“Me gastaría 170 euros en musicales y teatros, 60 en mangas y 170 en conciertos”, asegura Eva Agenjo (17 años), de Madrid, soñando ya con el bono cultural de 400 euros que ha anunciado el Gobierno para el año en el que cada joven español cumpla la mayoría de edad. Y tanto los teatros como la industria musical agradecerían su elección: las artes escénicas han sido las más castigadas por la pandemia. La facturación teatral, según la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza, cayó entre un 50% y un 70% en 2020; y la música en directo, en ese mismo periodo, perdió un 63% de sus ingresos, según cifras de la Asociación de Promotores Musicales. Además, ambos son parte de la cultura de producción nacional, que el Gobierno pretende ayudar a reactivar con esta medida.
Los manga son harina de otro costal. Aunque el sector de cómic, como toda la industria editorial, sufrió las consecuencias del parón económico y cultural provocado por la pandemia, los títulos japoneses hicieron alzar la ceja hace unos meses a la Administración Macron, que en mayo instauró en Francia un sistema similar al bono español: el pasaporte cultural, que permite a los jóvenes disponer de 300 euros para gastar en cultura. El 75% de aquellos fondos se gastaron en librerías… y de ese 75%, dos terceras partes se invirtieron en cómics manga, algo que seguramente no estaba en la mente del Ministerio de Cultura francés cuando puso en marcha la medida. La cifra, sin embargo, tiene un valor relativo: se dio en un momento en que la cultura presencial aún estaba muy limitada por cuestiones de aforo y certificados de vacunación.
Además, Eva no es la única en querer invertir en viñetas: “Casi todo me lo gastaría en cómics, unos 300 euros, un poco de todo pero mucho manga”, confiesa Pablo García (18 años), de Cádiz. “Además, destinaría 70 euros a vinilos y 30 a videojuegos. Creo que es una buena medida porque muchos jóvenes que no tienen dinero para cultura la piratean”, confiesa. En efecto, así como las plataformas de streaming redujeron drásticamente el pirateo (pasó del 18,3% al 5,1% en cuatro años, según el Ministerio de Cultura), convertir otros bienes culturales en accesibles podría fomentar su compra y uso legales. Resulta curioso, por tanto, que, al menos en principio, las plataformas (de música o audiovisuales) no estén incluidas en el bono cultural. Ambas son las opciones de ocio preferidas por los jóvenes, según el Informe de la Juventud en España del Instituto de la Juventud para 2020: el 98% escucha música y el 93% ve series o películas en plataformas.
Revertir en España o desviar a una industria internacional
Jaime Díaz (18 años), de Madrid, tiene un enfoque más tecnológico: “Me gastaría alrededor de 100 euros en videojuegos, soy un gran fan de la saga Pokémon; y otros 100 en ir al cine. El resto lo gastaría en visitas culturales, a museos o a ver monumentos en otros lugares”. Los videojuegos son otro punto sensible de la medida, tanto por su consideración cultural (y el agravio comparativo, por lo tanto, con otras actividades o productos que no se han considerado cultura) como por el hecho de que este sector, lejos de desplomarse, se ha expandido durante los años de pandemia. Mientras el sector cultural perdía 42.100 trabajadores y el 29% de sus ingresos en 2020, según el Observatorio de la Cultura, el de los videojuegos facturaba un 18% más que el ejercicio anterior, y llegaba hasta los 16 millones de usuario en nuestro país, según la Asociación Española de Videojuegos (AEVI). ¿Cuánto gastará en videojuegos un tramo de edad con un 60% de gamers? ¿Y cuánto de esa inversión llegará a las industrias nacionales, en un sector en que dominan los títulos extranjeros? Existe una preocupación similar respecto a la posibilidad de que los jóvenes usen su bono para comprar en grandes distribuidoras como Amazon, en lugar de usarlo en tiendas de discos o librerías.
Miguel G.Z., (17 años), de Antequera, opta por una solución salomónica: “Videojuegos, cine, conciertos y cómics, 100 euros para cada cosa. Y espero que con esta medida la gente tenga menos miedo y más ganas de ir a eventos culturales”. Ángela Gómez (18 años), de Madrid, acompaña su elección con una reflexión: “Usaría 150 euros en libros y periódicos; 150 en cines, museos, teatros y me reservaría 100 para libros de texto; la medida es necesaria, ya que los jóvenes nos cohibimos a la hora de descubrir cosas nuevas por la falta de dinero y agradeceríamos la ayuda”. En torno a ese agradecimiento, de hecho, orbita una de las principales polémicas del bono cultural: su supuesta intención electoralista. En 2004, nacieron en España 454.591 personas, que el año que viene pasarán de niños a votantes. Y no podemos olvidar que, en las últimas elecciones generales, el 10 de noviembre de 2019, los jóvenes empezaron a dar la espalda a los grandes partidos, algo que sin duda preocupa al PSOE: el 19% de los menores de 28 años, según la empresa GAD3, pensaba votar a Vox y el 18%, a Unidas Podemos. El bono cultural, junto con otras medidas como la ayuda al alquiler juvenil también incluida en estos Presupuestos, podría ser una maniobra para recuperar ese voto joven a la fuga.