Edificios grises de cemento de media altura. Un cielo muy contaminado por el uso del carbón. Jóvenes de uniforme, marchando por calles regularmente pautadas. El sempiterno rostro del Gran Líder por todas partes, a todas horas. Las imágenes documentales de Corea del Norte son más o menos siempre las mismas, e igual ocurre con las palabras: el hermetismo en torno al país, al régimen y a sus comunicaciones lo convierten en la nación más desconocida -y, de alguna manera, exótica- del planeta.
En los últimos tiempos, en cualquier caso, el interés por Corea del Norte parece haberse multiplicado y lo mismo ocurre con la atención mediática que despierta: se suceden los documentales, reportajes y ahora los libros que detallan en lo posible la vida cotidiana de ese Estado. ¿Por qué?
En un país sumido en el control total estatal, con un bloqueo internacional económico que data de la Guerra Fría, se ha establecido desde 1948 el aislamiento casi absoluto en el movimiento de personas y el control férreo de la prensa. Los datos con respecto al país, por tanto, son en gran parte especulativos, siempre desmentidos por el gobierno de Corea del Norte.
Entre los más recientes que se manejan son los de 2014, año en que expertos de las Naciones Unidas publicaron un informe constatando severas violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, dentro de los que se encontraban torturas de todo tipo, detención arbitraria, ejecución sumaria, abortos forzados y violencia sexual.
Recuerdos del gulag (o no)
Recuerdos del gulag (o no)
Ante tal panorama, cualquier testimonio resulta vital para arrojar luz sobre lo que resulta prácticamente imposible contrastar. En este sentido, la reciente publicación de Sin ti no hay nosotros de Suki Kim (Blackie Books) se coloca en la tradición de los libros testimoniales que relatan la vida en primera persona en el régimen norcoreano.
Sin ti no hay nosotros narra el día a día en la vida de una coreana-americana procedente de una familia que abandonó Seul durante los años ochenta, y que, como todos los coreanos, dejaron familias escindidas detrás. Kim establece, a través de los recuerdos de su familia, la clara sensación de que aquellos que durante el conflicto quedaron del otro lado de la frontera, en Corea del Norte, parecieron haber sido tragados por un agujero negro.
Desaparecieron, sin más, aunque sigan allí. A través de una extraña beca que le posibilita dar clases en una nueva universidad elitista de corte evangélico, Kim logra pasar una buena temporada cerca de Pyongyang y vivir para contar cómo es una cotidianidad que a ojos occidentales es de todo menos cotidiana. La autora relata lo que parece ser la vida en un campus pero que se convierte en un espacio aislado sin lugar para nada más que las clases y un mínimo contacto con los alumnos, siempre monitorizado y con riesgos innumerables.
Sin ti no hay nosotros, una crónica en la tradición de la no ficción en primera persona, sigue la estela del muy celebrado Evasión del campo 14 (Kailas), quizás el libro más conocido sobre la vida diaria en Corea del Norte. El bestseller internacional -traducido a 28 idiomas- del periodista Blaine Harden, narra el testimonio de Shin Dong-hyuk en los campos de prisioneros políticos, con la inmejorable baza de tratarse del único relato conocido de una persona nacida en un campo y que consiguió escapar.
La historia de Shin Dong-kyuk no tiene parangón: nació en un gulag y, siendo adolescente, su madre y hermano fueron ejecutados delante suyo cuando las autoridades se enteraron de que planeaban huir. Tras innumerables humillaciones y torturas logró huir con ayuda de un preso político, atravesando una valla eléctrica. Su compañero murió en el intento. Tras escapar, se camufló como soldado, sobornó a guardias de la frontera con Corea del Sur y consiguió llegar a China, dónde conoció al periodista Blaine Harden mientras trabajaba en un restaurante de Shangai.
Harden reconoció al momento la importancia del relato, y escribió Evasión del campo 14 a partir de los recuerdos de Shin Dong-kyuk. Su testimonio fue vital más adelante en la investigación de las Naciones Unidas en materia de derechos humanos, y se hizo una película documental basada en su caso.
Irónicamente, el duro relato de Dong-kyuk podría no ser verdad. Recientemente se hicieron públicas irregularidades en el testimonio de Shin Dong-kyuk: las torturas a las que dijo previamente haber estado sometido a la edad de 13 años ocurrieron en realidad cuando tenía 20, después de un intento de fuga no declarado anteriormente. Por otro lado, Shin Dong-kyuk omitió deliberadamente haber sido transferido del campo 14 a otro, el campo 18. Harden achacaba la inclusión de las incoherencias a la incapacidad de contrastar las fuentes en un estado hermético.
Instalados en el agujero negro
Otros libros importantes -Querido Líder, de Barbara Demick (Noema) o Aquariums of Pyongyang: 10 years in the North Korean Gulag (Basic Books) del disidente Kang Chol-hwan- versan sobre la misma idea: la experiencia personal de los exiliados ante un país que parece sufrir las secuelas de un lavado de cerebro colectivo. Más allá de lo que se viene ilustrando recientemente través de la comicidad de la cultura pop -con la película The Interview y los memes de Kim Jong Un-, el periodismo de investigación parece quedar varado ante el intento de descripción y análisis de un país que permanece instalado en medio de un agujero negro.
Así parece demostrarlo Sin ti no hay nosotros: en una emotiva escena, la protagonista asiste incrédula ante el desmoronamiento colectivo de sus alumnos, en estado de shock emocional al conocer la muerte del Gran Líder, Kim Jong-il. Ante el continuo relato de la existencia de un rey sol todopoderoso y padre amantísimo omnipotente, ¿cómo no desmoronarse?