Ken Liu (Lanzhou, China, 1976) empezó a escribir una saga de fantasía épica para explicar cómo se construyen los mitos. “Quería que la mitología nacional americana se mirara ante un nuevo espejo”, asegura en esta entrevista por correo electrónico con elDiario.es desde EEUU, país donde reside desde que era niño. Lo que empezó siendo una trilogía inspirada en La Eneida y El paraíso perdido se ha convertido diez años después en una tetralogía por completar y en el germen de un nuevo estilo literario: el 'silkpunk'.
La Dinastía del Diente de León tiene intrigas palaciegas y batallas al estilo de George R.R. Martin, pero los héroes de Liu no son ni magos ni hombres de la Guardia de la Noche ni Khaleesis. Los personajes que cambian el rumbo de la historia en el fantástico mundo de Dara son los ingenieros, aquellos hombres y mujeres capaces de construir grandes maravillas tecnológicas con los materiales disponibles en un mundo basado en la China de la antigüedad clásica. Bambú, papel, seda o tendones; biomimética y política son las esencias de su fantasía.
Más allá de su saga, Liu es un escritor difícil de enclaustrar en un género literario determinado. La gracia de los reyes y El muro de las tormentas -los dos únicos títulos de la tetralogía publicados hasta el momento (ambos en la editorial Runas)- son obras de fantasía épica pero beben directamente de la ficción histórica. Sus cuentos van de la ciencia ficción al realismo mágico. Y gran parte de su carrera la dedica a traducir al inglés obras originales de autores chinos.
Sin su trabajo como traductor seguramente no habríamos podido leer El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu -la primera novela traducida en ganar el premio Hugo- o Marea Tóxica de Chen Qiufan. Estrellas rotas (Runas), una recopilación de 16 cuentos de 14 autores de ciencia ficción china contemporánea, es su última incursión en el mundo de la traducción.
La selección de los relatos de Estrellas rotas ha sido eminentemente personal. Explica en la introducción que no ha tratado de hacer una selección “representativa” ni de agrupar “lo mejor” de la ciencia ficción china.
No me gustan las ideas de “representatividad” o de “lo mejor de”. No me gustan porque pretenden ser criterios objetivos cuando en realidad son irreductiblemente subjetivos. No hay dos lectores que estén de acuerdo sobre lo que hace que una obra sea buena, e incluso la noción de la “representatividad” de un lector acaba cambiando con el tiempo. En vez de seguir lo establecido por la tiranía de esos dos estándares imaginarios, creo que es mucho más honesto y útil decir claramente, desde el principio, que estas son las historias que me gustan. Y me gustan porque cruzan todas las líneas y transgreden la concepción clásica de lo que debe ser un “género” literario. Siento una especial animadversión por las historias que se centran estrictamente en un “género” determinado.
¿Cómo pasa un escritor de ciencia ficción a convertirse en traductor de obras de ciencia ficción china?
Fue por un poco por accidente y también por un favor para un amigo. Hasta el año 2008 no sabía nada de lo que se estaba escribiendo en China en el campo de la ciencia ficción. Recuerdo que la primera historia que leí fue El pez de Lijiang de Chen Qiufan [uno de los relatos incluidos en la primera antología de ciencia ficción china de Liu, Planetas invisibles].
Chen y yo nos conocimos por casualidad. Él había leído algunos de mis relatos y quería traducirlos al chino para que pudieran publicarse en la mayor revista de ciencia ficción del mundo, Science Fiction World. Era y sigue siendo difícil para los autores americanos como yo publicar con editoriales chinas. Sin la ayuda de Chen nunca lo habría conseguido. Se esforzó muchísimo para ayudar a otro escritor a alcanzar nuevas audiencias, y eso me conmovió profundamente.
¿Fue ese encuentro con Qiufan lo que le animó a dedicarse a la traducción?
Sí. Cuando leí la obra de Chen me sorprendió su voz y lo que era capaz de hacer con el chino moderno. Sus cuentos expanden y redefinen el potencial de la escritura, incluso en aquellos escritos en chino clásico o en los que explota todo el potencial polifónico de las lenguas vernáculas de la China contemporánea. Si a eso le sumas sus observaciones sobre el futuro, su gusto por analizar nuestra ambigua relación con la tecnología y nuestras luchas contra una autoridad impersonal... ¡Tal belleza debía ser compartida! Quería ayudarle a encontrar lectores fuera de China, así que me ofrecí a traducir una de sus historias y a encontrarle un hueco en el mercado editorial.
Uno de los retos de la traducción de El problema de los tres cuerpos fue la necesidad de reestructurar gran parte de la novela. ¿Por qué optó por cambiar el orden de la novela original?
