Levantarse por la mañana, desayunar, acudir al Museo del Prado, perderse en sus estancias, contemplar sus cuadros, hablar con sus vigilantes de sala, conservadores, restauradores y comisarios. Comer en su cafetería, empaparse de las conversaciones de sus visitantes, volver a observar y dejarse embelesar por sus obras. Y anotar, todo el rato, en el cuaderno que será el germen de la que será su cuarta novela. Así está siendo el día a día de la escritora Chloe Aridjis desde principios de octubre, cuando llegó a la pinacoteca para participar en el programa de residencias literarias Escribir el Prado, que el centro desarrolla en colaboración con la Fundación Loewe y la revista Granta.
La autora mexicana y estadounidense sucede en su cometido al encargado de inaugurar este proyecto el año pasado, el ganador del Nobel en 2003 J.M. Coetzee. Y atiende a este periódico en una de las mesas de la cantina donde cada jornada se sienta a reflexionar sobre su “inmersión total” en el museo localizado en Madrid. Una experiencia que incluirá una conferencia abierta al público el próximo 21 de noviembre en la que, adelanta a este periódico, hablará sobre “el misterio” de las obras: “Ese algo que permanece fuera de tu entendimiento a pesar del número de veces que las mires. Puede ser una figura, una escena, un árbol, una atmósfera casi trascendente. Tratar de explicarlo es difícil porque quieres mantenerlo y no desactivarlo nunca”.
Ahora bien, ¿todas las obras poseen ese 'misterio'? Aridjis defiende que “no”. Aunque pronto matiza que “en cierta manera sí”: “Es imposible entrar completamente en la imaginación del artista, aunque se haya hecho mucha investigación histórica y biográfica. En ese sentido siempre hay misterio, pero hay cuadros que albergan mucho más que otros”, dice. A la hora de ser capaz de percibirlo y de la necesidad –o no– de educar la mirada para poder hacerlo, la autora valora que “en un mundo ideal la experiencia del arte no necesita preparación, educación ni explicación”. El 'problema' para la residente está en que “los museos siguen siendo espacios que frecuentan ciertas clases sociales más que otras”.
Los museos siguen siendo espacios que frecuentan ciertas clases sociales más que otras
La escritora ensalza que existan centros gratuitos como la National Gallery de Londres o los horarios que ofrece el propio Museo del Prado con entrada libre, dos horas al día. Pero la rebaja no parece suficiente: “No noto una diferencia enorme en el tipo de personas que frecuentan los museos aunque sean gratis. Hay cierta resistencia”. Además, señala como indispensable que las pinacotecas se mantengan como “ecosistemas vivos” para atraer la atención del público.
Museos como almacenes de historia que proteger
La concepción de los museos como “instituciones que almacenan historia nacional e internacional” es uno sus grandes intereses, lo cual afecta directamente a su defensa del arte con conciencia. Aún no sabe cómo lo incluirá en su nuevo libro, pero sostiene que “es difícil ignorar por completo todo lo que está pasando en el mundo. La protagonista sufrirá cierta crisis de fe”.
Llamar la atención sobre la crisis climática es otra de las grandes preocupaciones de la residente, así como “mostrar las ciudades como ecosistemas humanos frágiles dentro de los cuales se dan relaciones importantes entre especies”. “Como escritora, es imposible ignorar los hechos fuera del museo o de cualquier espacio”, incide.
Pinacotecas como el propio Museo del Prado, el Leopold de Viena, el Barberini de Postdam y la National Gallery de Londres se convirtieron el pasado verano en dianas de protestas contra el cambio climático. En el caso del centro madrileño, dos ecologistas de la organización ambientalista Futuro Vegetal pegaron sus manos a los marcos de los cuadros La maja desnuda y La maja vestida de Goya. En el trozo de pared que separa ambas pinturas escribieron con un spray el mensaje “+1,5%” para “alertar sobre la subida de temperatura mundial que provocará un clima inestable y graves consecuencias en todo el planeta”. Ninguna obra fue dañada.
El misterio de los cuadros es ese algo que permanece fuera de tu entendimiento a pesar del número de veces que los mires
“Tengo sentimientos encontrados”, revela Aridjis sobre estas acciones. La escritora explica que, por un lado, “la desesperación de estos jóvenes es palpable y entiendo perfectamente el argumento de que la vida en la Tierra está amenazada y los gobiernos hacen mucho más por proteger una obra de arte que la vida en esta”. Por otro lado, indica que siente que “no es la manera de destacar. Son monumentos de nuestra civilización y conciencia, y atacarlos...”. “Me cuesta trabajo condenarlo completamente pero tampoco lo puedo apoyar”, concluye entre dudas.
