrían trasladado a Saipán, en las Marianas, capital del dominio nipón; lo recordaban de casi 30 años antes. Según esta teoría el avión había acabado en el atolón Mili, en las Marshalls.
Las leyendas en torno a su desaparición
Otras leyendas hablan de una pareja de náufragos blancos vivos durante algún tiempo en atolones perdidos de la zona. Las historias no cuadraban: el aterrizaje en Mili implicaría bien una misión de espionaje (absurdo, al ser un vuelo nocturno) bien un difícil retorno con un colosal error de navegación. La existencia de náufragos se sustenta en historias de pescadores y en la descripción forense de unos huesos encontrados en 1940 en Nikumaroro (isla Gardner) y perdidos después; la zona fue extensamente explorada por la flota de rescate. En suma, no hay pruebas de nada.
Ahora el Canal Historia anuncia a bombo y platillo una nueva prueba: una fotografía encontrada en archivos secretos estadounidenses recientemente desclasificados que su descubridor interpreta muestra a Amelia Earhart y Fred Noonan en un muelle del atolón de Jaluit, en las Marshalls; enfrente está el carguero militar japonés Koshu Maru que parece remolcar una barcaza en la que hay un objeto que podrían ser los restos del Electra.
La imagen no está datada y a pesar del entusiasmo de los expertos fisonomistas las caras son casi imposibles de reconocer, como el objeto en la barcaza; la publicación ha tenido por objeto promocionar la emisión del programa, y el experto ya ha realizado afirmaciones semejantes basadas en evidencias no concluyentes (un par de trozos de metal hallados en Mili). Japón, entonces a punto de invadir China, no tenía ninguna razón para hacer desaparecer a una estrella mundial; al contrario, hubiese sido de gran prestigio salvar a la gran aviadora estadounidense.
Además el aparato llevaba un tesoro filatélico que hubiese valido una fortuna de salir a la luz y que jamás ha aparecido. Los partidarios de la otra teoría, por supuesto, disienten. Todo apunta a otra leyenda más, en feroz disputa con las demás para un grupo de obsesivos buscadores.
Lo más probable es que un error de navegación les convenciera de estar muy cerca de su objetivo y que decidieran buscarlo hasta acabar quedándose sin combustible y cayendo al Pacífico en una zona donde los restos no es probable que aparezcan jamás.
Por más que queramos que nuestros héroes y heroínas tengan muertes gloriosas y llenas de emoción a veces un simple accidente, o descuido, o fatal confusión acaban con quienes parecen sobrehumanos. La estrella de la aviación desapareció en circunstancias misteriosas, en la cúspide de su fama, siendo temeraria y hermosa y sin dejar certezas: el nacimiento de leyendas es inevitable. Porque ella misma, al fin y al cabo, era leyenda.