El movimiento se produjo a mediados de noviembre de 2021, pero pasó casi desapercibido. Anagrama adquirió la editorial de poesía independiente La Bella Varsovia, una de esas estrategias comerciales que suelen causar revuelo dentro del sector, pero que en este caso no ha provocado demasiado alboroto. Al menos, de puertas para fuera. Sin embargo, plantea ciertas preguntas: ¿por qué una empresa consolidada como Anagrama, que hasta ahora solo publicaba narrativa y ensayo, ha decidido apostar por un nuevo género? ¿Está tomando impulso la poesía dentro de la industria literaria? ¿O es que, en realidad, los poetas tienen más relevancia de lo que se puede pensar?
Ambas partes tenían una relación previa. Elena Medel, que fundó el sello cordobés junto a Alejandra Vanessa en 2004, publicó su primera novela Las maravillas en Anagrama en 2020. A partir de ahí y poco a poco se fue gestando la posibilidad de introducir a La Bella Varsovia en la editorial catalana, según explica Silvia Sesé, su directora editorial, a elDiario.es por escrito. Afirma que, pese a lo que pueda parecer, no responde a ninguna necesidad de abrir su abanico a una nueva forma de literatura: “No existió el plan previo de incluir géneros que no están en Anagrama. Se concretó por la afinidad con el catálogo, lo que hacía esa incorporación muy natural. Si bien es cierto que queremos valorar esta experiencia para pensar en no tanto futuras adquisiciones sino acercamientos más estratégicos con proyectos editoriales afines que puedan fortalecerse y fortalecernos en un mercado muy concentrado”.
La Bella Varsovia seguirá siendo un sello independiente, dice Elena Medel a elDiario.es “conmigo como directora editorial y con el apoyo valioso y entusiasta de todo el equipo de Anagrama”. La proyección a Latinoamérica se menciona como uno de los beneficios principales que la operación ofrecerá a la editorial de poesía gracias a la posición de distribución de su compradora. Esto también permitirá la incorporación de autores de América Latina al catálogo. En principio, la línea editorial de La Bella Varsovia seguirá siendo la misma que hasta ahora. “Se mantendrán los rasgos que me han guiado en estos años: el trabajo con el lenguaje, la mirada a la realidad, la atención a la escritura de mujeres… Los libros previstos para 2022 (y algunos ya cerrados para 2023) inciden en esto”, desarrolla Medel.
Por lógica, el público al que se dirigen sus obras tampoco cambiará, aunque también hay intención de que se amplíe. El plan de publicación para este año incluye autores como “Mario Obrero, Irene Solà traducida por Unai Velasco, Alba Cid en traducción propia, Amalia Bautista o Marta Sanz”, desgrana Medel. “Para mí no hay distinción entre los libros publicados por La Bella Varsovia hasta diciembre de 2021 y los libros publicados por La Bella Varsovia a partir de enero de 2022. Títulos apabullantes de Sara Torres y Berta García Faet, que marcan etapas nuevas en su escritura y releen cada una a su manera la tradición. Una voz ya fundamental en la riquísima poesía gallega como es Ismael Ramos, y una joya de enorme valor: El libro doce, la obra póstuma de Carmen Jodra Davó. Seguiremos defendiendo la voluntad de cuidar e impulsar el fondo, al margen de la apuesta evidente por las novedades”, dice.
El interés de los lectores en la poesía
La Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) no hace públicas las cifras de venta, pero sí ofrece a elDiario.es un detalle en concreto: “El libro de poesía más vendido en librerías en 2021 fue Adiós al frío de Elvira Sastre (Visor), que aparece en el puesto 138”. Matizan que este ranking de ventas utiliza los datos de 850 librerías españolas, no de todas.
Ángelo Néstore, de la editorial de poesía española Letraversal, opina para que “desgraciadamente” hay una costumbre de “medirlo todo al peso” y “la percepción” sobre la lectura “tendría que ser matizada”. “Aunque la venta de libros de poesía, especialmente en el sector independiente, no suele alcanzar las cifras más generosas de géneros como la narrativa o el ensayo, creemos que el público lector de poesía en España es bastante crítico y está abierto a recibir nuevas formas de percibir lo poético. Esta es también una de nuestras misiones”, añade.
Silvia Sesé y Néstore coinciden en que el interés por la lectura de este género sí que está creciendo. “Una buena parte de los lectores de Anagrama son también lectores de poesía y posiblemente sí haya aumentado el interés por la poesía en los últimos años entre los lectores jóvenes”, dice Sesé. Por su parte, el editor de Letraversal percibe que “el diálogo entre público lector y autora está generando también nuevas aproximaciones a lo poético, que, en algunos casos, desbordan el artefacto ‘libro’ o lo repiensan”. El apoyo de las instituciones públicas también está ayudando en este sentido, según Néstore, pese a que matiza que “quizás se debería orientar ese apoyo a la lectura también hacia otros prismas críticos y políticos”.
