“La muerte no está en el discurso social porque al capitalismo no le interesa”. Este es uno de los motivos por los que Manuel Vilas la convirtió en una de las protagonistas de su novela Nosotros, ganadora del Premio Nadal 2023. Un libro en el que ahonda en la soledad y las relaciones a través de Irene, una mujer viuda de 50 años que decide iniciar un viaje por la costa mediterránea como forma de invocar y evocar al gran amor de su vida, Marcelo.
“El placer está muy mal visto pese a que nos rige”, asegura a este periódico el galardonado, que ya fue finalista del Premio Planeta 2019 por Alegría. “La vida es un don maravilloso pero hay que gastarlo”, apunta sobre una idea que vertebra su volumen de principio a fin. Es lo que intenta su personaje principal, que recuerda sin dejar de pisar el acelerador en ningún momento, que sufre, reflexiona y teme lúcidamente; con genuinas y espontáneas cavilaciones.
El autor de títulos como Amor, España, Lou Reed era español y Ordesa reivindica la literatura como herramienta “para encarar las pérdidas” y el “sitio natural en el que está todo lo que nos incomoda”. Y poder, con ello, ponerlo en palabras.
¿Han pasado de moda las historias de amor?
Sí. Desde hace años está habiendo muchas novedades importantes dentro de la sociología sentimental. Una historia de amor clásica como la que hay en el libro puede resultar llamativa. Pero va a seguir habiendo historias de amor, sea con quien sea, porque es un sentimiento fundamental.
La novela se titula Nosotros porque cualquier ser humano aparece en este mundo como un 'yo' cuya finalidad va a ser construir a lo largo de su vida un 'nosotros'. Con quien sea, porque no se puede estar solo. Esa es la gran aventura. Ya sea en pareja, construyendo una pequeña empresa familiar, un trabajo o un grupo de amigos. Inevitablemente, hay que construirlo. Pasar de una primera persona del singular a una primera persona del plural es la esencia del vivir.
El libro dice que “todos nos acabamos inventando nuestro pasado”. ¿Por qué?
Como escritor, en las novelas me planteo: “¿Qué demonios somos?”. Todos estamos entretenidos con la vida. Tenemos nuestros trabajos, familias, amigos, viajes, vacaciones. Y ese entretenimiento es maravilloso porque la vida es un hacer. Pero a veces, hay momentos en los que uno se pregunta: “¿Qué estoy haciendo en este mundo?”. Ese es un poco el momento de las novelas y la literatura. Eso es lo que hace Irene, se pregunta qué es vivir. Vivir tiene que ser un acto placentero. Ella busca el placer, que está muy mal visto y sin embargo, rige nuestras vidas.
Hemos cambiado la palabra placer por “me gusta” o “me encanta”. Cuando decimos: “Me encanta mi trabajo”, ¿qué quiere decir eso? Que te da placer. ¿Por qué no puedes decirlo? ¿Por qué el presidente del Gobierno está encantado de serlo? Porque le da placer. El placer está asociado a la corporalidad, al erotismo, y todavía tenemos problemas con esto. En parte, porque todavía hay generaciones en España que vivieron la represión del franquismo y tardofranquismo; aunque en otros ámbitos ideológicos tampoco está aceptado. No podemos verbalizarlo socialmente, pese a que rige la vida. Por eso en la novela se recuerda a Freud. Se dice: “Dios mandó a Jesucristo al mundo, vio que había metido la pata y después mandó a Freud para arreglar lo que Jesucristo había mal metido”.
El libro afirma que “el placer está condenado por la religión y perseguido por las civilizaciones”. ¿Se han apropiado de él indebidamente?
Las ideologías y las religiones se apropian de lo humano. Por eso, la literatura tiene el papel de volver a recobrar todo eso que se nos roba. No permitiría la hipocresía en una novela. La intimidad, las fantasías, las verdades más auténticas, aunque nos resulten malvadas y perversas, tenemos que verlas en algún sitio. La novela es el sitio natural donde está todo lo que en la vida social nos incomoda.
La novela es el sitio natural donde está todo lo que en la vida social nos incomoda
¿Tiene esto tiene que ver con otra afirmación presente en el libro de que “la vida de todas las personas son un cuento de hadas”?
En la vida hay un problema fundamental: la relación que establecemos con nuestro pasado. Es la misma relación que tienes con la ficción. Se dice que hasta que no llegas a la vejez, no te das cuenta de lo maravilloso que fue ser un joven. Un joven no sabe entender que está en el momento más glorioso de su vida. Tiene que convertirse en un ser maduro para verlo.
¿Tuvo claro desde el inicio que quería que la protagonista fuera mujer?
Estaba harto de escribir hombres, tenía que ser una mujer. Algo que es un poco atrevido hoy en día. Pero hay una larga tradición, desde Flaubert con Madame Bovary, de escritores que se han metido en la piel de una mujer. Cuando tomé la decisión, me pareció un gran desafío. Hablé con muchas, pero no es tu zona de confort. Pero bueno, lo hemos hecho.
