Un premio Cervantes, una novela secuestrada en la aduana de Nicaragua y la sombra del exilio acechando de nuevo a Sergio Ramírez. El escritor de 79 años se encuentra estos días atrincherado en Madrid mientras que su último libro no consigue entrar a su país de origen. Ambos se han quedado fuera de las fronteras nicaragüenses por mandato del Gobierno de Daniel Ortega, el presidente que ha emprendido una oleada de detenciones contra las voces críticas y supuestos opositores del país. Entre ellos, Ramírez, al que la Fiscalía acusa de “conspirar”, incitar al odio y la violencia y menoscabar la integridad nacional, entre otros delitos.
La novela en cuestión es Tongolele no sabía bailar y Alfaguara ha sido la casa elegida para editarlo y distribuirlo en los países hispanohablantes. La fecha de publicación es el próximo 16 de septiembre en España, donde no habrá problemas para encontrarlo en librerías. El autor recibió el Premio Cervantes en 2017 y goza de buena prensa a este lado del Atlántico. No así en Nicaragua.
Los paquetes de Alfaguara llevan dos semanas secuestrados en la aduana a la espera de que la editorial envíe un resumen de la trama antes de liberarlos. Pero mientras tanto, han encontrado una fórmula para burlar los controles fronterizos: WhatsApp. El libro lleva circulando desde el viernes pasado en formato PDF como una suerte de mensaje en cadena. La etiqueta de “libro prohibido” ha funcionado como un resorte y ha ayudado a que se distribuya entre los móviles de los nicaragüenses. No obstante, Ramírez aún no se ha pronunciado sobre este “pirateo solidario” –como el que ocurrió con Fariña y que criticó el propio autor– cuando la novela todavía no ha sido lanzada al mercado.
Pero ¿qué esconde Tongolele no sabía bailar para que no permitan su entrada al país? ¿Tiene que ver únicamente con la novela? La enemistad y rivalidad política entre Ramírez y Ortega se remonta a finales del siglo pasado, pero la trilogía que culmina ahora y empieza por El cielo llora por mí (2009) y Ya nadie llora por mí (2017) ha echado más leña al fuego.
El protagonista es el inspector Dolores Morales, antiguo agente de la revolución sandinista que ejerce como detective privado en la Nicaragua contemporánea y sirve de vehículo para repasar las cloacas del sistema político del país. “La novela negra que uno lee proveniente de Estados Unidos, de Suecia, está basada en personajes que tienen detrás un aparato policial impoluto, un sistema de justicia transparente, fiscales que no se dejan mover por ningún viento”, expresó Ramírez en la promoción de su anterior libro. “En América Latina desde México hasta el sur, pasando por Nicaragua, un policía, privado o público, tiene que contar con que entra a investigar un caso en arenas movedizas”.
La corrupción y la tentación del dinero son algunas de las temáticas predilectas del autor. Y aunque siempre diga que sus personajes son ficticios, reconoce que Dolores Morales es su alter ego y que sus novelas son “un espejo” de lo que está ocurriendo en América Latina y en Nicaragua, que según el autor es lo que mejor conoce. La trama de Tongolele, de hecho, se centra en las revueltas de 2018, reprimidas con brutalidad por la policía y por grupos paramilitares sandinistas. Hubo 427 muertes. Tongolele es un mercenario que trabaja para el régimen y mueve los hilos políticos al que Morales debe enfrentar.
Podría tratarse tan solo de un escenario novelado de no ser por la cercanía del propio Sergio Ramírez con el Gobierno y su pasado como político de primera fila. Llegó a ser vicepresidente con Daniel Ortega entre 1984 y 1991. Cinco años más tarde se retiró de la política, pero en 1999 publicó unas memorias –Adiós muchachos– en las que dejaba patente su enemistad con Ortega.
Todo ello ha servido de excusa al presidente para condenar la última novela, acusarla de desestabilizar el país y emitir una orden de detención y de allanamiento de morada contra Ramírez. “Como anuncian que van a allanar mi casa, lo que van a hallar es una casa llena de libros. Los libros de un escritor. Los libros de toda mi vida. Soy un escritor comprometido con la democracia y la liberad, y no cejaré en este empeño desde donde me encuentre”, ha publicado el Premio Cervantes en sus redes sociales. Ramírez ha reconocido una condena al exilio en el movimiento desestabilizador de Ortega y estos días en Madrid ha asumido que “regresar a Nicaragua significaría la muerte” para él.
No sería la primera vez. En 1977, Anastasio Somoza le acusó por medio de la Fiscalía de delitos “parecidos a los de ahora”, se lamenta Ramírez: terrorismo, asociación ilícita, delinquir y atentar contra el orden y la paz. Entonces tuvo que refugiarse en Costa Rica. A pesar de los años de rivalidad con el Gobierno de Ortega, los nicaragüenses percibían al autor como uno de los intocables. La realidad ha cambiado y él no duda de que ha sido por la novela.
Apoyo internacional y de otros tótems literarios
La RAE y otras 14 Academias de la Lengua latinoamericanas han emitido un comunicado en apoyo a Sergio Ramírez para exigir al gobierno de Nicaragua que retire las acusaciones y la orden de detención contra el autor. La RAE “defiende las libertades de pensamiento y expresión como los primeros valores de cualquier sistema de convivencia y lamenta el grave intento de cercenarlas”. Según la institución, “evitar la manifestación libre de toda clase de opiniones, muy especialmente de contenido político, es la forma más intolerable de ejercicio arbitrario del poder porque conduce a la opresión de los ciudadanos en beneficio exclusivo de los imperantes”.
En los últimos meses la Fiscalía de Nicaragua ha atribuido los mismos cargos que a Ramírez a otras 34 personalidades críticas con el Gobierno. “Rechazamos rotundamente las infundadas acusaciones realizadas por la Fiscalía nicaragüense contra el escritor Sergio Ramírez, para el que han cursado una orden de detención y decretado el allanamiento de sus propiedades”, ha dicho el Gobierno de España mediante una carta conjunta firmada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Cultura.
Además, este lunes, más de 250 firmas de la literatura, música, interpretación, periodismo o diplomacia han publicado una carta en contra de las acciones de Daniel Ortega, las cuales perciben como un “atentado a la libertad y un insulto a la inteligencia”. Entre ellos se encuentran escritores como Héctor Abad Faciolince y Leila Guerriero; cantantes como Ana Belén y Miguel Ríos; actrices como Aitana Sánchez Gijón; directores como el argentino Juan José Campanella; y periodistas como Sol Gallego Díaz y Joaquín Estefanía.