Yan Lianke (Henan, 1958) cuenta que se lanzó a la escritura porque le pareció un salvoconducto para huir del campo, lo que en su tiempo y en su país era sinónimo de miseria. Así que comenzó redactando discursos y eslóganes para el Ejército Popular de Liberación, del que formó parte durante más de dos décadas, al tiempo que se dedicaba a sus novelas por las noches. Su apuesta le ha servido para llevar una existencia desahogada y mudarse a la ciudad, y desde hace años reside entre Pekín y Hong Kong, dependiendo de si imparte clases en la capitalina Universidad Popular o en la Universidad Científico-Tecnológica de la antigua colonia británica.
Aunque lo cierto es que Yan nunca ha logrado huir del campo: es escenario recurrente en sus novelas, como Crónica de una explosión, como El sueño de la aldea Ding, como Los besos de Lenin o como Duro como el agua (Automática Editorial, 2024), ambientada en la convulsa Revolución Cultural china (1966-1976) y con la que sentó las bases de un reconocible estilo que denomina “realismo espiritual”. En una entrevista en la Feria del Libro de Madrid en la que ejerce de intérprete la traductora al castellano de gran parte de su obra, Belén Cuadra, el literato chino desvela unas cuantas pistas acerca de la situación en su país y abunda en la intención de sus novelas.
En ‘Duro como el agua’, como en otras muchas de sus historias, aparecen personajes ambiciosos y obsesivos, ¿por qué recurre a estas características?
Esta es la primera de mis novelas largas en la que se incluyen este tipo de personajes ambiciosos y un poco desbocados. Los diez años de la Revolución Cultural fueron la época más difícil y la que más tergiversó a la gente en China. Esta novela es una respuesta a esos diez años de dificultades. El daño que la Revolución Cultural causó a la historia de China no había existido antes, ni ha existido después.
Ahora hay mucha gente que podría hacer cualquier cosa por el poder. Con poder puedes conseguir lo que sea sin necesidad de tener que responsabilizarte de tus actos. En mi opinión, esa semilla se plantó en suelo chino durante la Revolución Cultural y sigue presente en la sociedad china. Cambió lo más esencial de la humanidad china. Por ejemplo, la corrupción actual en China es fruto de esa semilla. Saber esto equivale a comprender una de las cuestiones más complejas de la sociedad china actual.
China es un sitio muy particular en el que todos los hombres, y una parte de las mujeres, tienen sueños de emperador. En nuestros días el objetivo de todos los funcionarios públicos es convertirse en emperadores. Todos quieren ser funcionarios, quieren un puesto, y que ese puesto de responsabilidad sea cada vez más alto, hasta llegar al de emperador. Por eso son aduladores con los cargos de arriba y duros con los que hay por debajo. Por una parte, durante la Revolución Cultural se aduló el poder y, por otra, hizo que la gente ansiara llegar al poder.
Duro como el agua aborda la alienación ideológica, ¿cree que es también un tema presente en la China actual?
En realidad, la novela critica la ideologización de la sociedad. En aquella época, la realidad era así, por lo que no se consideraba ideología. Entre 1966 y 1968, en cada comida, los chinos tenían que dar las gracias, hacer como un juramento a Mao Zedong. Se coló también en las conversaciones habituales de la gente: primero le decías una cita de Mao y luego le saludabas. En la China actual, vayas a donde vayas, ves grandes carteles con lemas. Es así: somos un país de eslóganes.
La corrupción actual en China es fruto de la semilla plantada durante la Revolución Cultural
¿Le ayudó escribir este libro a cerrar las heridas provocadas por la Revolución Cultural?
Después de la Revolución Cultural, hubo un movimiento llamado “literatura de las cicatrices” (un movimiento que reflexionaba sobre la responsabilidad social y moral de aquellos acontecimientos), y la diferencia entre Duro como el agua y otras de ese movimiento es que aquí se ve cómo la Revolución Cultural, que tuvo consecuencias trágicas, también les trajo felicidad a algunos. Por ejemplo, para mí, que fui un niño del campo, fue una época en la que no había que estudiar. Está asociado a recuerdos felices.
¿Y qué me dice del resto de sus compatriotas?
Hace mucho que este libro no puede reeditarse en China. Pero si se pudiera leer, la gente se daría cuenta de que la Revolución Cultural fue una tragedia equiparable a la Primera o la Segunda Guerra Mundial.
