Desde que en 1911 Vincenzo Peruggia lo robó del Louvre, el cuadro de La Gioconda no ha dejado de alimentar leyendas. ¿Es Lisa Gherardini la que sonríe, como sostiene el museo parisino, o es un autorretrato del propio Leonardo Da Vinci? ¿Sonríe o está molesta? ¿Tiene números diminutos dibujados en sus ojos? Menos controvertida pero más demostrable, la última historia del retrato vincula a su protagonista con las Islas Canarias, donde en los primeros años del siglo XVI Giovangualberto Gherardini, su hermano, inició la rama guanche de la familia.
Una hacienda azucarera del siglo XVI: el heredamiento de Güímar. Así se llama el libro que menciona la historia canaria de la familia de Lisa (o la Gioconda, por el apellido de su esposo, Francesco del Giocondo), publicado el año pasado por Miguel Ángel Gómez. Doctor en Historia, Gómez se topó con los Gherardini mientras investigaba un ingenio de azúcar del valle de Güímar, en la dorsal sur de la isla.
En los documentos notariales del ingenio aparecía un tal Giovangualberto Giraldin como representante de la explotación entre 1512 y 1548. A Gómez, el personaje no le llamó la atención por un apellido que ya había sido castellanizado sino por “todo el tiempo pasado al frente del ingenio”: “Treinta y seis años en los que además de desarrollar una importante actividad comercial en la isla, se casó con Leonor Viña, la hija de un genovés que cofinanció las conquistas de Tenerife y La Palma, y tuvo mucha relación con el mundo aborigen, llegando a ser patrono de la virgen de Candelaria que los guanches de la zona veneraban”.
Gómez descubrió la conexión florentina de Giovangualberto por los hermanos Rondinelli, que desde la ciudad-Estado italiana lo habían enviado a Occidente en busca de nuevos mercados. El apellido Giraldin se parecía al de la también florentina Lisa Gherardini, pero eso no le hizo sospechar un vínculo entre los dos. “Se me hizo la luz cuando volví a ver el apellido tres o cuatro años después, esta vez en unos documentos de los hijos de Giovangualberto con Leonor en los que se ponían de acuerdo para viajar a Florencia a recuperar el patronazgo de varias capillas de la ciudad”.
La prueba, en las capillas de la familia
El investigador contactó entonces con Giuseppe Pallanti, autor del libro Monna Lisa, mulier ingenua, quien le confirmó la existencia de Giovangualberto, un hermano de la mujer que se había ido de Florencia sin dejar rastro documental. Pero la prueba definitiva la encontró en el archivo florentino: las capillas cuyo patronazgo buscaban recuperar los hijos de Giovangualberto eran las de la familia de la Gioconda. “La información que no me dio el padre, me la dieron los hijos”, recuerda Gómez.
La parte guanche de la historia fue más fácil de reconstruir. En los documentos notariales también se hacía mención de Antón Albertos, un hijo natural que, antes de casarse con Leonor, Giovangualberto tuvo con una nativa de Tenerife. “Lleva el apellido Albertos porque Giraldín lo reconoce, Antón Albertos trabaja con su padre y llega a ser el primer alcalde pedáneo de Candelaria, de mucho prestigio en la comunidad guanche”, explica Gómez.
El guanche-florentino Antón Albertos comparte primer nombre con su abuelo Antón María, padre de la Gioconda. Según los registros notariales, murió joven. “Lo mataron en el ejercicio de su cargo de alcalde, de una lanzada de otro guanche que luego huyó a la Gomera”, dice Gómez. Tuvo tiempo, eso sí, para dejar una descendencia que se extiende hasta nuestros días.
Con el apellido 'Alberto' o 'Albertos', en Canarias ha habido entre 25 y 30 generaciones de descendientes de Giovangualberto, entre los de su pareja guanche y los de la genovesa. Uno de los descendientes de la guanche es Calixto Alberto de León, que conoció a Gómez mientras buscaba información sobre un abuelo de Fuerteventura. “Me dijeron que fuera al archivo del Instituto de Estudios Canarios (IECAN) y ahí me encontré con Miguel Ángel [Gómez], que me habló por primera vez de mi antepasado florentino”.
Ayudado por Gómez y desarrollando una auténtica labor de genealogista, Calixto ha reconstruido un árbol de cinco siglos gracias al que todos los 'Alberto' de su entorno familiar han conocido su pasado guanche-florentino. “Empecé esto en el 2004, todas las tardes cazando datos en el IECAN, dos años muy fuertes que valieron la pena: en el 2006 reuní a toda la familia en Fuerteventura y se los presenté”, recuerda.
En Güímar, dice Calixto, quedan muchísimos 'Albertos' y 'Alberto'. A lo largo de la historia española de la isla ha habido alcaldes, curas, y militares con la sangre florentino-guanche del apellido. Lo único que él ha hecho, en sus propias palabras, es “unir la historia de los Albertos”: “Como me dijo en broma Miguel Ángel, cada 500 años aparece un tonto que se dedica a reunir toda esta información”.