La risa histriónica de Mercè Rodoreda era el rasgo de su carácter que más llamaba la atención tras un primer encuentro. “Lo que mejor recuerdo es la alquimia de su risa y su mirada extraña”, escribe Montserrat Roig después de entrevistarla. Se creó así la imagen de una escritora que, aun describiéndose a sí misma como introvertida, parecía desvergonzada, irónica y mordaz en las distancias cortas.
A Rodoreda le gustaba meterse en situaciones complejas y problemáticas para, según contaba, acumular material narrativo y plasmarlo en sus novelas. La primera aventura no fue buscada, pero sembró en ella ese espíritu: con poco más de 30 años, cuando ya empezaba a ser reconocida en el mundo literario catalán, tuvo que exiliarse a Francia al finalizar la Guerra Civil. La paz tampoco duraría mucho en París y seis años después se vio esquivando soldados alemanes durante tres semanas para regresar a pie a Barcelona. “Mire, yo he ido muy poco a la escuela y me hubiera gustado mucho ir a la universidad, cosa que no ocurrió, pero iba a una escuela muy buena que es la escuela de mi propia vida y los libros que leía”, contaba Rodoreda en el programa A fondo, grabado en 1980.
Así nacieron tanto las cuatro primeras novelas cortas de las que después renegaría toda su vida, como las obras por las que hoy cuenta con un reconocimiento literario internacional: La plaza del Diamante, Aloma o Espejo roto. Libros traducidos a más de 40 idiomas y que, para lo bueno y malo, se convirtieron en lectura obligatoria dentro del currículum escolar de las comunidades catalanoparlantes, transformando a Rodoreda en un símbolo de la cultura catalana. Su rápida institucionalización provocó que su obra quedara ligada a la historia del país, en tanto que sus novelas servían de retrato y testimonio de la vida en la posguerra, y a la ortodoxia curricular.
La pregunta que surge entonces es cómo desde esta rígida lectura, la escritora aparece hoy reconvertida en una suerte de icono pop millennial en redes sociales. Haciendo una búsqueda rápida en Twitter es fácil toparse con un hilo que compara fotos de Rodoreda con imágenes de flores, frases suyas con miles de retuits, gifs y stickers, artículos que hacen tipologías de masculinidades tóxicas comparando sus personajes con memes o vídeos con centenares de miles de visitas en los que se asocian sus novelas a influencers como Dulceida o Laura Escanes.
“A pesar de que Rodoreda es una escritora muy estimada, creo que hay toda una generación de catalanes que no tienen en demasiada estima La plaza del Diamante, y esto se debe a la obligatoriedad de su lectura durante la educación secundaria. Sin embargo, esta misma generación se está aproximando ahora desde otras perspectivas a su figura”, explica Sergio Fernández, doctor en Teoría de la Literatura, editor de sus cuentos infantiles y que acaba de publicar una nueva traducción al castellano de La plaza del Diamante (Edhasa); Rodoreda había manifestado que la anterior, realizada por Enrique Soto, no la convencía del todo.
“Recientemente también se ha publicado Paraules, flors i pólvora de Cinta Arasa, que es una novela que recrea, desde la ficción, la adolescencia de Rodoreda y su espíritu combativo”, continúa Fernández, enumerando varios ejemplos que han contribuido a esta transformación en las formas de recibir y leer a la escritora catalana. “La pérdida de prejuicios también han impulsado su obra: la reedición de novelas como La calle de las Camelias y La muerte y la primavera, tan enigmática en su redacción y tan misteriosa en su contenido, ha logrado el acercamiento de un público mayor, y a su vez se ha aportado nuevas visiones en la producción narrativa de la autora”.
Precisamente la publicación en 2017 de esta última novela póstuma, La muerte y la primavera, abría la puerta a una Rodoreda más desconocida y oscura, en la que el elemento fantástico ganaba fuerza y transitaba hasta descripciones de horror gótico. Aquí apenas hay rastro del interés sociohistórico de las anteriores, más bien al contrario: genera una sensación de extrañamiento, más cercana a lo desconocido que a una lectura costumbrista de la novela psicológica. “Estoy segura de que esta novela determinó un cambio de percepción”, comenta Maria Bohigas, editora de Rodoreda en Club Editor. “Lo vimos con nuestros ojos: de repente, en las presentaciones de libros, el público había rejuvenecido 20 o 30 años. Y es que el mundo de La muerte y la primavera resulta mucho más familiar y creíble, mucho más descifrable para una persona nacida en el año 2000 que el mundo realista de la posguerra tal como lo viven Colometa o Cecilia Ce”.
Bohigas es traductora, filóloga, editora y directora de Club Editor desde 2005, cuando compró al grupo Planeta la editorial que había fundado su abuelo, el novelista Joan Sales, y que publicó en su momento las grandes novelas de Mercè Rodoreda. Desde entonces, Bohigas ha trabajado en la recuperación y actualización de su catálogo, ofreciendo una nueva vida a los clásicos. “Las obras maestras tienen esa virtud: cada época necesita releerlas y reinterpretarlas”; y explica, en referencia a la autora catalana, que “hubo un tiempo en que no se quería ver cierta dimensión de Rodoreda vinculada a la violencia y al sexo. Hoy se tiende a ver sólo su tratamiento de la violencia de género. Pero, en realidad, Rodoreda es más compleja, se encarga de poner delante de nuestras narices su experiencia del mundo, donde nada se reparte tan bien entre hombres y mujeres como las ganas de causar daño a los demás. Siempre hay muchas miradas que conviven y se contradicen”.
