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Entrevista

Sonsoles Ónega, Premio Planeta 2023: “El desprestigio con el que han querido barnizar el galardón está injustificado”

Sonsoles Ónega ha ganado el Premio Planeta 2023 con Las hijas de la criada, una novela que arranca en una noche de febrero de 1900 y que recorre todo el siglo XX a través de la “historia de una familia con mujeres poderosas”. Viven en el ficticio pazo gallego de Espíritu Santo, donde conviven los mundos de Clara y Catalina, hija de la señora de la casa una y de la criada la otra; que son intercambiadas nada más nacer. El libro le ha valido para obtener el primer puesto del galardón dotado de un millón de euros, mientras que Alfonso Goizueta fue elegido como finalista por La sangre del padre, obra que relata la vida de Alejandro magno.

La periodista, autora de otros títulos como Calle Habana y Después del amor (Premio Fernando Lara de Novela 2017), presenta actualmente el magazine Y ahora Sonsoles en Antena 3, cadena que forma parte también del Grupo Planeta. “El desprestigio con el que han querido barnizar el premio está injustificado”, replica a este periódico sobre quienes han comentado la conexión entre el canal y la compañía: “Me cuesta mucho tener que justificar los años que llevo escribiendo y presentándome a premios sin ganar”.

Antes de reinar en las tardes de Antena 3, Ónega comenzó su carrera en CNN+, siguió en Cuatro y en 2008 se incorporó a los servicios informativos de Telecinco. Allí ejerció de cronista parlamentaria durante diez años, hasta que pasó a ser presentadora de Ya es mediodía entre 2018 y 2022. En julio del año pasado fichó por Atresmedia tras 15 años en la plantilla de Mediaset.

La novela arranca con el nacimiento de dos niñas y su intercambio, que conlleva que vayan a crecer perteneciendo a una clase social que no es la suya. ¿Por qué este inicio?

El intercambio condiciona toda la novela y se desvela al principio porque quería hacer partícipe al lector desde el primer momento. Hay una niña que está llamada a ser hija de unos señores con fortuna, y otra a ser hija de una criada. Y probablemente a ser criada, porque antiguamente los oficios se heredaban. La meritocracia no existía como hoy. Pero al final también se impone el esfuerzo, las ganas de salir adelante y de no querer vivir entre la mierda de la casa de una criada.

La señora de la casa, Doña Inés, pone mucho hincapié en que las mujeres estén formadas y lean, ¿es un acto de generosidad?

Sí. Doña Inés no sabe de dónde le viene esa vena de querer ilustrar a las señoras de Punta Do Bico, que es el lugar imaginario donde sucede todo. Pero había muchas mujeres así, que lo que sabían, querían compartirlo. Combate la envidia, esos instintos más primarios que condicionan a veces la vida de las mujeres para mal.

En concreto les hace ver que igual que no envidian a los hombres, no deben envidiar a las mujeres.

Esto nos lo podemos aplicar también en el siglo XXI.

Hay muchas cosas que resuenan en el presente. Parece que se sigue educando a las mujeres en competir entre ellas.

La envidia, que es un sentimiento tan primario y poco domesticado, no se produce entre hombres y mujeres. No envidias a un hombre de la manera en la que envidias a una mujer. No sé cómo será entre hombres porque soy mujer, pero la envidia entre mujeres no se produce hacia el hombre.

¿Es algo que ocurre en su día a día en televisión? Que haya competencia cuando las presentadoras son mujeres, pero no si hay un hombre.

También, sí. Se compite más entre mujeres y esto es algo que nos tenemos que mirar. A mí no me pasa. Me alegra que a la gente le vaya bien y me gusta estar rodeada de gente a la que le va bien, incluso mejor que yo, porque es una forma de aprender de los demás. Esta semana tuvimos en el programa a Sandra Alberti, que fue actriz del destape y aparece en el documental El enigma Nadiuska de Valeria Vegas. Me sorprendió y me dio mucha pena la forma en la que explicó que dejó el cine porque no soportaba la envidia de las compañeras. Nunca fueron capaces de hacer una alianza para pelear por lo que consideraban justo o denunciar lo que pasaba en los años del destape. Pensaba que había más compadreo.