La adquisición de una editorial independiente por parte de una mucho más grande podría levantar recelos desde observadores externos acerca de cuál será el resultado. Néstore lo ve como algo positivo: “La edición independiente y, en especial modo, de cierta poesía, es especialmente dura y se trabaja en circunstancias un tanto deplorables, especialmente cuando se trata de hacer las cosas bien, salvaguardando en primer lugar el trabajo de las autoras, algo para nosotras primordial”. “Es una alegría que grandes editoriales apuesten por una línea como La Bella Varsovia, siempre y cuando eso no implique un giro en su política de edición, algo que seguramente, en este caso concreto, no ocurrirá”, añade.
En este aspecto, es inevitable pensar en el papel que tienen los prescriptores de libros en el interés del público en la poesía. Y, por supuesto, los medios aquí juegan un papel clave ya que la presencia del género en las secciones de cultura o los suplementos es mucho menor que la que tienen la narrativa o el ensayo. “Desde fuera, como editora, creo que se trata de un círculo vicioso: no se habla sobre libros de poesía por el cliché del género minoritario, porque atrae menos clics o menos publicidad. Pero nadie hará clic en un titular sobre poesía o pagará un banner si nadie escribe ese artículo, esa reseña o esa entrevista”, sostiene Medel. Y también apunta que “sucede igual que en librerías: la presencia de la poesía es menor porque se vende menos que una novela o un ensayo más comerciales, pero si nadie encuentra ese libro (si nadie sabe que existe) nadie lo comprará”.
Qué pasa con la poesía joven
Como todas las etiquetas, la de “poesía joven” sirve para agrupar a autores que comparten una característica: están publicando sus primeros libros. Es un gancho para captar la atención del público, pero también puede ser reduccionista como lo es la de literatura escrita por mujeres, sin ir más lejos. Elena Medel tiene una opinión contundente al respecto del uso de estas categorizaciones.
Los premios específicos para menores de cierta edad y debuts o antologías de voces nuevas sirven de presentación pero también conllevan “ciertas dosis de paternalismo, en ocasiones, que minimiza y desdeña (muchas veces sin esa intención pero con ese resultado) sus logros”, sostiene. “Me pregunto qué sucede después de ese primer o segundo libro, qué posibilidades de publicación existen o en qué condiciones se desarrolla esa obra. En este sentido, desde La Bella Varsovia tenemos la voluntad de publicar, quizá, más a poetas que libros puntuales: acompañar a quienes escriben en su trayectoria, y que se enfrenten con esa tranquilidad a cada nuevo libro”. Un ejemplo de ese empeño es el de la ya consolidada escritora Luna Miguel, a la que ha publicado desde sus inicios hasta su último poemario Literatura masculina (2021). En ese sentido, Silvia Sesé declara que Anagrama apoya esa manera de plantear la edición: “Nos sentimos afines con su interés por los autores que empiezan y con la política de seguimiento”.
Por su parte, Néstore también se muestra reacio a utilizar ese denominativo. “No nos gusta mucho definir la literatura con etiquetas como las generaciones porque, a veces, se vacía de significado el trabajo y la apuesta de voces más jóvenes, cargándolas de expectativas futuras sin profundizar en su presente”. En su catálogo tienen títulos como Excepción de Elizabeth Duval, que nació en el año 2000 y la menciona junto a Mario Otero, nacido en 2003, como “hijas del nuevo siglo, que están propiciando un giro hermoso y necesario en la poética contemporánea”.
Medel señala a Irati Iturritza Errea, nacida en 1997 y de la que han publicado dos libros, Brazos cortos y Tampoco era esto lo que quería decir, porque “construye desde el rigor y la valentía una obra en la que reflexiona sobre el lenguaje y sus posibilidades”. Pero también remarca que “el catálogo de La Bella Varsovia no se limita a voces nuevas ni a poetas jóvenes, aunque en muchos casos nuestros libros más visibles suelan identificarse con esta idea. Pienso como contraejemplo en uno de los faros de nuestro catálogo: Deudas contraídas, de Ana Rossetti, uno de los grandísimos nombres de nuestra literatura, que publicamos hace seis años. Una idea de Federico García Lorca guía el trabajo de la editorial: 'La poesía no quiere adeptos, quiere amantes'”.