Los capítulos tal y como fueron escritos por el autor, y esto lo ha explicado Cixin Liu en varias entrevistas, fueron reordenados para la publicación de la novela en China. Cuando leí el libro sentí que estaban desordenados y que se perdía parte de la idea original del autor, así que hablé con Cixin para saber si podíamos cambiar el orden de los capítulos y adaptarlos a una nueva estructura que sirviera mejor a la historia. Aceptó porque el orden que propuse era exactamente el mismo en el que él había escrito la novela. Lo único que hice fue devolverle al libro la forma original que había imaginado el autor.
¿Cree que el éxito de su traducción supuso un punto de inflexión para la ciencia ficción china en Occidente?
No creo que eso de la 'ciencia ficción china' sea una etiqueta comercial efectiva para un género literario. Ni siquiera creo que las etiquetas de género sean útiles, y solo las utilizo a regañadientes. Cuando hablamos de 'ciencia ficción china' parece que nos estamos refiriendo solo a la ficción especulativa escrita en China por escritores chinos, pero eso no es exactamente así. Si cogemos, por ejemplo, las ficciones especulativas escritas en EEUU por escritores americanos, nadie podría decir que todos nos adherimos al mismo modelo. Yo no escribo nada parecido a lo que hacen N. K. Jemisin, Mary Robinette Kowal, Andy Weir o Nancy Kress. La 'ciencia ficción americana' es riquísima porque todos nosotros somos escritores muy diferentes. Pasa lo mismo con la 'ciencia ficción china' o con la 'ciencia ficción española', aunque no he leído a tantos autores españoles de ficción especulativa como me gustaría.
Personalmente, siempre me he acercado a eso que llaman 'ciencia ficción china' como si fuera una colección diversa de obras individuales de autores individuales, sin ningún interés en ponerle una etiqueta colectiva o un marco analítico uniforme. El problema de los tres cuerpos es completamente diferente de 'Call Girl' de Tang Fei, sin embargo ambos trabajos son hermosas obras de arte con algo único que decirnos sobre la condición humana. Marea tóxica de Chen Qiufan no tiene nada que ver con 'Buenas noches, Melancolía' de Xia Jia [relato incluido en Estrellas rotas], pero ambos son capaces de conmoverte y de mostrarte algo nunca visto sobre el potencial de la ficción especulativa. Cada obra tiene una postura política, social y estética diferente; cada una se enfrenta al poder desde diferentes puntos de vista. No veo ningún valor en tratar de agruparlas y hacer afirmaciones sobre ellas como si fueran un todo colectivo.
Volviendo a tu pregunta, aunque estoy encantado de que los escritores y obras individuales hayan encontrado un público nuevo fuera de China, no creo que la recepción de una sola obra en el mercado nos diga gran cosa sobre cómo recibirá a otros escritores y obras. Yo sé muy poco sobre por qué algunos libros se venden y otros no. Todo buen libro tiene un público ideal. Lo que podemos hacer nosotros es contarle a la gente, a nuestros lectores, cuáles son aquellos libros que amamos profundamente y por qué son importantes.
Su propia obra literaria huye de esas etiquetas. ¿Podríamos definirla como un híbrido entre la ciencia ficción clásica y la fantasía épica?
No me considero un escritor de un género en particular. Lo que me gusta, lo que yo hago, es crear una historia en torno a una metáfora literal: cojo un concepto que suele ser discutido metafóricamente y lo convierto en una realidad en el mundo de la ficción. A partir de este punto me dedico a explorar las consecuencias de este cambio tangible en la realidad. Por ejemplo, en 'Cambio de estado' [uno de los relatos recogidos en El zoo de papel y otros relatos] imagino un mundo en el que el alma de cada uno de nosotros es un objeto que nace cuando nacemos, del que no podemos desligarnos y cuyo destino no podemos cambiar. A veces literalizo esa metáfora a través de la tecnología, por eso se me cataloga como un escritor de ciencia ficción. Me alegra que la crítica y los lectores puedan encontrar útiles estas etiquetas, pero no pienso en ellas cuando tengo que sentarme a escribir.
La fantasía que escribo a menudo se lee como ciencia ficción y mi ciencia ficción a menudo se lee como fantasía. Mi ficción histórica puede ser realismo mágico y las historias más literarias a menudo se centran en alguna reflexión sobre el uso de la tecnología. Mi literatura no funciona con los lectores que prefieren que las ficciones se ciñan a un género determinado.
De hecho, su saga La Dinastía del Diente de León está muy influenciada por la poesía épica.