La incapacidad del imaginario popular de pensar en ella como una escritora que hablase de relaciones de dominación, sexo y violencia, también tuvo mucho que ver con la adaptación maniquea de su obra a otros formatos. “Como milennial, para mí Rodoreda ha estado sin duda asociada a una estética de telenovela muy concreta, seguramente por la adaptación que hizo Benet i Jornet de Mirall trencat. Y entiendo que también contribuyó a ello la institucionalización de la autora y la utilización política de su figura, que hicieron que para muchos quedara asociada a una cultura sensiblera, aburrida y carca: Mercè Rodoreda como una tieta convergent”, cuenta Eudald Espluga, periodista cultural que ha publicado varios artículos en Playground –medio dirigido a un público joven– sobre las reediciones y traducciones más recientes de sus obras.
“En el instituto las novelas de Rodoreda servían mucho más como documento histórico para hablar de la difícil vida en la España de posguerra que como obras literarias con un valor estético propio. Igual que en esos mismos años escolares Solitud, de Víctor Català, podía maravillarte por la violencia y la rudeza de sus palabras, La plaça del Diamant a muchos nos resultaba tediosa, melodramática y hasta cursi. No porque lo fuera, porque no lo es, sino por la asociación de su figura con ese realismo gris y lo que creíamos que representaba Rodoreda”, explica Espluga, que a continuación cita también la publicación La muerte y la primavera como el desencadenante para conocer a esa nueva Rodoreda: su lectura le permitió volver a leer La plaza del diamante desde otra óptica.
Más allá de estas reediciones y nuevas traducciones quizá lo que mejor ejemplifica el reciente interés despertado es su éxito en redes sociales. La cuenta más popular en este sentido es @rodoredamerce, detrás de la cual está la exconsejera de cultura Mariàngela Vilallonga. Cada día cita un fragmento de alguna de sus obras, una declaración o parte de una carta de Rodoreda, siempre intentando conectar sus palabras con la actualidad.
Entre los más de 29.000 seguidores que acumula se encuentra la cantante Rosalía: una seguidora especialmente reseñable teniendo en cuenta que, cuando saltó la noticia, solo seguía a cinco personas. “Quizá por sí sola esta cuenta no creará nuevos lectores, pero es muy diferente llegar a la lectura obligatoria de La plaça del Diamant cuando tienes a youtubers como Juliana Canet recomendando sus novelas a influencers, Rosalía dando retuits a frases suyas o memes de ella con sentencias potentes y divertidas que hacerlo en el contexto de lectura escolar”, expone Espluga, que no cree que este lenguaje internetero haya sido determinante en el cambio de recepción de su obra, pero que sí debe tomarse como síntoma de una transformación en marcha: “Nos indica que Rodoreda no es solo esa patum de la cultura catalana que fue un símbolo social, político y lingüístico, sino también y principalmente una escritora cuyas novelas desbordan el comentario sociohistórico en clave catalanista para erigirse en un referente internacional e intergeneracional, que tanto pueden deslumbrar a Carmen María Machado como a streamers de 19 años”.
Sara Serrano, creadora de la cuenta @amemsillegim, dedicada a subir memes de literatura catalana, está de acuerdo con Espluga en que Twitter no supone tanto una vía de entrada a Rodoreda como una herramienta de divulgación que da cuenta del fenómeno. Ella misma se muestra sorprendida por el éxito de una cuenta que creó sin grandes pretensiones: “Me chocó ver la buena acogida que tuvo entre usuarios e instituciones. Gracias a ello decidí ampliar los formatos y crear, además de memes, gifs y ahora stickers para WhatsApp”.
Aunque Serrano no está dedicada en exclusiva a Rodoreda, la escritora aparece con regularidad porque en ella se concentran varios aspectos que casan bien con el lenguaje del meme. “El hecho de ser famosa hace que su biografía siempre haya dado de qué hablar y generado controversia. Incluso hay versiones de episodios de su vida diferentes y, como decimos en catalán, capelletes alrededor de cada versión, así que puede ser otra cosa que dé que hablar en internet”, explica Serrano sobre los motivos por los que, sumados al conocimiento generalizado de su obra, las alusiones a Rodoreda siempre tienen buena acogida entre los seguidores de la cuenta. “También su carácter y la imagen que se proyecta de ella, como mujer independiente, que lucha por sus ideas, por su lengua o por su cultura”.
En medio de este fenómeno popular que se da ampliamente en Catalunya, queda por ver si alcanza otros territorios en los próximos años gracias a las nuevas traducciones al castellano y la viralización de los contenidos en redes sociales que reproducen esta nueva aproximación. Porque como afirma Sergio Fernández: “aún están por hacerse muchas nuevas lecturas y acercamientos más periféricos de Mercè Rodoreda, menos repetitivos. Queda mucho por descubrir”.