Raúl del Pozo (Mariana, Cuenca, 1936) se ríe mucho y habla con el orden de quien ha pensado. Acaba de publicar El último pistolero (Círculo de Tiza), una selección de textos de sus últimos treinta años como columnista, especialmente en el diario El Mundo, donde hay política, literatura u opinión con un estilo único.
Lo que no sabíamos en el momento de esta entrevista es que, poco después, Del Pozo sería distinguido con la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha de este año.
Lo que le preguntarán siempre: ¿por qué columnista y no funcionario, abogado, jornalero, como su padre en Cuenca, o, algo peor, poeta?
Porque es lo que aprendí. No sé hacer otra cosa: no sé poner una bombilla. Cualquier otra cosa que hago, destruyo. Es un bonito oficio, sobre todo en este momento. Que digan lo que quieran: con todas sus contradicciones los columnistas hemos sido parte de la cabeza de puente de la democracia española.
Aunque hay que tener claro que vivimos en una época de Fahrenheit 451. Como sabes, allí el papel se quema y el mundo se queda sin lecturas. No nos vamos a quedar sin lecturas, pero el papel se está quemando.
En este momento hay que decir que la democracia no se ha podrido porque los periodistas hemos sido la cabeza de puente contra una corrupción que ha sido trujillesca. No hay precedentes: ni en Italia. Allí los mafiosos eran unos choricillos al lado de Pujol, Rato o Ignacio González.
¿Usted trató a alguno de los que acaba de citar? Y la pregunta lógica: ¿lo veía venir?
A Rato, un poco. A pesar de lo que te acabo de decir, que hemos sido los ojos de la democracia, no veíamos lo que pasaba por debajo de nosotros, en las cloacas. No sabíamos la riada de basura que bajaba. Éramos verdaderamente inocentes, hasta un poco estúpidos.
¿Fueron inocentes o había algo más allá, me refiero a publicidades y querencias de grandes empresas o institucionales?
Efectivamente todos los periódicos tienen o han tenido compromisos con las grandes empresas, pero yo he estado en algunos como la revista Interviú que era libre como un demonio, o en El Independiente, que fuimos los primeros que comenzamos a denunciar la corrupción y el crimen de Estado. Y luego El Mundo en los noventa, digan lo que digan, era un periódico estigmatizado en aquel tiempo. La gente lo llamaba “basura” pero era un periódico, visto desde ahora, legendario. Y no lo digo porque trabaje en él, lo digo objetivamente: con todas sus contradicciones, con todos sus errores, El Mundo ha sido un periódico legendario para la democracia.
¿Cuál cree que ha sido el error de El Mundo, si lo ha tenido?El Mundo
Seguramente el haber entrado en el baile de la teoría de la conspiración, a mí, en todos sus años de vida, es lo único que no me ha gustado.
Usted nunca ha mandado en un periódico y tengo la sensación de que le da igual pero, ¿quién le ha mandado a usted mejor?
Por ejemplo, Emilio Romero para mí ha sido un director maravilloso en Pueblo. Cuando murió, no fueron ninguno de los toreros, de los escritores, de los políticos, a los que había ayudado. Solo fuimos Carmen Rigalt y yo al entierro. Fue casi clandestino, como si Emilio fuera el único franquista.
Como director de periódico era extraordinario: le bailaban las noticias en las manos. Quitando la sumisión al franquismo, que tenían todos los periódicos, era un diario avanzado para su época.
“Una columna tiene forma de tumba, y entre los deberes del columnista está enterrar a los muertos”, escribió. ¿Quiénes son sus muertos?
A mí me jode esto mucho. Como ya se me muere mucha gente, cuando a alguien le toca, desconecto el teléfono para no escribir el obituario. Me jode ser enterrador. Dice Sartre que hay enterradores que son comunistas. Y aunque los haya, es un oficio jodido. No me gusta enterrar.
Está muy presente este tema en El último pistolero pero no acaba de quedarme claro: ¿es usted ateo?El último pistolero
Al encontrar mi biografía en Internet me he sorprendido porque abajo ponía: “Raúl del Pozo se declara ateo”. Nunca lo he hecho. Lo que sí defiendo es que las Sagradas Escrituras habría que llevarlas al Tribunal de la Haya porque es un libro machista, genocida, hay un elogio a la guerra, al maltrato, cortan el prepucio de los enemigos, asolan ciudades, es homófobo... Eso sí, está muy bien escrito y es, desde el punto de vista literario, un libro bellísimo.
Se le tiene mucha tirria al Antiguo pero el Nuevo Testamento también tiene tela.
No estoy de acuerdo. El Nuevo Testamento es más platónico, más socrático: condena la esclavitud, no es misógino, alaba el papel de la mujer, predica la solidaridad... Creo que es un mensaje importante.
