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La poeta que vivió la pandemia en la lavandería de un hospital y lo contó con versos

Guillermo Carazo

19 de julio de 2021 22:17 h

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En la primavera de 2020, mientras España entera estaba confinada por la crisis sanitaria, la premiada poeta Begoña M. Rueda (Jaén, 1992) trabajaba en la lavandería del hospital Punta Europa de Algeciras, ubicada frente al tanatorio. Era el centro sanitario en el que lleva contratada dos años y medio.  

Rueda ha contado poéticamente, de manera crítica y cruda, cómo se sufrió la pandemia del coronavirus desde su entorno laboral y ha recogido todo lo vivido en el libro Servicio de lavandería (Hiperión, 2021). Con ese poemario ha ganado el XXXVI Premio de Poesía Hiperión. “Estaba intentando reflejar mi realidad y el poemario me ayudó a visibilizar el trabajo y el sacrificio que nos ha supuesto a las de mi gremio sacar adelante nuestro trabajo”, cuenta Rueda.

“A mí con los premios no me da para vivir. De los siete libros que tengo publicados no he recibido ni siquiera cinco euros de las ventas, ¿cómo me voy a mantener yo de eso? Dotación económica de ganar un premio sí he recibido, pero de las ventas no. Yo no vivo de la literatura”, espeta Begoña M. Rueda en una videollamada con elDiario.es.

Poesía de clase trabajadora

“Ayer planché la ropa / del que ahora sacan a cuestas entre cuatro. Lavé sus sábanas, doblé su pijama, le apañé una almohada. / Esto somos. / Corre el viento de levante y una lluvia fina / repiquetea sobre su ataúd.”, escribe en su poema titulado ‘A 27 de marzo de 2020’.

En Servicio de lavandería los poemas se organizan como un diario, titulados según la fecha, y se dividen en el libro en dos partes: ‘Aclarado’ y ‘Lavado’. ‘Aclarado’ recoge versos que describen cómo se trabajaba en el hospital justo un año antes de la crisis de la Covid-19, en la primavera de 2019. ‘Lavado’ comienza el 21 de marzo de 2020, el inicio del estado de alarma decretado por el Gobierno.

Las crónicas de la pandemia descritas por M. Rueda son duras. Su poesía es de clase trabajadora, una mirada necesaria, que baja los poemas del Olimpo literario donde, en ocasiones, anidan. El resultado son versos que traspasan y documentan lo sufrido: “Dos lavadoras industriales / bastan para blanquear la ropa de las heces / y de la sangre que podría ser mi sangre, mi miseria / podría ser, algún día, un camisón / cubierto de vómito”. Poemas que construyen un libro que refleja la vida personal y profesional de una poeta que no (solo) vive de la literatura.

Servicio de lavandería testifica la precariedad de sector, la falta de guantes y mascarillas –la primera la recibió cuatro semanas después del inicio de la cuarentena–, y la invisibilización que sentía la autora a las ocho de la tarde cuando se aplaudía “la labor de los médicos y de los enfermeros / pero pocos son los que aplauden / la labor de la mujer que barre y friega el hospital / o la de las que lavamos la ropa de los contagiados”, cuenta la autora.

En un pasaje del poemario, Begoña M. Rueda recuerda el día en el que el Ejército fue a su hospital a fumigar todo el recinto. Todo, excepto la lavandería donde ella trabajaba, frente a la que aparcaron el camión militar. “Armados, recios” / como si pudieran abatir la pandemia a tiros“, describe. 

Antes de la nueva normalidad

El premiado poemario también habla del mundo antes de la nueva normalidad y de la crisis del coronavirus. Estos poemas de la cotidianeidad laboral están en el apartado ‘Aclarado’. Jornadas de ocho horas con 24 cargas de ruidosas lavadoras industriales. Compañeras que apenas tienen tiempo ni fuerzas para la conciliación y trabajadoras como Trini. Mujer de 63 años de edad que lleva, según la autora, siendo explotada laboralmente desde los 13. Trini espera la jubilación mientras practica pasos de bachata entre lavadoras que emiten un ruido de 135 decibelios. 

Rueda también comparte en sus versos su momento personal, lo que significó para ella dejar su Jaén de panaceite [sic] y su familia para conseguir un trabajo en Algeciras y aparcar, por motivos personales, el Grado de Filología Hispánica a nueve asignaturas de graduarse. La autora habla del momento sentimental que está transitando y de la dificultad de “que te gusten las mujeres / siendo mujer / e ir a trabajar con el miedo / a que lo descubran / las compañeras”, escribe M. Rueda.

“Hay en la poesía una especie de actitud mindfulness que te ayuda a tener un estado de atención plena. No solo en la lavandería, creo que voy así por la vida y no me doy cuenta”, comparte la poeta.

El jurado del XXXVI Premio de Poesía Hiperión reseñó que Servicio de lavandería es “cohesionado, crítico, lírico sin excesos, poderosamente plástico, con marcados contrastes y finales rotundos”. Jurado que estuvo formado por Francisco Castaño, Ben Clark, Ariadna G. García, Jesús Munárriz, y Benjamín Prado. Este destacado galardón nacional, dedicado a poetas menores de 35 años, no está dotado de prestación económica.

“Renunciando al adorno y al artificio, construye una poética humana de la enfermedad y sus secuelas en general y de la pandemia en particular, focalizada en unas coordenadas subjetivas inéditas, intrahistóricas: la de los y las protagonistas anónimos de la Historia desde un lugar invisible: el personal que se encarga de limpiar la ropa en los hospitales”, señaló el jurado.

Begoña M. Rueda ha sido premiada por cada uno de los siete libros que ha escrito. A parte del Hiperión, cuenta con el Premio Luis Cernuda de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla, Primer Premio de Poesía de la Universidad Complutense de Madrid, VIII Certamen Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos de Albox, entre otros galardones.

“El dinero no es algo que me construye como persona, es algo que yo asumo desde que empecé a escribir”, opina la autora jienense. “Escribir y que la gente me lea a mí me hace feliz. No lo cambio por nada. Aunque no me den un duro llevo muchos años escribiendo y si no he dejado de escribir es porque realmente es una vocación. Yo quiero morirme escribiendo. A mí me nace de dentro y yo lo tengo que sacar”, añade.