Sí, probablemente mis mayores influencias hayan sido La Eneida de Virgilio y El paraíso perdido de John Milton, dos de mis poemas épicos favoritos. La gracia de los reyes es una novela sobre cómo se crean los mitos nacionales, un tema central en La Eneida, mientras que el resto de libros exploran un modelo de heroísmo que se aleja de la tradicional visión militarista del tema, una preocupación clave en El paraíso perdido.
¿Por qué decidió centrar La gracia de los reyes en la creación de mitos nacionales?
Porque el proceso de creación de este tipo de mitos es fundamental para todos los pueblos y es particularmente relevante en mi país. EEUU está viviendo un momento realmente convulso en todo lo relacionado con su propia mitología: ¿quiénes son sus héroes?, ¿quiénes están autorizados a contarnos su historia?, ¿sigue estando el 'sueño americano' disponible para todos nosotros?, ¿nos hundiremos arrastrados por el pecado original de EEUU o tendremos la posibilidad de redimirnos? Son preguntas que sacuden las bases del mito de EEUU y de las historias que nos contamos como pueblo para definir quiénes somos.
Con La gracia de los reyes también inventó un nuevo estilo: el 'silkpunk'. ¿Cómo lo definiría?
'Silkpunk' es la abreviatura que uso tanto para describir la estética tecnológica de la saga como para definir el enfoque literario que utilicé para componer los libros. Me inspiré mucho en las idea de W. Brian Arthur y en su visión de la tecnología como un lenguaje. La tarea de un ingeniero es muy parecida a la de un poeta porque el ingeniero debe ser capaz de combinar de una manera creativa los componentes que tiene a su disposición para solucionar un determinado problema, ideando artefactos que funcionan como nuevas expresiones de un lenguaje técnico.
En Dara, el mundo en el que se desarrollan mis novelas, esta visión de la tecnología es dominante. La peculiaridad es que todos estos avances técnicos se sostienen sobre materiales que tuvieron una importancia histórica fundamental para los pueblos de Asia Oriental y las islas del Pacífico: el bambú, las conchas, los corales, el papel, la seda, las plumas o los tendones. Es todo pura biomimética. Por ejemplo, los dirigibles se elevan gracias a mecanismos basados en las vejigas natatorias de los peces y los submarinos se mueven imitando la forma en la que lo hacen las ballenas.
En cuanto al enfoque literario, lo que hago es mezclar y combinar elementos de diversas tradiciones literarias mundiales con las que me siento como en casa. Cojo las técnicas de los romances historiográficos de Asia central y las yuxtapongo deliberadamente con elementos típicos de las narraciones épicas occidentales. Todo ello combinado con los pilares estéticos del punk: la rebelión, la resistencia y el desafío a la autoridad.
Usted ha mencionado los dirigibles y los submarinos, pero hay todo tipo de máquinas en sus libros. ¿En qué se inspiró para crearlas?
Y todavía hay muchas más que no habéis visto... Cuando trabajé como ingeniero de software y consultor de litigios me interesé mucho por la historia de la invención. Me encanta investigar sobre cómo funciona una determinada tecnología y construir prototipos. He hecho varios de muchas de las máquinas electrostáticas que aparecen en mis libros, aunque algunos de mis experimentos acabaron volviéndose un poco peligrosos... Te aseguro que basta con echar un solo vistazo a las bases de datos o a los viejos registros de patentes para entender que la raza humana puede ser a la vez maravillosa y absolutamente ridícula. La tecnología y la investigación científica son los monumentos y los poemas épicos de nuestra era.
La eterna pregunta: ¿para cuándo la última entrega de La Dinastía del Diente de León?, ¿puede darnos alguna pista sobre el argumento?
He trabajado en esta saga durante diez años... A menudo la he sentido como si fuera mi tercer hijo, por eso estoy muy emocionado con la idea de terminar una historia en la que he puesto tanto de mi vida. Os puedo adelantar que el último volumen de la trilogía ha resultado ser tan largo que se va a publicar en dos volúmenes: The Veiled Throne [El trono velado] y Speaking Bones [Huesos que hablan]. Los dos forman una narrativa coherente y ninguno de ellos puede ser entendido sin el otro. Así que parece que he acabado escribiendo una serie de cuatro libros mientras intentaba escribir solo tres.
Sobre la trama puedo decirte que esta última parte de la saga va a ser la más 'silkpunk' de las dos. Hay más batallas, más intrigas, más penas y más emoción que en toda la primera mitad. Me preocupa un poco cómo van a ser recibidos estos dos tomos, pero espero emocionar a los lectores que disfrutaron con las dos primeras novelas. Tengo muchas ganas de que se publiquen y podáis leerlas.