He tenido dos errores en mi vida: uno, decir que sabía jugar al golf por lo que ahora se cagan en mis muertos. Y el segundo, meterme con la religión. Si volviera a escribir, nunca me metería porque ellos tienen razón cuando se enfadan. La democracia es el respeto a las creencias. Como nadie tenemos claro de dónde venimos y a dónde vamos, ellos tienen el sosiego de que tienen resuelto este tema. Psicólogicamente, esto es un consuelo: evita la angustia. Aunque deberían entender el rechazo: han perseguido la democracia, la razón, la Ciencia...
Con respecto a las religiones, ¿es nuestro gran problema el Islam?
Dice Pericles: “Lo que define a la democracia griega es que nunca cerramos las puertas a los extranjeros”. Eso se dice muy bonito en la Grecia de Pericles que era como Almería, pero ahora la cosa tiene más complicación. Tampoco podemos abrir las puertas de Europa a todo el mundo porque se viene toda Asia y toda África, habría que hacerlo con racionalidad desde la ONU porque hay que acabar con el hambre, la miseria y la guerra en el mundo.
El siglo XX recorre El último pistolero. ¿Echa de menos ese Madrid?El último pistolero
Para mí Madrid es un mito, es la ciudad del mundo, es el Siglo de Oro, es la capital de la gloria, la capital de la libertad, la capital de los botines y fue una tierra liberada antes de que llegase la democracia. Madrid es sagrado. El París al que llegué de joven era la luz y la libertad: Café Flore, Sartre, el mayo que empezaba a cocerse... y, por contra, en aquel momento Madrid era una ciudad dura y fría que se convirtió, a pesar de lo mucho que han robado, en un lugar deslumbrante.
¿Qué personajes le deslumbraron?
Cela, por ejemplo, que tuvo la generosidad de ser mi amigo. Con todas sus contradicciones, seguramente no ha sido un buen ciudadano y un buen demócrata, para mí ha sido el gran escritor del siglo XX. Madera de boj, aunque no está terminada, se puede comparar con cualquier obra maestra del Siglo de Oro y con Shakespeare. Me quería mucho y yo a él: son cosas que no tienen explicación dentro de la racionalidad.
¿Qué cree que pasó para que Cela sea olvidado a día de hoy?
No creo que haya sido olvidado ni mucho menos. Cometió errores: le gustaba mucho el poder. ¡Si lo enterraron entre cuatro ministros! Tuvo un mal entierro [nos reímos]. Cela con Baroja son lo mejor del XX.
Madrid y, también, España. ¡Dice unas frases lapidarias!: “España fue una centella de inteligencia con destello incluso superior al de los griegos”.
Es una provocación, aunque contradictoriamente no lo haga por provocar. Yo soy español, coño. Cuando veo las elecciones en Francia compruebo que desde la extrema derecha a la extrema izquierda hay una cosa que no los diferencia: aman a Francia y dicen“Viva la República”. Los españoles estamos condenados a no poder decir que amamos a España. Creo que algún día podremos decir que eres español sin que sea una blasfemia. Fíjate: dimos la vuelta equinoccial, atravesamos los Andes con las banderas al hombro... ¡Parece una mentira! Pues es verdad.
¿Quién tiene la culpa de esto? ¿El franquismo?
No lo sé, pero seguramente. Dolores Ibárruri, Antonio Machado o Rafael Alberti adoraban la palabra “España”. Y después el franquismo se apoderó de la bandera y la palabra. Pero ya está bien de no poder decir que uno no es español.
Pero habrá cosas con las que le dé vergüenza ser español.
¡Claro! La Inquisición, el franquismo, la dictadura... me acuerdo cuando íbamos a París y te daba vergüenza serlo. Ahora también da vergüenza por esa corrupción trujillesca pero no se puede comparar.
Le cito: “Decía Valery que no se puede pensar en serio si se utilizan palabras terminadas en -ismo”. ¿Usted fue o es comunista? ¡Coño, parezco McCarthy! Discúlpeme. [Se ríe]
No sé si fui comunista, apoyé la Junta Democrática y tuve el carnet del partido. Era el partido de los fusilados, era el partido de la democracia, era el partido de la reconciliación, el primero que habló de Constitución en este país, hizo el gran pacto de la Transición y evitó que aquí nos volviéramos a matar. Era el partido de los vencidos que volvieron con mucha generosidad y espíritu de reconciliación y diálogo. Por eso apoyé al Partido Comunista y lo sigo apoyando. A mí mí me dicen “ven” y lo dejo todo, pero no sé si existe ya o se entregó a Podemos.
Justo le iba a preguntar por Podemos, a razón de otra de sus referencias: “Dadme un joven revolucionario, ya lo haré un funcionario del Estado”. ¿Pasará o está pasando esto con Podemos?
