La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

ENTREVISTA

Rodrigo Fresán: “Escribí el libro que no pudo escribir mi personaje”

Carmen López

21 de enero de 2022 22:28 h

0

Antes de convertirse en escritor de Moby Dick, Herman Melville fue un niño de doce años que se sentó a los pies de la cama de su padre delirante. Allan Melvill murió días después de cruzar el río Hudson congelado, dejando una buena ristra de deudas a su familia, una 'e' extra en el apellido y una maraña de datos vitales en la cabeza del descendiente que le veló en sus últimas horas. Esta es, a muy grandes rasgos, la trama de Melvill, la última novela que Rodrigo Fresán acaba de publicar con la editorial Literatura Random House. Un libro poco convencional en su forma –al menos para quienes se acerquen por primera vez a la obra del argentino– con un apartado de agradecimientos que casi funciona como epílogo.

Es su primer título después de cerrar la trilogía formada por La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada, un trabajo que acaparó una década. Habla con elDiario.es por videoconferencia, como es habitual en estos días, sobre este lanzamiento pero también sobre la industria editorial, las relaciones familiares, las nuevas formas de lectura y, cómo no, sobre literatura.

Después de tantos libros publicados, ¿sigue poniéndose nervioso cuando saca uno nuevo?

Hay dos momentos muy diferentes: uno es el momento de la escritura y otro es el momento de la publicación. Este segundo es una mezcla de la satisfacción del deber cumplido con cosas que se te ocurren para el libro y que ya no puedes incluir. Lo que no se pierde nunca es una inspiradora inseguridad a la hora de escribir, no sé si hay escritores que se sienten completamente seguros de sí mismos, pero yo no. Y tampoco me interesa porque si no perdería un poco la gracia. Ante la certeza absoluta, para qué seguir escribiendo.

¿Y en qué momento decide que el libro se ha terminado?

Nunca del todo porque si bien todos mis libros son autónomos, están interconectados. Hay recurrencias de motivos para mí claves o inspiradores como puede ser la película 2001: Odisea del espacio o Kurt Vonnegut. Y también aparecen personajes de otros de mis libros. La sensación que tengo es estar escribiendo un largo libro o construyendo una casa con diferentes habitaciones. No tengo la sensación de terminar nunca con ninguno. Por un lado es un lujo y un privilegio y por otro es un poco una tortura.

Antes de Melvill cerró una trilogía. Aunque como dice todos sus libros están interconectados ¿Cómo ha sido embarcarse en un proyecto nuevo?

La trilogía anterior fueron diez años de trabajo y 2.001 páginas. El personaje del libro era un escritor que ya no podía escribir y que se sentía completamente acabado. En el último volumen de la trilogía hace una especie de recuento de proyectos que no pudo escribir y uno de ellos es Melvill. Hay una especie de relación un poco simbiótica, perversa porque escribí el libro que no pudo escribir mi personaje. También son libros que son complementarios en el sentido de que la idea de la trilogía era abarcar el universo entero para finalmente llegar a un solo punto muy mínimo, la escena final. Aquí es al revés: se parte de una escena muy pequeña para expandirse y abarcar un universo que es el de la novelística norteamericana, de la memoria y un motivo que es bastante común entre mis libros, el mundo de la infancia y de la paternidad.

En la parte de los agradecimientos, que casi es un epílogo, explica qué es verdad y qué no. Como si se adelantase a las posibles preguntas de la prensa.

Todos mis libros tienen esas notas finales en las que mi intención verdadera es agradecer y reconocer una cantidad de cosas que me sirvieron o acompañaron, citar fuentes y fijar más o menos que mí versión no tiene que ser cien por cien cierta. Además si mi libro te lleva a otros me parece que también es parte de la tarea del escritor, servir un poco de vaso comunicante.

En la literatura en español no se estila tanto hacer esto pero en la literatura en inglés sí. Incluso por cuestiones legales, porque hay que decir de dónde salen las cosas. A mí además me divierte hacerlo. Tengo un amigo editor que dice que al final van a sacar todas mis notas de agradecimiento juntas como si fuese un libro.

La escritura y el acto de escribir tienen mucho protagonismo, como también en otros de sus libros ¿Por qué esa fijación con el tema?

Yo tengo una actitud muy romántica para con la literatura y muy infantil en el verdadero sentido del término debido a que quise ser escritor desde que tengo memoria, incluso desde antes de saber leer y escribir. Mis superhéroes están más cerca siempre de mis escritores favoritos que de Batman y Superman. Además, los escritores me parecen buenos personajes interesantes.

¿Cómo se puede querer ser escritor antes de saber leer y escribir?

