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Hubo una época en la que Ángeles González-Sinde (Madrid, 1965) lo fue todo en el mundo cultural. Al menos desde una posición institucional: presidenta de la Academia de Cine y Ministra de Cultura en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Fue una etapa dura, con calientes polémicas sobre las descargas en la red –se aprobó la llamada Ley Sinde-, y en un tiempo en el que las redes comenzaban a bullir (sin pensar lo que iba a llegar después). Desde entonces no ha vuelto a la palestra pública institucional y ha seguido trabajando en el cine y en el terreno literario.
Fue finalista del premio Planeta con su novela El buen hijo, y ahora acaba de publicar Después de Kim (Duomo), una historia emocionante sobre una pareja divorciada que se reencuentra tras conocer la noticia de la muerte de su hija. González-Sinde también sabe de pérdidas. Hace solo unos meses murió su pareja, el editor Claudio López Lamadrid, y su hermano falleció hace ocho años en un accidente de tráfico. Pero, pese a todo, ella ofrece un halo de esperanza en la novela y también en la vida. Y de toda esta charla, sobre su libro, sobre el cine, sobre aquellos momentos políticos y la política actual, se queda con una frase: la vida es ante todo encuentros.
A pesar de haber escrito ya numerosos guiones, otros libros… cuando uno escribe, ¿siguen las inseguridades, los miedos?
Sí, sí. Siempre. Quieres hacerlo bien, y tienes una idea en la cabeza, una sensación de cómo tiene que ser percibida la novela, pero no siempre logras estar a la altura de tu propia expectativa. Mi anterior novela era una historia lineal, más sencilla, en primera persona… Y era un trabajo más continuado. Pero esta novela la escribí mientras escribía otras cosas y por momentos pude haberla abandonado porque han pasado muchas cosas entre una versión y otra. Pero lo que me hacía tirar para adelante es que los personajes nunca desaparecían. Siempre tenía presentes a John y Geraldine. Y eso significa que la escritura estaba viva.
¿Qué queda del amor a quien se ha querido durante muchos años?
Esa era la hipótesis de trabajo. Es un matrimonio que se divorció y no muy bien. Y él no ha querido tener mucho contacto con ella y si puede evitarla lo hace. ¿Qué ha quedado después de todo ese tiempo? ¿Qué queda de las relaciones amorosas, del enamoramiento, de una familia cuando esta desaparece?
Yo creo que mi generación, y tengo 54 años, es la primera en la que divorciarse y separarse era normal porque en la anterior no existía la separación, era el franquismo y no se podía. Y ahora, sin embargo, es muy común. En la clase de mi hija la pequeña solo había un niño cuyos padres no estaban separados. Es hacer una especulación sobre el futuro.
Y lo que sí muestra en la novela es que sí que queda algo. Y que uno puede llegar a tener una buena relación con un ex.
Claro, al menos es lo que yo defiendo. Que uno no se equivoca tanto. Y que de aquello sí queda una forma de afecto y lealtad. Y estoy empezando a ver en mi entorno personas mayores que al llegar a la vejez y estar su ex marido o ex mujer enfermo, se ayudan y se acompañan, aunque no hayan vuelto a ser pareja ni haya un sentimiento amoroso. Eso te da bastante esperanza en el ser humano.
Persiste esa idea de que como te enamoraste en la veintena no te vas a volver enamorar nunca más. Casi nunca pensamos en que se puede amar hasta ser ya viejecitos.
Claro. Yo creo que las relaciones que se tienen en la edad madura son mucho más elegidas, mucho más valoradas, porque sabes que no es fácil encontrar a una persona, también de los errores has aprendido, vives mejor la relación, con más tolerancia hacia decepciones o pequeños desaires de la cotidianidad. Y al mismo tiempo pueden ser más elegidas que las de la juventud porque ya no tienes una inercia que te lleva a estar juntos como son unos niños pequeños, o compartir una casa, las necesidades económicas… Ya estás con esa otra persona con una libertad absoluta.
Borges decía que la vida se basa en pérdidas, Emma Cohen me dijo también que no creía en eso porque la vida también son encuentros. ¿Con qué se queda, con el pesimismo borgiano o con el optimismo de Emma Cohen?
Pues me gusta lo que dice Emma Cohen. Si sólo tuviéramos pérdidas, y yo he tenido varias en mi vida, te quedarías atascado ahí. Y es verdad que lo que te hace seguir hacia delante son los encuentros. Nuevos encuentros y reencuentros, porque cuando pierdes a alguien también aparecen personas que te acompañan en esa etapa de tu vida, que son amigos que no esperabas. Y en cambio hay otras personas que desaparecen porque no se sienten capaces de afrontar ese periodo doloroso, se asustan, y no hay que tenérselo en cuenta tampoco.
Como Emma Cohen, yo creo que el encuentro con el otro es lo que hace que tiremos para adelante. Es importantísimo. Puedes aguantar un trabajo que es duro, que te desgasta, que está mal remunerado por los compañeros con los que estás. Y así con todo. El encuentro es lo que te saca de la pérdida.
¿Vivió la política como una pérdida?
Cuando estás en un puesto así… y parece que todo son prebendas o facilidades o ayudas, sí que hay una pérdida de muchas cosas que no puedes disfrutar. Para mí la pérdida más importante era la identidad. Cuando estás en un cargo representas al colectivo, a la institución, y tu identidad tiene que quedar detrás. No puedes confundirte. No es un trabajo como otro. Estás en función del cargo. Sí que hay una pérdida de expresión, y eso para alguien que se ha especializado en la comunicación, en escribir guiones, hacer películas, a veces sientes que te falta algo.
