Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) sostenía que la esencia del periodismo era “andar y contar”, o sea, acudir a los lugares donde se producía la noticia para narrar esas historias a los lectores. Pero Chaves no solo anduvo a pie, sino que en los años veinte y treinta del siglo pasado, en una actitud pionera, tomó aviones y trenes, barcos y automóviles para dar testimonio de acontecimientos que iban a transformar el mundo. Viajó como corresponsal a la Alemania nazi y a la Rusia soviética, a Francia e Inglaterra, entrevistó a los líderes de aquella Europa en ebullición y a los dirigentes de la República española.
Por supuesto, recorrió España de punta a cabo, desde los campos de Andalucía a los ministerios de Madrid, desde las chabolas a los palacios. A pesar de todo ello fue un gran desconocido para el gran público hasta hace un par de décadas cuando algunos profesores, escritores e historiadores revelaron la enorme talla de un cronista que supo combinar la actualidad del periodismo con la belleza de la literatura. El historiador Francisco Cánovas publica ahora Manuel Chaves Nogales. Barbarie y civilización en el siglo XX (Alianza), donde sitúa la vida y la obra del periodista con el trasfondo de los cambios políticos y sociales.
Profesor universitario de Historia y autor de biografías recientes (Benito Pérez Galdós, Santiago Ramón y Cajal…), Cánovas opina que la aportación mayor de su libro se centra en mostrar lo que Chaves narró de aquel mundo entre dos guerras mundiales y de una España que se encaminaba hacia una contienda civil. “Por ello”, afirma en una charla con elDiario.es, “mi libro presenta una introducción con la biografía de Chaves, pero la mayor parte se dedica a su visión de la revolución rusa, la Alemania nazi, la República y la Guerra Civil españolas, la agonía de Francia, la batalla de Inglaterra y el exilio republicano español. Chaves concebía su oficio como un servicio público y, al mismo tiempo, fue un precursor de ese nuevo periodismo que más tarde encarnaron Truman Capote o Gay Talese al acudir al lugar de la noticia para narrar hechos reales con un estilo entre el periodismo y la literatura. Su objetivo pasaba por avivar el ánimo de los lectores, es decir, por incentivar su curiosidad y su deseo de entender la sociedad en la que vivían. De este modo, se preocupó por explicar la política internacional como contexto de la situación española”.
Nacido en una familia de la burguesía ilustrada sevillana, hijo y sobrino de periodistas, Chaves se formó como autodidacta, ya que la muerte de su padre le obligó a trabajar desde los 14 años. Serio, culto y muy trabajador, de mirada escrutadora con ojos claros, apenas sonríe en las fotos que se conservan de él, se mostró siempre en contra de los totalitarismos y se definió como “un pequeño burgués liberal, ciudadano de una República democrática”.
Tanto en sus reportajes desde la Alemania nazi, adonde viajó en 1934, un año después del ascenso de Hitler al poder, como en sus crónicas desde la Unión Soviética a finales de los años veinte, el periodista alerta de los inmensos peligros de ambos regímenes para la democracia. En aquellas coberturas publicadas en el Heraldo de Madrid entrevistó a personalidades de la época como Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del nazismo; a Alexander Kerenski, jefe del Gobierno ruso tras la caída de los zares; o al líder británico Winston Churchill. No obstante, el reportero, uno de los mejores periodistas españoles de todo el siglo XX, no incurrió en un falso paralelismo entre los dos sistemas totalitarios.
“Chaves Nogales”, opina su biógrafo, “reflejó el nazismo como una locura, como una barbarie racista y expansionista. En cambio, en el régimen comunista observó elementos negativos, como el militarismo o la burocracia, pero también aspectos positivos como la liberación de las mujeres o el intento de una justicia social que el estalinismo desarmó después por completo”.
Un periodista incómodo
Considerado Chaves por la historiografía conservadora como un representante de una tercera España, el profesor Cánovas califica de demagógica esa visión. “El periodista sevillano”, señala el autor del libro, “fue un ferviente demócrata, defensor de los valores de igualdad, justicia y libertad de la República, amigo de Manuel Azaña, y director de Ahora, el periódico republicano más importante. Su compromiso democrático fue incuestionable. Sin embargo, está claro que Chaves Nogales siempre se mostró muy crítico con los extremismos, bien fueran los fascistas o la extrema izquierda. De hecho, marchó camino del exilio en plena guerra, cuando el Gobierno se trasladó de Madrid a Valencia, y dejó a su familia en España, por el temor a ser víctima de grupos radicales de uno u otro signo”. Está seguro Cánovas de que Chaves sería hoy también un periodista incómodo por sus denuncias de los populismos o los fanatismos que vuelven a cobrar fuerza en los últimos tiempos. Todos aquellos que han estudiado la trayectoria de Chaves Nogales han destacado su valentía y su independencia de criterio y, a modo de ejemplo, el biógrafo cita aquellas crónicas sobre la Alemania nazi publicadas en una España que asistía al ascenso de partidos derechistas, como la CEDA, o al auge del falangismo y de la extrema derecha.
Como experto en la trayectoria política y literaria de Pérez Galdós, el profesor Cánovas observa hilos conductores que enlazan al autor de Los episodios nacionales con Chaves Nogales. “Ambos”, comenta, “eran muy rigurosos en su obra literaria y periodística, reunían una documentación exhaustiva sobre sus temas, tenían grandes dotes de observación y sus oídos estaban muy atentos a escuchar el habla popular. Los dos reflejaron además de forma magistral las sociedades españolas de su tiempo. Es más, el periodista sevillano sentía mucha admiración por Galdós y en su exilio en Londres en 1943, poco antes de morir, participó en los actos del centenario del nacimiento del escritor canario con una charla sobre el liberalismo en las novelas de Galdós”.
Autor de una obra literaria descomunal, en paralelo a su actividad como periodista, Chaves Nogales fue un maestro de la biografía (Juan Belmonte, matador de toros); de los relatos sobre la Guerra Civil (A sangre y fuego y Los secretos de la defensa de Madrid); de una novela costumbrista sobre la revolución rusa (El maestro Juan Martínez que estuvo allí); del reportaje de sociología viajera (La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja); o del análisis político (La agonía de Francia). En cualquier caso, periodismo y literatura se convirtieron en vasos comunicantes. Así las cosas, sorprende que la figura de Chaves Nogales no fuera redescubierta para un público generalista hasta fines del siglo pasado. Afortunadamente hoy goza de un prestigio merecido y toda su obra está publicada en ediciones recientes.
Pero Cánovas atribuye este olvido a varios factores. “En primer lugar”, sostiene, “la dictadura franquista cayó sobre una losa sobre personajes de esa categoría. Cabe recordar en este sentido que el general Franco llegó a procesar a Chaves por masón cuando ya había fallecido en su exilio de Londres. Pero, además, ciertos sectores de la izquierda más radical también condenaron de algún modo a Chaves, que fue muy beligerante contra los extremistas en sus crónicas y en sus libros. Basta con leer los relatos de A sangre y fuego, quizá su mejor libro y uno de las obras literarias más estremecedoras y lúcidas sobre la barbarie de la Guerra Civil”.