Creo que la frase es de Trotsky. Pienso que Podemos, digan lo que digan y a pesar de la propaganda, es el partido que ha recogido la indignación de cinco millones de jóvenes. Es un partido pequeñoburgués, no he visto nunca un obrero entre ellos: en cambio Celaya siempre estaba buscando un obrero para tomar un whisky con él y Tierno Galván, igual. Estos no tienen obreros ni para tomar un café.
Partiendo de esa base, no es un partido obrero o comunista clásico. Es de la gente, pero, ¿qué es la gente? Sobre todo es un partido de la cólera del español que ha visto que la recesión ha castigado duramente a una parte de la población mientras otros estaban de farra. Esta indignación provocó el 15M, que es el último motín de Madrid: igual que el de los gatos, el de Aranjuez, el de Esquilache, los del pan y la comida... No sé si es Marx el que decía que las revueltas nunca tienen forma de comuna, sino de motín. Afortunadamente fue pacífico y lo esencial es que tienen razón.
Pablo Iglesias me parece un rojo de Vallecas y quien me parece más populista es Errejón, en la línea de Laclau. Un neoperonista. Pablo es un comunista a la europea, como lo es Syriza: no propone violencia, sino una revolución democrática y no me parece mal Podemos a pesar de toda la propaganda adversa.
Otra magnífica de su libro: “Dijo Lincoln que Dios prefería a la gente normal, por eso hizo tanta”. Y la engancho con Mariano Rajoy que, en 2015, pedía el voto de los “seres humanos normales”.
La frase con la que entrará Mariano en la Historia es “ya se ha ‘pasao’ la recesión, ya hay gente en las cafeterías”. Pero también Podemos habla de la gente. Repito: ¿qué es la gente? No es nada. El sujeto activo de la revolución para los marxistas es la clase obrera, los sindicatos, las clases medias avanzadas, incluso los sectores de la clase media que toman conciencia de la situación. Pero eso de “la gente” en Podemos es un deje del caudillismo latinoamericano. Ese lado populista de Podemos no me gusta, me gusta el rojo de Vallecas.
Parafraseando a nuestro presidente, ¿cómo es posible que, sabiendo lo que sabemos, haya gente normal que vote al PP teniendo otras opciones?
Cada vez que vota la gente, hay que estar acojonado. Es que en Francia han terminado escogiendo entre ¡una fascista y un banquero! Nos venden que la elección es entre un partido corrupto o el caos o lo que ellos entienden como el caos. Y no se nos olvide lo que dijo Bertolt Brecht: “En el caos nunca fuimos tan felices”.
Caos. Como a usted y a mí nos gusta el caos, tendremos que hablar del PSOE. [Nos reímos]
Nunca me ha gustado el PSOE. El felipismo me parecía una calabaza. Acepto que quizá tenía el prejuicio de comunista, pero ahora me doy cuenta de que como se caiga el PSOE esto se nos va a la mierda. Creo que es necesario por mucho que la socialdemocracia tenga tela: decir una cosa y hacer otra.
A mí Pedro Sánchez no me gusta. No tengo nada contra él: creo que ha aprendido y posiblemente pueda ganar las primarias. Pedro no me gusta por dos razones: tiene la doble cara de los socialdemócratas, quince días rojos y cuatro años de derechas, y por otra parte el plurinacionalismo a mí me molesta. Yo soy español y quiero a este país: que haya autonomías fuertes que se autogobiernen pero que este país no se deshaga. Como todos empecemos a pedir el derecho de autodeterminación, podemos acabar como Yugoslavia y no me gusta. Quizá sea una pulsión reaccionaria que a mí me queda pero quiero a este país como está.
¿El PP tiene responsabilidad en la situación catalana?
El PP ha cometido muchos errores pero no tantos como se le achaca. El PP aguantó heroicamente los asesinatos de ETA y ese es un lado bueno y valiente. El PP, cuando llegó Aznar, se repartieron España en el Majestic y ese es el lado malo. No sé cómo va a salir lo de Cataluña pero creo que es una obra de arte que Mariano no mande a la cabra de la Legión y, mientras tanto, se están matando entre ellos.
Sus columnas de opinión las tenemos en este libro y en El Mundo, pero ¿se lo pasó tan bien como parece cuando nos contó diversas exclusivas de boca de Bárcenas y su familia?
¡Mejor no hablar! ¡Pasé unos días de voluptuosidad y delectación! ¡Me creía el rey del mambo! “¡Yo con 451 palabras tiro este Gobierno!”. No era verdad. Estoy orgulloso de haber contribuido a desenmascarar la corrupción en el caso Bárcenas: he visto los papeles, he visto las firmas. Como las ha visto, por cierto, el director de eldiario.es, Ignacio Escolar. Escolar y yo hemos sido, posiblemente con Carlos Herrera, los que hemos tenido más datos sobre el tema.
No me quiero quedar con la duda: ¿con 451 palabras qué cree que se puede tirar abajo?
Te puedes tirar abajo a ti mismo. Porque te echen.