“Todo puede reducirse a un lugar. He llegado a ese lugar. Y tú conmigo”, escribe la poeta Alicia Aza (Madrid, 1966). Los libros, decía el filósofo mexicano José Vasconcelos, se comienzan con inquietud y se terminan con melancolía, como los viajes. Una cita que puede aplicarse al último poemario de Aza, Al final del paisaje, donde la autora propone un recorrido intimista y repleto de evocadoras imágenes en torno a la naturaleza.
Esta quinta obra, publicada por Valparaíso, es también un viaje circular: la autora regresa a la naturaleza como hilo conductor, como hizo en El libro de los árboles (Ánfora Nova, 2010), su primer poemario, finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2011. La temática y el tono narrativo son similares, aunque Aza los aborda “desde una mayor madurez y un clima de reflexión más profundo”, según explica a elDiario.es. “Esto tiene que ver precisamente con el miedo a la pérdida de memoria, procuro un ejercicio de mirada hacia atrás y de retención de lo guardado”.
En Al final del paisaje están presentes temas universales de la poesía como el paso del tiempo, la memoria, el desamor, el erotismo, la muerte y la maternidad, tratados desde “una posición de desaliento, de desamparo y melancolía”, sostiene la autora. “Aparece el miedo, la angustia, la soledad, la ausencia y la distancia; aunque siempre hay un espacio para la luz y la serenidad. El libro está escrito antes de la pandemia y para mi sorpresa aparecen temas que nos han tocado vivir después”.
La maternidad como final del recorrido
Uno de los aspectos más interesantes del poemario es su estructura: cada una de sus seis partes comienza con un texto en prosa, seguido de una serie de poemas que varían en métrica y estilo. “Es la primera vez que introduzco textos en prosa y decidí presentarlos a modo de obertura de los poemas que los continúan y con los que hay una relación”, asevera Aza. “Tiene que ver más con una propuesta de lectura, con crear un ritmo adecuado en el que son importantes las pausas. Supongo que está más conectado con la música que con otra cosa”. Precisamente, la escritora elaboró en 2019 textos líricos para la ópera de Mozart Thamos, producida por la Fura de Baus y estrenada en Salzburgo.
“Escribo para alejarme de mí. El poema me borra”, sentencia Aza en Cada objeto cambia según su perspectiva, el texto que inicia la tercera parte del libro. “Pero también lo hago pensando en publicar”, explica la autora a elDiario.es. “Sin embargo, nunca sé si eso se hará realidad. Siempre hay esa incertidumbre”. Afortunadamente, esa incertidumbre no es material, pues Aza, abogada en ejercicio, puede imponer sus propios ritmos a la hora de crear y publicar: “Nunca escribo pensando en los lectores, escribo desde la libertad y eso ayuda a tener una mayor capacidad expresiva”, apostilla.
“Creo que hay un gran distanciamiento entre mi ‘yo’ lírico y mi ‘yo’”, prosigue. “Aquel tiene una voz melancólica, de pesadumbre, de desasosiego, de desamparo y casi pesimista que se identifica con la naturaleza y con una mirada muy influenciada por el romanticismo”. Para la autora, el romanticismo está en el germen de su relación con la poesía, que comenzó cuando en la infancia le regalaron una antología de poetas románticos españoles. “Supongo que la lectura de aquellos poemas que pudiera hacer una niña de nueve años fue despertando una capacidad de evocar, una actitud en la forma de observar. Me recuerdo copiando en pequeños cuadernos versos de los grandes poetas que me emocionaban y volvía a ellos. Supongo que aquello era una forma de empezar a escribir”.
No obstante, Aza se define como lectora antes que como poeta. Queda patente en las numerosas referencias literarias que impregnan Al final del paisaje, con especial atención a Virginia Woolf —hay incluso una alusión directa a Las Horas, de Michael Cunningham—, Claudio Rodríguez y Cesare Pavese. “Pero siempre están presentes Machado, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Paul Celan, Emily Dickinson, Pessoa y tantos otros”, afirma la autora. También menciona la poesía romántica alemana y a Franz Kafka: “No solo su Metamorfosis. Soy poca lectora de novela, pero si tuviera que elegir una: El Proceso, que me recuerda bastante al momento actual”.
¿Y dónde termina este recorrido? Junto al río Yangtsé, donde la poeta fue madre “sin vientre”, “entre montañas y humedad, en la ciudad que viste como símbolo a la rosa china y se adorna con el árbol alcanforero”, escribe Aza en el tramo final que dedica a su hija Alicia. “La maternidad es una parte muy importante de mi identidad, aunque existen otras facetas o dimensiones”, explica. “La maternidad condiciona la existencia. Escribir este libro me ha permitido darme cuenta de que al final del paisaje quienes estarán siempre son mis tres hijos y espero no perder nunca la memoria de ese reconocimiento frente a ellos”, concluye.