Cuando alguien queda viudo o viuda, se genera esta contradicción sobre si se volverá a amar, a tener relaciones sexuales. ¿Por qué parece que cuesta tanto? Tampoco se habla demasiado sobre cómo hay personas que sí que vuelven a enamorarse, mientras que otras no.
Son vidas incompletas. Hay muchas gente, sobre todo a partir de los 50, que tras desamores o rupturas deciden vivir solos porque han sufrido desengaños; y optan por una renuncia. Esa renuncia puede significar una estabilidad, pero también hay un vacío. ¿Para qué quieres vivir muchos años si no es para enamorarte de alguien? Ahí hay una paradoja. La gente elige. Creo que la vida son pasiones y placer. Si no, no tiene significado. No puede ser una supervivencia sin sabor. Los deseos, las pasiones y los placeres forman el instinto humano esencial. Las novelas lo recuerdan.
La gran aventura del ser humano en la vida es pasar de un yo a un nosotros
¿El amor lo trasciende todo? ¿Tiene ese poder?
Totalmente. La vida es poder y es salvaje. Es un don maravilloso pero hay que gastarlo. Se te entrega una energía maravillosa para que la gastes viviendo. Esta idea de que vivir es placer y pasiones es un poco disolvente. La vida es generar un orden, ser una persona solidaria, respetable, noble. Todo eso está bien, pero con eso no llenas una vida. Si no hay una pasión, es imposible. Esto es igual que hace 2.500 años. Sigue siendo la asignatura pendiente de cualquier ser humano.
Los muebles tienen mucho protagonismo en la novela. ¿Por qué?
Tiene que ver con los materiales nobles. Se dice que los muebles de IKEA son la derrota del amor. Construimos nuestra vida con materiales innobles, plásticos. Un mueble de madera de verdad, artesanal, es una herencia. Tener un mueble de tus abuelos te permite tocarla. Puedes construir tu genealogía y ahí hay belleza, una forma de enraizar y eso es importante.
De ahí a que Marcelo esté obsesionado con que los clientes de su tienda se lleven buenos muebles para que se sientan protegidos en sus casas de la fealdad, rodeados de belleza. Es una idea muy poética. Si una pareja se va a vivir junta y llenan su apartamento de muebles de IKEA a lo mejor no reciben unas vibraciones que profundicen en su amor. Si hay algún mueble bonito, puede ayudarles a vivirlo.
La vida es un don maravilloso, pero hay que gastarlo
Hay algo triste por cómo todo parece cada vez más estandarizado, de tal forma que al ir a vivir en pareja, igual ni se plantea como opción.
No te lo planteas porque no te lo puedes pagar. Las necesidades materiales son las más urgentes, comer todos los días es necesario, tener un trabajo, etc. Pero la belleza también. En medio de la fealdad, un ser humano se deprime. Necesita que las casas, las ciudades, tengan algo de belleza. Que un piso o una casa en la que vayas a vivir tenga algún mueble hermoso, que dé gusto vivir ahí.
En este contexto de inmediatez y rapidez, ¿se está quedando lo bello sin espacio?
Lo bello está muchas veces asociado a lo burgués. O a lo frívolo. No forma parte de las prioridades sociopolíticas. Sin embargo, la gente sí lo necesita. De hecho, los museos siguen estando petados. ¿Y qué hay en un museo? Belleza.
La protagonista critica que no ha habido “redención” en el cuerpo de las mujeres. Lamenta que no haya habido “ninguna transformación política” y que todo haya quedado “en arrugas y decadencia”.
Es que todavía sigue vigente. A día de hoy, el envejecimiento de la mujer no es como el del hombre. Ojalá me equivoque. Las actrices de Hollywood se quejan de que a partir de los cincuenta, los productores ya no les llaman. Algo hay ahí. El envejecimiento de los hombres no está penado socialmente.
La muerte y la gestión de la pérdida están muy presentes en el libro, siendo algo de lo que después no se habla tanto en el día a día.
La literatura también sirve para encarar las pérdidas, ya que todos nos vamos a enfrentar a ellas. Azorín decía que “vivir es ver morir”. Irene tiene que encarar la muerte de su marido. También está presente la decadencia física, que está oculta en la sociedad actual. La literatura y el cine son los únicos sitios en los que una persona puede ver tratado este tema. Socialmente está apartado del discurso social porque al capitalismo no le interesa esa realidad del ser humano, de la muerte y el envejecimiento.
Hay otra cuestión importante: la muerte no tiene argumento literario. Es lo que los vivos dicen de las personas que se han ido. Los vivos siguen manteniendo vivos a sus muertos. En esa conversación hay belleza, pero socialmente el tema de la muerte está apartado. En una novela sí lo puedes tratar. Se puede resumir con un eufemismo que lo dice todo: la palabra fallecer. En los medios y la conversación social se dice “ha fallecido”. Se elige fallecer y no morir, porque morir está muy connotado. En la novela se dice que “la mayor humillación que puede recibir un ser humano es una sentencia de muerte”.