Yo soy el producto de un hogar argentino clase media de los 60 muy intelectual, con escritores entrando y saliendo de una casa con una biblioteca muy bien surtida. Mi padre, que fue diseñador gráfico, hizo libros a partir de Borges y de Bioy Casares. Después de divorciarse de mi padre, mi madre fue pareja durante unos años de Paco Porrúa, el editor de Cien años de soledad, de Rayuela y el fundador de la editorial Minotauro. En mi casa no había fotos de bodas enmarcadas pero había libros por todas partes. Además supe muy pronto que era muy malo para el fútbol y pésimo para las matemáticas.

Me expulsaron del colegio y estuve dos años sin decírselo a mis padres: fingía que iba todas las mañanas pero me iba a una biblioteca a leer

Luego tuve una vida escolar muy accidentada porque me expulsaron de un colegio durante el secundario. Estuve dos años sin decírselo a mis padres, fingía que iba al colegio todas las mañanas y me iba a una biblioteca a leer. Hasta que se dieron cuenta después de dos años. Eso te habla del grado de responsabilidad y de interés de mi padre por mi vida académica (ríe).

Así que tampoco estuvo nunca en mis planes el ir a la universidad ni estudiar Filosofía y Letras, que habría sido lo más lógico. Entré a trabajar muy rápido en una redacción, que era donde te formabas. La carrera de Periodismo era muy nueva y además estaba mal vista, porque todavía existía esa idea de que tenías que formarte en una redacción a la vieja usanza. Nunca hubo plan B y sigue sin haberlo.

Según las cifras de CEGAL la venta de libros ha subido. ¿Pasa por un buen momento la industria del libro?

Es una cosa en la que no pienso demasiado porque como no tengo plan B para la escritura, aunque se vendiese medio libro seguiría escribiendo. Eso no me condiciona ni me afecta en ningún momento y tampoco soy un autor superventas. Aunque la sensación que tengo cuando se dice que se venden más libros es de que se venden más libros de solo 50 títulos. No creo que sea un reparto especialmente democrático.

Lo que me parece más preocupante es que los best sellers suelen ser cada vez peores y estar peor escritos. Siempre pongo el mismo ejemplo: si comparas los vampiros de Entrevista con el vampiro de Anne Rice con los de Crepúsculo te vas a dar cuenta de que el listón ha caído bastante. O si comparas Cincuenta sombras de Grey con El valle de las muñecas no hay color.

Tengo la sensación de que cuando se dice que se venden más libros es que se venden más libros de solo 50 títulos

¿Y a qué se puede deber esto?

No todos son malos, pero si la gente se acostumbra a leer en la pantalla frases cortas y sueltas o un dibujito con una frase arriba, eso va a contribuir a una resistencia y una capacidad de lectura cada vez inferior. A veces me dicen que mis libros son muy complicados pero a mí no me parece mal que exijan al lector un esfuerzo. Me gusta mucho una anécdota que cuenta que Nabokov envió un cuento al New Yorker y le dijeron que iba a ser un poco difícil para los lectores. Y su respuesta fue que algo que fue para él muy difícil escribir también tendría que ser un poco difícil para el lector, es parte de la gracia y del desafío. Mis grandes lecturas me demandaron mucho.

Volviendo a la parte de agradecimientos. Hay una frase llamativa que hace referencia a “la epidemia autoficcional que asola y contagia” ¿Hay demasiada autoficción en el mercado literario actual?

Sí, bueno e incluso parece que está pasando, ya no se habla tanto de eso. La literatura no deja de ser autoficción porque sale de dentro de la cabeza de alguien, la obra es parte de la vida. Pero vuelvo a lo de antes, si me dices que saliste y te compraste un helado de fresa con chocolate por lo menos quiero que esté escrito con un buen estilo. No te voy a exigir el nivel de Proust hundiendo la magdalena en una taza de té, que es autoficción también, pero por lo menos que haya una explicación de cierto nivel.

Hace mucha referencia a los clásicos. Este año es el centenario de Ulises, de James Joyce, una lectura considerada complicada. ¿Qué le recomienda al lector que se vaya a acercar a él por primera vez?

Lo leí hace mucho y tenía ganas de volver a él. Mi recomendación es que se siente, lo abra por la primera página y que lea hasta el final.

No tiene un plan B a la escritura ¿Ya está preparando un libro nuevo?

Tengo como cuatro libros abiertos al mismo tiempo y voy saltando de uno a otro. Melvill fue una especie de intromisión al primero. Pero durante todo el tiempo de la salida del libro y la promoción en prensa, te autoengañas. Eres fiel a este libro porque la sensación que tienes es de que lo estás acompañando al muelle y le deseas buen viaje. Después, vuelves con la cabeza gacha a tu escritorio y sigues con lo que sigue.