La envidia no me representa. Siempre he tenido muy buenas compañeras de trabajo. Cuando estaba en el Congreso de los Diputados, conseguimos tejer una red de tías, todas corresponsales parlamentarias de Antena 3, yo estaba en Telecinco, Telemadrid, laSexta, Cuatro…. Nos ayudamos mucho, cada una podíamos tener una información exclusiva, pero nos respetábamos. Siempre he estado rodeada de jefas también mujeres, Rosa Lerchundi en Telecinco, por ejemplo. Y siempre nos hemos alegrado de lo que le iba pasando a cada una. Tengo una hermana también. Mi equipo ahora en la tele son todo mujeres. La directora, la productora ejecutiva, dos subdirectoras, todo guionistas. Nuestra profesión es muy femenina... pero nos falta mandar.

Las mujeres no envidian a los hombres como envidian a las mujeres

Las hijas de la criada se desarrolla en un contexto histórico concreto.

Muy concreto y muy amplio. Arranca en 1900 pero recorre casi un siglo que abarca la I Guerra Mundial, los años 20, la Guerra civil española, la II Guerra Mundial, la pandemia, la gripe del 1918, sucesos sobrevenidos durante el proceso creativo. Es una novela que se ha construido en movimiento, viendo qué había pasado cada año.

Por mucho origen gallego que tenga, mi familia viene de la aldea. Quizás hay algo de ensoñación en cuanto al pazo porque mi familia tampoco es de pazos y criadas, todo lo contrario. En los años que ocurre la novela pasó de todo, pero Galicia nunca se contrajo. Al revés. Cada periodo de guerra venía bien a la industria de la conserva [que toma protagonismo en un momento del libro], porque alimentaba a los ejércitos. Siempre cuentan que en el frente de Teruel aparecían latas de Vigo porque era una forma de alimentar barata.

Este convulso contexto histórico afecta también al ánimo de los personajes.

Esta es una historia de perdedores. La pérdida de nuestras colonias en 1898 no condiciona la familia más allá de las discrepancias políticas que podía haber entre aquellos españoles que emigraron a Cuba y que se consideraban los dueños y señores de los ingenios del azúcar, del café y de los esclavos. Hasta que se abolió la esclavitud, los españoles hicieron muchísimo dinero en esas Haciendas donde empleaban mano de obra muy barata avalada por la ley.

Es una historia de perdedores en todos los aspectos de la vida, no solo en lo material de sus empresas e industrias, sino en la parte emocional. Son personajes que no conocen el amor ni la felicidad en el amor. No son capaces de construir una familia a la que legar todo lo que hicieron las generaciones anteriores. Y eso es muy triste. No sé escribir feliz.

¿No?

No, pero porque me interesan mucho más las historias de perdedores. En lo que brilla siempre hay menos que en lo que no brilla. Casi todas mis novelas son historias de perdedores, sufridores o faltos de cariño y afecto. No sé por qué.

La novela es muy visual. ¿Se ha planteado o está sobre la mesa adaptarlo en forma de serie?

Se me ha preguntado con otras novelas también, quizás porque trabajo en la tele. No sé escribir para adaptar. Me gustaría, porque en saber hacer guiones hay una parcela profesional impresionante. Yo no sé. ¿Que las novelas son muy visuales? Es probable porque me imagino mucho las escenas, los escenarios. En este caso toda la zona de la ría que mira a Cíes ha sido escenario personal. He escrito mucho mirando a Cíes e imaginándome cómo era la mirada de los personajes. A partir de ahí, si se adapta, genial, porque será darle otra vida a estos personajes. Si no, no pasa nada. Escribo para escribir, no para adaptar. ¿Que hay un proyecto serio? Lo haremos seguro.

Si la novela se adapta en forma de serie, genial, porque será darle otra vida a estos personajes

¿Cómo ha llevado los comentarios que han podido desmerecer su premio por trabajar en Atresmedia, perteneciente al Grupo Planeta?

Me cuesta mucho tener que justificar la cantidad de años que llevo escribiendo y que llevo presentándome a premios sin ganar. Sé perfectamente lo que es ganar un premio y lo que no. No solo por el Planeta, sino por el Premio Fernando Lara que gané en 2017, que es el segundo premio más importante de este grupo editorial, y trabajaba en Telecinco. No había vasos comunicantes como ahora quieren ver.

Me duele un poquito y no me cuesta nada confesarlo, porque sobre todo los que trabajamos en los medios de comunicación y tenemos un altavoz tenemos que ser conscientes del efecto de nuestras palabras y a mi me duele. Dicho esto, no pasa nada. Este es un premio a una novela. Y se la ha juzgado antes incluso que estuviera en las librerías.

