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De Stephen King es posible que se haya escrito todo. De hecho, es posible hasta que lo haya hecho el propio King, tan prolífico que resulta complicado pensar si ha recorrido ya todos los géneros y estilos.
Sus cifras dan la medida de su influencia. Cuando era profesor en la Academia de Hampden cobraba 6.600 dólares al año y vivía en una caravana. Hoy cuenta con unos ingresos de 45 millones de dólares anuales y vive en una mansión victoriana de Bangor, Maine. Se estima que ha vendido aproximadamente 350 millones de libros. Se han hecho más de 50 películas de sus obras, además de cortometrajes, obras de teatro, series de televisión y musicales.
Se le conoce como 'El Rey del Terror' pero es mucho más que eso. El género se le queda corto y, además, ha construido ficciones que van mucho más allá de las siempre difusas fronteras entre géneros. Es, simple y llanamente, uno de los mejores escritores vivos del mundo. Bien lo saben las firmas que reúne The King: Bienvenidos al universo literario de Stephen King, un ensayo multidisciplinar publicado por Errata Naturae que ofrece un recorrido por su fascinante imaginario. Una aproximación a un autor a todas luces inabarcable que nunca está de más redescubrir. Aquí proponemos cuatro formas distintas de acercarse a su obra para volver a pasar miedo y, si acaso, descubrir algo nuevo de nosotros mismos.
Una mañana, cuando King tenía dos años, su padre “salió a comprar cigarrillos y no regresó nunca”, tal como describía en Mientras escribo, su autobiografía. Poco después fue testigo de cómo un tren arrollaba a un amigo de la infancia. De muy pequeño aprendió que la vida también era amarga, que en ella la crueldad y el terror eran mucho más habituales de lo que le habían contado. Un día descubrió en el ático de su casa un libro abandonado –una antología de los horrores cósmicos de H.P. Lovecraft– que le confirmó que, además, también podían ser fascinantes. Quizás por eso su obra está plagada de historias de niños y jóvenes que descubren, como le pasó a él, que crecer da miedo pero es inevitable.
“King es uno de esos niños que piensa demasiado porque vive en una casa pobre. Y pensar es gratis”, reflexiona en The King el escritor Rodrigo Fresán. La obra del de Maine se puede entender, en muchos sentidos, como un renacer del coming of age literario. Su primera novela, Carrie, arrancaba con una terrorífica escena en la que a la protagonista le bajaba la regla y se convertía en el hazmerreír de sus compañeras de instituto. Y desde entonces, el tránsito de la infancia se convierte en sus libros en un motor del cambio, ya fuere como puerta a la fantasía o como desintegración del concepto 'familia' tal y como la conocemos: como célula básica de la sociedad.
Danny Torrance en El resplandor, Harold Lauder en Apocalipsis, Chuck Chatsworth en La zona muerta, Charlie McGee en Ojos de fuego, Thad Beaumont en La mitad oscura, Gage Creed en Cementerio de animales, Trisha McFarland en La chica que amaba a Tom Gordon, los chavales del relato de Cuenta conmigo o el Club de los Perdedores de It, a la que Fresán llama “la gran novela infantil americana para adultos”.
King, según Rodrigo Fresán, “sigue siendo un niño especializado como pocos –como Dickens– en la narración de historias de jóvenes que se meten en problemas o que meten a otros en problemas”. Es más, el escritor de Buenos Aires asegura que la comparación con el autor de Oliver Twist no es casual: “Poca duda hay de que King es el Dickens de nuestros tiempos –escribe–, misma adoración por parte de sus seguidores, mismo éxito comercial y misma intriga, que es la que produce todo aquello que comienza entendiéndose como cultura popular para, poco a poco, ir alcanzando la categoría de clásico”.