¿Y cómo recuerda, ahora que han pasado casi diez años, su paso por la política en el Ministerio de Cultura?
Pues lo recuerdo como una época muy interesante y que me aportó muchas cosas. Y espero haber aportado algo yo al país, aunque eso no te queda muy claro. Y una época excepcional. Y te queda la gente que has conocido y todos los universos a los que has tenido acceso por estar ahí. El conocimiento de tu país, tu sociedad, la cultura… Puedes tener una capacidad de visión que no tendrías en otro puesto de trabajo.
Ahora con la distancia, ¿cree que ha cambiado la política o la forma de hacer política?
Yo lo dejé en 2011 y me da la sensación de que se ha vuelto muy agresiva. Ya lo era entonces pero ahora todavía más. Y el cambio de los medios ya estaba en esos momentos con la prensa digital. Y todo esto ha hecho que ahora los procesos sean muy cortos. Desde que se empieza a gestar una idea, una necesidad de una medida, una ley… me da la sensación de que no tienen mucho tiempo de pensar porque enseguida todo está en los medios, todo es debatido y todo es desestimado.
Es el me gusta/no me gusta de las redes.
Claro, eso es, y de una forma muy superficial o interesada.
No estaban las redes tan bullentes como ahora, pero usted también fue muy criticada…
Sí, sí, bueno Twitter… me perjudicó en el sentido de que quizá porque eran más nuevas en ese momento y los partidos también se dejaban impresionar mucho por ellas. Aunque fuera una minoría minúscula la gente que accede a expresar su opinión en Twitter. Pero parece que esa opinión acaba pesando mucho más que la de cualquier otra.
Por eso creo que usted no tiene cuenta y, según ha dicho, le dan pavor las redes.
Bueno, yo entro como todo el mundo para enterarme de las noticias, pero no soy un usuario muy intensivo, porque no tengo muchas ganas de estar expuesta, de entrar en polémicas y discusiones. Es que no voy a estar en ese debate.
Por cierto, si se descargaran su libro…
Pensaría que si realmente la persona tiene necesidad de leer el libro ahí están las bibliotecas públicas que funcionan muy bien. Y si las que se descargan el libro lo hacen frívolamente sin pensar que es un bien como otro, que tiene un valor y forma parte de un trabajo de muchas personas, bueno, pues es una pena que todavía esto no se entienda bien.
¿Falta pedagogía todavía? Ahora hay suscripciones a plataformas de cine, música…
No, yo creo que hemos avanzado mucho con este tema. Hemos cambiado mucho, y se ha reequilibrado mucho. También las empresas de tecnología, como han empezado a ser ellos los que distribuyen el contenido y son ellos los que tienen interés en que esto se reequilibre, hemos avanzado un montón. Y eso también da más valor. Cuando eres suscriptor de un servicio también exiges más calidad a ese contenido.
Una vez hablando con Juan Carlos Tous, que fue uno de los fundadores de Filmin, me dijo que aquel debate de las descargas en aquellos años mostró que algunas cosas sobre Internet quizá no se entendieron bien.
Yo creo que unos no sabían lo que estaba pasando y otros sabían perfectamente lo que estaba pasando.
Hace ya años que no dirige una película.
Tengo un proyecto desde hace dos, tres años, pero estamos esperando a que se termine la financiación. Es la adaptación de la novela de Gabriela Ybarra, El Comensal, y el guion está escrito, y hemos hecho las pruebas de casting. Y estamos esperando a que la productora complete la financiación para poder rodar. Espero que sea a finales de este año o principios del que viene.
Los presupuestos del PP para con el cine no fueron los mejores.
Sí, el recorte en los presupuestos de cine fue enorme, brutal en los años del PP. Y aparte han cambiado el modelo de las ayudas, cómo se adjudican y se devuelven. Y están generando dificultades en el sector y menos variedad de películas, sobre todo. Son viables sólo determinado tipo de películas.
Hace una semana un informe de los empresarios de cine decía que las salas se estaban salvando gracias a las películas de superhéroes. Quizá eso muestra el tipo de películas al que vamos.
A mí lo de las salas no me preocupa tanto. En ese sentido los tiempos cambian y las salas cumplen una función. A lo mejor determinado tipo de películas te merece la pena verlas en una sala grande porque la aprecias mejor, con una pantalla grande, otro sonido… También porque se ha convertido más una actividad de adolescentes, de ir en grupo.
El cine no solo depende de las salas para su supervivencia. La mayor parte de las cosas que vemos las vemos en otras pantallitas. En el metro la gente va viendo cosas en el móvil. Pero el problema para mí es conservar la diversidad. Que haya diferentes tipos de películas y que no sobrevivan solo los blockbuster, sino que haya cabida para otro tipo de películas y es lo que está más cuestionado con el modelo actual.
Por cierto, en Después de Kim, ¿estaba el final, que es bastante esperanzador, desde el principio?Después de Kim
Sí. Al mismo tiempo que el arranque se me ocurre el final. O al menos algún elemento. Si no escribiría sin brújula, caóticamente. Estaba ya ese final en ese valle de Almendros, que es un valle en el que estuve una vez hace años, en el interior de Alicante, y me gustaba que acabara ahí la historia.
La peor cara de la gentrificación en Lavapiés: del Carrefour 24h a un café con porras en el Codere