La guerra se ha apoderado de todo en los últimos días. Las noticias, las conversaciones… hasta las redes sociales. La preocupación por la invasión rusa ha monopolizado el debate y ha hecho que todo el mundo mire, puede que por primera vez en su vida, hacia Ucrania. El azar ha hecho que coincida en el tiempo el inicio de un nuevo conflicto en Europa con el estreno de Hive (Colmena), una emotiva película que muestra las heridas de la Guerra de Kosovo. Especialmente en las mujeres. Una red de mujeres que vivieron años sin saber si sus hijos y maridos habían muerto en el frente. Sin saber qué fue de ellos, tuvieron que seguir adelante, y encima lo tuvieron que hacer en una sociedad patriarcal y machista que las había arrinconado en la cocina y los trabajos domésticos. Juntas empezaron una pequeña revolución que llegó desde los gestos más pequeños, como aprender a conducir, algo que estaba mal visto para las mujeres.
Una ópera prima de la directora Blerta Basholli, nacida en Kosovo, que vivió en primera persona aquella guerra y que sabe perfectamente lo que se siente. La sensación incómoda de pensar que quien encuentra el cadáver de su marido o de su hijo es una persona afortunada porque “ya no se asustará cuando llamen a la puerta”, como dicen en un momento sobrecogedor de la película. Una implicación que hizo que fuera complicado “no caer en el melodrama”. “Tenía 16 años cuando pasó la Guerra de Kosovo, así que me toca muy de cerca, por eso era fácil caer en el dramatismo, porque lo hemos vivido en primera persona y todavía estamos curándonos las heridas de aquel momento. No hablamos lo suficiente sobre aquello, y todo lo que sea hacerlo, es bueno. En los ensayos acabábamos llorando, pero tenía que tener cuidado como directora, porque para mí es fácil conectar con la protagonista, pero quería que todos lo hicieran”, cuenta la directora.
Hive (Colmena) parte de una historia real, la de Fahrije, que tras la guerra de Kosovo saltó a los medios nacionales al contar cómo se tuvo que enfrentar a todos los hombres de su localidad para empezar su negocio. Aprendió a conducir y participó en un colectivo de mujeres que ayudaron económica y logísticamente a todas las que estaban sufriendo las consecuencias de la guerra. La directora recuerda que vio en la televisión una entrevista con ella. Le impresionó al contar los obstáculos que los hombres le habían puesto, ya que ella es de Pristina, una de las ciudades más modernas del país.
“Para mí era sorprendente, porque vivimos durante mucho tiempo completamente aislados, durante el régimen de Milosevic, y el recuerdo que se me quedó era el de la solidaridad del pueblo, ayudándose entre sí, y fue sorprendente conocer ese otro lado. En ese momento estaba estudiando en Nueva York y volví corriendo para conocerla. Me impresionó todavía más y tuve claro que quería contar su historia”, explica Blerta Basholli. Conocerla le hizo pensar en sí misma, en su madre y en su abuela, que también tuvieron que enfrentarse a los prejuicios sobre qué puede o no puede hacer una mujer: “Yo siempre he tenido referentes de mujeres fuertes, pero todavía tenemos una sociedad patriarcal, e incluso a mujeres como yo, nos hacen pensar en que algún día tendremos que ser madres, casarnos y estar en casa. Nadie me juzga por trabajar, pero he crecido en un sitio donde te percibes a ti misma según unos principios que deberían ser iguales para todos los demás”.
Fahrije cogió un coche para sacar adelante a su familia y para demostrar a un mundo machista que podía hacer lo que le diera la gana. Por el camino la llamaron ‘puta’, rompieron los cristales de su vehículo, la acosaron… pero nadie la paró. Para la directora, su ejemplo demuestra que “todo empieza con nosotros”. “Muchas veces queremos que todos los cambios pasen porque el presidente haga algo, o porque otro país nos ayude, pero a veces hay que coger el volante y conducir. Ella lo hizo literalmente y metafóricamente. Lo hizo por ella, por sus hijos, y también por todas las mujeres, y fue una forma de liberación. Lo hace porque no estaba haciendo nada malo y lo siguió haciendo durante su vida diaria aunque la juzgaran constantemente”.
La película llegará a las salas españolas mientras Rusia sigue bombardeando Ucrania, y la directora se muestra conmocionada. “Nunca pensé que pudiera pasar esto de nuevo”, dice subrayando que solo han pasado 23 años desde la Guerra de Kosovo. “No me lo creo, es muy triste. Nunca te curas del todo de lo pasa en una guerra. Tiene consecuencias, y nadie se beneficia de ello. Excepto quizás el político que ha empezado todo y sus élites amigas, para el resto todo son consecuencias. No creo que la gente en Rusia apoye esto, y es muy triste que esto pase. Para nosotros es muy triste y trae muchos recuerdos de lo que tuvimos que pasar”, zanja y confía en que filmes como el suyo sirvan para algo.
El cine ha ayudado a que en Kosovo se hable de las consecuencias de la guerra en los ciudadanos, y después de hacer Hive y ver la respuesta de espectadores de todo el mundo, Blerta Basholli cree más que nunca en el poder de contar historias: “Es importante que hablemos de patriarcado, de desigualdad en cualquier sentido. Hablar de la guerra, de sus consecuencias… Hacerlo para nosotros, para curar heridas, pero también a nivel global, para que la historia no se repita. No queremos crear más odio, ya hemos odiado suficiente. No queremos que la gente odie como ya lo hicimos nosotros cuando fuimos ocupados y durante la guerra. El cine sirve para hablar de esto”.