Una vez contó que sus obras no son surrealistas, ni de realismo mágico, sino que describen la realidad cotidiana de su pueblo, la vida misma. Si usted se dedica a retratar la realidad, ¿por qué cree que ha topado con la censura?
No hay una sola realidad, sino que hay muchas capas. Hay otros escritores chinos que a lo mejor se quedan en una capa más superficial, mientras que yo abordo la realidad subyacente. Por ejemplo, el lenguaje en Duro como el agua: el Gobierno chino no estaría interesado en que se siguiera leyendo algo así en la actualidad [porque] presenta un lenguaje vacío. El libro denuncia ese lenguaje vacío. Si esta novela pudiera volver a publicarse, la gente en China se daría cuenta de que hemos estado muchísimo tiempo viviendo sometidos al lenguaje.
Cuando esta novela se publicó en Taiwán, la gente se quedó sorprendida de que la literatura pudiera recoger ese lenguaje, y en Taiwán se conoce muy bien la China continental. En realidad, la parte más significativa de la novela es la crítica al lenguaje. Refleja el juego del control de la población a través del lenguaje. Si nos fijamos en los discursos políticos que hay en China, del lenguaje que hay en los periódicos chinos, nos daremos cuenta del significado real de la novela.
¿Cómo le afecta la censura en su vida cotidiana?
Mi vida diaria es completamente normal. Doy clases en la universidad, tengo completa libertad para viajar… La censura, que es estricta, se aplica a mis publicaciones. Hay, además, otra cuestión que es que la docencia depende del Ministerio de Educación, mientras que las publicaciones dependen del Departamento de Comunicación del Partido Comunista. Salir del país, seguramente dependa de Exteriores. Yo solo soy un novelista corriente y lo que se publica o deja de publicarse no afecta a mi vida personal. Que mis libros no se vayan a publicar me da una mayor libertad, porque… sé que no se van a publicar.
Hubo una fase en la que las novelas podían o no podían salir dependiendo de la temática que trataran, como Días, meses, años. Lo último que ha pasado es que no puedo publicar nada en China. Así que tampoco es un problema, porque escribo lo que me apetece. No sé por qué, pero desde 2015 o 2016, ninguna de mis novelas se ha podido publicar. Incluso ensayos literarios tampoco. Así que ahora para mí la escritura es algo muy libre.
Las contradicciones existentes en China son posiblemente las más difíciles de entender de todo el mundo.
Además, este control se ejerce solo dentro de la China continental, pero en Taiwán o Hong Kong sí puedo publicar mis obras. Aunque publiques en Taiwán esto no te acarrea problemas. Y como siempre dicen que Taiwán es una parte de China, pues lo que se publica en Taiwán también estaría publicado en China. (Risas) Es un lugar con muchas contradicciones. Las contradicciones existentes en China son posiblemente las más difíciles de entender de todo el mundo.
¿Cómo ha cambiado China desde la publicación original de ‘Duro como el agua’, en 2001? ¿Y cómo han evolucionado desde entonces las relaciones de Pekín con el resto del planeta?
En los últimos 23 años, China ha ido avanzando y retrocediendo. El desarrollo en China, en todos los aspectos, siempre son tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás. Así que muchas veces hay sensación de retroceso, pero a la larga siempre hay un avance. Ahora mismo estamos en el momento de los dos pasos de retroceso, pero es posible que dentro de poco veamos esos tres pasos de avanzada.
El próximo 9 de junio hay elecciones al parlamento de la Unión Europea, en un contexto en el que los líderes y los regímenes totalitarios, como el chino, parecen ganar cada vez más terreno en todo el mundo. ¿Cómo percibe usted esta situación?
Veo que la situación es cada vez peor en todo el mundo. Por ejemplo, muchos hemos visto en EEUU un faro, pero ese faro cada vez alumbra menos. Hay más totalitarismo porque los faros que están alumbrando con más fuerza son aquellos contaminados. Los intelectuales chinos admirábamos muchas cosas de EEUU y últimamente nos estamos dando cuenta de que allí también hay muchos problemas, y esa admiración ha decaído. Pero creo que, en la situación actual, convertir a 1.400 millones de personas [la población aproximada de China] en enemigos sería un gravísimo error. Sería trágico.