Si hoy conocemos a Stephen King no es gracias a él sino a Tabitha, su esposa. Célebre es la historia de que fue ella quien rescató de la basura Carrie. La realidad es bastante más prosaica: Stephen abandonó la idea de escribirla porque se había trabado en la primera escena, la del vestuario y primera menstruación. Tabitha leyó aquel inicio y le convenció de que tenía potencial. Le ayudó a construir la escena y lo demás es historia. Le pagaron 2.500 dólares por la primera edición de libro, pero cuando renovó para editarla en bolsillo cobró 400.000 dólares en concepto de derechos. Se vendieron más de un millón de ejemplares en su primer año en librerías.
Desde entonces, la representación de la mujer en el universo de Stephen King no ha cesado en su empeño por romper clichés, buscar nuevos retratos y nuevas narrativas. Sorprender al precio que fuere.
“Entre las cosas que se repiten sin pensar acerca de Stephen King, suele decirse que lo esencial en sus libros es la trama”, defiende la periodista y escritora Mariana Enriquez. La autora de Las cosas que perdimos en el fuego, sin embargo, afirma que “esto no es del todo cierto”. Para ella, “lo que de verdad deslumbra en los libros de King son los personajes”, y muchos de los más fascinantes son –no es casualidad– mujeres.
En Carrie, Margaret White prefigura uno de los tropos más temibles del imaginario kingniano: el fanatismo. “Para King, nadie es más despreciable y menos digno de piedad que un fanático religioso. En su teología inadvertida, los devotos son demonios”, explica Enriquez. La seguiría Annie Wilkes, la terrible enfermera de Misery, y entre tanta maldad llegaría el primer personaje femenino algo más positivo: la Donna Trenton de Cujo.
“King haría de personajes como Donna las protagonistas de varias ficciones. Mujeres desesperadas en situaciones desesperantes que nunca caen en el heroísmo mecánico y estúpido”, describe Enriquez. “Mujeres que pelean con lo que tienen a mano y con frecuencia obtienen victorias amargas”.
Con el tiempo también conoceríamos a Dolores Claiborne, protagonista de la novela homónima. “En la mayoría de sus novelas hasta el momento, las mujeres eran personajes secundarios –escritos con respeto e inteligencia, pero en segundo plano–”. Con Dolores “King decidió enfrentarse con quienes le acusaban de no saber escribir mujeres”, en un relato en primera persona en el que se mete de forma genial en la mente de una mujer acusada de un asesinato. En la piel de otras mujeres volvería a ponerse con la Jessie Burlingame de El juego de Gerald, Rose Daniels en El retrato de Rose Madder, Lisey de La historia de Lisey o Holly Gibney de Mr. Mercedes, a cada cuál más compleja y fascinante.
En 1902, el escritor británico W. W. Jacobs publicó un relato absolutamente seminal en el terror, uno que le convertiría en un referente ineludible del género. Se llamaba La pata de mono y narraba cómo el matrimonio White daba con el artilugio del título capaz, supuestamente, de hacer realidad cualquier deseo. Entonces le pedían unas inocentes doscientas libras. A la mañana siguiente recibían un cheque por esa cantidad pero también la mala noticia de que su hijo había fallecido en un accidente laboral y aquello era la compensación de la empresa. Adivinen qué ocurría cuando los White deseaban que su hijo volviese a la vida...
Con aquel relato, Jacobs “ahondó en la máxima que reza 'Cuidado con lo que sueñas porque podrías conseguirlo”, cuenta la novelista Laura Fernández en el libro recientemente publicado por Errata Naturae. “Máxima que ante las teclas de la vieja Underwood de Stephen King se convirtió en algo parecido a 'Cuidado con lo que sueñas porque podrían salirle colmillos y empezar a correr detrás de ti”.
La pata de mono, como ha admitido King en más de una ocasión, es una inspiración clave para entender novelas suyas como Cementerio de animales. Y, de hecho, “su brillante motor –el deseo convertido en pesadilla– es uno de los temas recurrentes de la obra del genio de Maine”.