El desprestigio con el que han querido barnizar el premio está injustificado. A partir de este miércoles que sale el libro, estaré encantada de leer críticas y aprender de todas ellas. Todo lo de antes ha sido un poquito prematuro. Es como juzgarle la belleza a un bebé que no ha nacido. O su fealdad. Y también a un jurado.

Me cuesta mucho tener que justificar los años que llevo escribiendo y presentándome a premios sin ganar

¿Ganar un premio así da ganas de seguir escribiendo?

No. Te las quita porque deposita sobre ti una responsabilidad para la que no sabes si vas a estar a la altura. Y no es pose. Me pasó con el premio Lara, pensé que no podría escribir una novela como Después del amor porque la historia era potente y estaba basada en hechos reales. Pensé que nunca más podría escribir nada igual y mira.

Lo que sí te da el Premio Planeta es una capacidad de convocatoria de lectores mucho más grande. Me gusta mucho escuchar a Alfonso Goizueta, el finalista, diciendo que escribe solo para él. Eso te pasa con 23 años, cuando vas creciendo escribes para que te lean. Y todo peldaño que subas es bueno porque vas ampliando tu base de lectores.

Trabajo para los espectadores en la tele y para los lectores en la literatura. A cuantos más lectores pueda llegar, mejor. Siempre pensando en el fomento de la lectura, porque un ciudadano que lee es un ciudadano que se defiende mejor frente a los abusos, y más en esta época en la que reducimos todo a mensajes muy cortos. Nuestros hijos no leen porque están todo el rato en Tik Tok o en las redes sociales. El ruido que haga el ruido avalado por el Premio Planeta, será bienvenido.

Alfonso Goizueta: “Soy poco amigo del presentismo”

Alfonso Goizueta se hizo gracias a La sangre del padre con el segundo premio, que está dotado de 200.000 euros. En su galardonada novela recorre la vida de Alejandro Magno, lo que le ha permitido armar “una historia de superación personal”. Al conocerse pocos datos sobre la vida privada del rey, el autor ha sido fiel en lo que respecta al reinado, pero ha ficcionado sus conflictos internos.

“Habiendo sido educado por Aristóteles, nunca compré la idea de que fuera una persona que se moviera simplemente por la ambición y el orgullo”, explica a este periódico. Eso sí, pese a que reconoce que fue “el líder más formado de la historia, aun así se volvió un tirano”. Y es que en el libro ahonda en los “claroscuros de la política y del ejercicio del poder”. “Muchas veces vemos a los grandes generales y reyes como figuras a las que solo les podía la ambición, pero seguían siendo seres humanos”.

El plena época de revisionismo a la hora de valorar determinadas obras realizadas en el pasado –como los cuentos infantiles de Roald Dahl o la saga de James Bond–, Goizueta comenta que él es “muy poco amigo del revisionismo y del presentismo”: “Evidentemente Alejandro era una persona del siglo IV a.C. y le conducían las cosas típicas del siglo IV a.C. Era una persona cruel y un gobernante brutal, pero a mi lo que me interesaba era la historia de amor y aventura que había detrás de todo eso. No es tanto hacer una revisión crítica ni ensalzarlo, simplemente contar su historia”.

A la hora de valorar si ahondar en la figura de Alejandro le ha recordado a algún político o política actual, prefiere no mojarse: “Soy muy poco amigo de hacer analogías porque siempre son muy tramposas y los contextos muy distintos”. Más explícito ha sido en su cuenta de X, antes Twitter, donde vertió varios comentarios apoyando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, motivo por el que, tras recibir el premio, hubo quienes le tildaron de 'niño Ayuso'.

“Se ha exagerado mucho porque fueron dos tuits a los que di like, dos que puse y un artículo en el que tampoco la ensalzaba”, argumenta. “No me ha llamado nadie del PP, ni estoy afiliado al PP ni a ningún partido. Vivo la política como cualquier ciudadano. No tengo nada que borrar”, concluye.

No me ha llamado nadie del PP, ni estoy afiliado al PP ni a ningún partido

Goizueta, que tiene 23 años y escribe a mano sus libros, aprovecha para reivindicar a su generación. El historiador explica que su edad no es algo que hubiera podido penalizarle ni beneficiarle a la hora de ser valorado por el jurado, porque se presentó con un seudónimo: “Muchas veces se piensan que los jóvenes estamos todo el día enganchados al teléfono y no sabemos hacer nada. Pero no, hacemos un montón de cosas maravillosas. Somos una generación muy fuerte y muy pujante. Estamos en el proceso de entender nuestro propio potencial”.