Museos con conciencia
La autora describe como “difícil” valorar si, más allá de los citados ataques a obras, las pinacotecas deben o no posicionarse sobre lo que sucede más allá de sus paredes. “Es importante que se mantengan neutros como institución. Pero claro, a la vez son quienes deciden qué tipo de exposiciones y narrativas abren al público. Esa responsabilidad está ahí”, recuerda. Y dentro de esta responsabilidad está dar visibilidad a artistas femeninas, algo que Aridjis describe como todavía “una asignatura pendiente”.
“Una está tan acostumbrada, que ya casi hasta lo acepta”, lamenta. La escritora explica que desconoce cuántas obras realizadas por mujeres permanecen en los almacenes del Museo del Prado y, por tanto, cuáles serían las opciones de sacarlas a la luz, pero en cualquier caso ensalza la forma en la que esto determina “la historia del arte que se escribe”. La autora ha trabajado ampliamente sobre la obra de Leonora Carrington, incluyendo la participación en el comisariado de la exposición que la Tate Liverpool dedicó a la pintora en 2014. “Me asombra que en algunos libros de historia del surrealismo ni se la mencione”, critica.
Habitar los museos (por segunda vez)
Aridjis es autora de El libro de las nubes, con el que obtuvo el Premio al Mejor libro extranjero publicado en la categoría novela en 2011; Monstruos Marinos, galardonado con el Premio Pen/Faulkner de Ficción 2020; y Desgarrado (2015), novela que transcurre en la National Gallery de Londres. Y es que esta no es la primera vez que la escritora se inspira en los entresijos de una pinacoteca para alimentar su ficción.
Para aquella publicación eligió a un vigilante de sala como personaje principal. Para documentarse, habló con muchos de ellos, a los que se acercaba “tímidamente” para plantearles una lista de preguntas. Entre ellas, si les importaba la invisibilidad de su profesión: “La mayoría sostuvo que ”preferían pasar desapercibidos“. ”Me interesaba saber cómo eran sus miradas ante los cuadros que veían a diario, y de la gente que entra y sale de las salas“, declara.
Para el texto en ciernes ha elegido a una investigadora como protagonista, que “seguramente” esté trabajando sobre las representaciones de San Jerónimo y el león. La obra de Joachim Patinir está siendo igualmente una gran influencia; de ahí a que sea en la sala dedicada a este pintor en la que se han realizado las fotografías que ilustran esta entrevista. El motivo: “Lo enigmático que esconden sus paisajes”. No en vano, este pintor está considerado como el primer paisajista flamenco.
“Los tintes que usa tienen una inmensidad extraña. Todavía estoy buscando por qué me atraen tanto... Es parte del misterio, tiene un elemento muy fantástico. Sus paisajes son realistas, pero siempre con algo extraño. Son inmensidades que sientes que no puedes habitar completamente. Tampoco se sabe demasiado sobre su vida”, expone sobre el autor de óleos como Descanso en la huida a Egipto (1518-1520), Paisaje con San Jerónimo (1516-1517) y El paso de la laguna Estigia (1520-1524).
Por el camino ha descubierto otras obras que han llamado su atención y que se han convertido igualmente en fuente de inspiración, como las Pinturas negras de Goya, las de Mariano Fortuny, escenas históricas de Juana la Loca y el Fusilamiento de Torrijos de Gisbert.
Al ampliar el foco dentro de la obra de Aridjis se comprueba que la presencia del desencanto ha sido una constante dentro de sus libros. ¿Repetirá en su nueva novela? “Lo que me interesa es el enfrentamiento entre la fantasía y la realidad. Con los cuadros lo vives cada vez que te encuentras frente a uno. Alimentan la fantasía, pero también puede haber un colapso de expectativas. Para mí es casi más fácil admitir cierto desencanto fuera del museo, en la vida cotidiana o romántica, que frente a una obra de arte; porque es más difícil admitírselo a uno mismo”, reflexiona la escritora que indica que, sin ser algo consciente, siempre aparece como tema.
La residente añade una nueva capa al valorar que los propios cuadros son “superficies que cambian y que te ofrecen cosas distintas”. “Lo magnífico de tener esta residencia es que cada vez que vengo al museo mi humor y mis pensamientos cambian, las conversaciones... Y eso hace que cuando me pare frente a un cuadro vea algo distinto que el día anterior. El encuentro cotidiano con una pintura te aporta algo diferente. Va a ser interesante ver cómo eso va evolucionando, y si hay más encanto o desencanto en ciertas obras”, apunta.