La prosa de Stephen King se puede leer, en multitud de ocasiones, como una reflexión constante del 'cuidado con lo que deseas', reformulada una y otra vez con distintos matices. Barniz cambiado a un mueble perpetuamente intacto.
Es el caso de los vecinos de Castle Rock rendidos a los encantos de La Tienda, sin haber leído la letra pequeña de sus voluntades. O el fatídico final de Ray Garraty en La larga marcha. “Estamos reviviendo una y otra vez la pesadilla de la familia White”, escribe la autora de Bienvenidos a Welcome, “estamos deseando algo, consiguiéndolo y lamentándonos de haberlo conseguido”.
“He aquí la moraleja [...] sobre la que se construye la narrativa de terror. Primero teme, luego actúa. ¿Hasta qué punto te conviene lo que deseas?”, escribe Laura Fernández en uno de los capítulos más interesantes de The King. “La eterna lucha del Bien contra el Mal en una máxima es, en realidad, la posibilidad. No, ni W.W. Jacobs ni Stephen King quieren que dejemos de soñar. Que dejemos de desear. Solo quieren que tengamos cuidado. Que pensemos, siempre, antes, en las consecuencias”.
De las muchas formas con las que uno se puede reencontrar con el terrorífico imaginario de Stephen King, esta es, sin duda, la más evidente. De su pluma han nacido casi tantos productos audiovisuales que, en el fondo, gran parte de los códigos que el género del terror maneja actualmente se deben, en parte, a su genio.
Entre cortometrajes, series de televisión y largometrajes, existen más de un centenar de adaptaciones de sus novelas y relatos. Una novela como Carrie, sin ir más lejos, cuenta con dos adaptaciones en forma de largometraje, un musical en Broadway, una obra de teatro y hasta una infausta secuela de la que Brian de Palma dirigió en 1976.
Pero, ¿cuáles son las películas que más le gustan al propio autor? En una extensa entrevista incluída en The King, el profesor de Literatura de la Universidad de Vermont, Tony Magistrale, consigue sacarle alguna que otra confesión al respecto.
'El Rey del Terror' no tiene miedo en admitir que con su obra se han hecho buenísimas y nefastas películas. Según dice él, una producción de Hollywood es como una lotería: “el escritor pierde el control y los problemas crecen exponencialmente. Solo puedes esforzarte en seleccionar a la mejor gente posible; a veces funciona, a veces no”.
Aunque a Stephen King el audiovisual le adapta desde mediados de los setenta, no fue hasta el 86 cuando el escritor vio en pantalla grande lo que considera “la primera adaptación plenamente satisfactoria” de una ficción suya. Hablamos de Cuenta conmigo, la película de Rob Reiner que convirtió a unos jovencísimos River Phoenix y Corey Feldman en estrellas prematuras. Adaptación de El Cuerpo, uno de los relatos que componen el libro Las cuatro estaciones.
De dicho libro también se adaptó Rita Hayworth y la redención de Shawshank, conocida aquí como Cadena Perpetua, de la que King asegura: “me pareció una obra extraordinaria y no es precisamente una adaptación muy fiel”. Dirigía Frank Darabont, que no era la primera vez que le adaptaba: debutó en el cine con La mujer de la habitación y tras la mítica película protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman también dirigió La milla verde y La niebla. “He de reconocer que me encantó La milla verde. Aunque era un poco 'blanda en algunos aspectos”, confiesa.
“Castle Rock [una productora norteamericana] hizo una gran película con Misery porque es corta y ocurre en un solo lugar. Y lo mismo sucede con El juego de Gerald”, añade King.
El imaginario de Stephen King sigue absolutamente vigente y cualquier momento se nos antoja bueno para reivindicarlo. Con el lanzamiento de The King tenemos la excusa no solo para leer sobre su legado literario, lo mucho que trasciende el género del terror y lo particular de su estilo narrativo -muy influyente en la novela contemporánea-. También para volver a leer al genio de Maine y descubrir, como en los grandes clásicos, nuevas lecturas sobre el mundo en el que vivimos.
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