ADELANTO EDITORIAL - Los Libros de la Catarata

Las maestras republicanas en el exilio: como una luz que se prende

Carmen de la Guardia Herrero

11 de julio de 2020 22:03 h

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Si algo conmueve cuando nos acercamos a las memorias y testimonios de los exiliados es la irrupción de acontecimientos con una capacidad destructora de lo previo absoluta, y también la sorpresa e incredulidad que les produjo haberse visto abocados a una ruptura y arrojados al más incierto de los futuros. No son además procesos inmediatos. La construcción y la propia percepción del exilio requieren tiempo para ir llenando, de nuevo, la vida con experiencias desancladas del propio pasado, de la propia memoria. Experiencias que debían ser de otro, que hablan otras lenguas, que tienen otras costumbres y que a veces hasta chirrían con las propias. Y esa distancia entre el pasado y el presente suele generar añoranza, dolor y hasta resistencia, porque el exilio, el destierro, significa siempre la expulsión violenta y dramática del destino pensado y deseado.

Quizás porque mientras concluía la escritura de este libro estaba, en esta primavera del 2020, como todos los habitantes del planeta, sumida en una situación dramática e insólita, en un acontecimiento que como tal señalará siempre un antes y un después, en una pandemia inesperada y radical que ha zarandeado y a la vez paralizado el transcurrir cotidiano de personas y naciones; estos textos, estas reflexiones, estos sentimientos de los exiliados republicanos españoles, sobre los que se ha construido este libro, adquieren un significado claro. De alguna manera, el horror compartido estos meses con familiares, vecinos, amigos y, en realidad, con todos, me ha permitido vislumbrar la magnitud del drama que vivieron y la grandeza, en muchos casos, de sus protagonistas, los exiliados republicanos españoles.

Porque sus vidas no fueron atravesadas por un solo acontecimiento. Esta generación que nació a finales del siglo XIX o principios del XX, que es en donde se sitúan en el tiempo este grupo de mujeres modernas y transgresoras que lucharon y supieron apropiarse de su destino, al que pertenecen las maestras republicanas, vivieron una sucesión de rupturas dramáticas: el estallido de la Gran Guerra, la pandemia de gripe de 1918, la crisis del 29, el ascenso de los totalitarismos, la guerra civil española. Y una vez arrojadas al exilio, la irrupción de Hitler en sus lugares de acogida, la Segunda Guerra Mundial y el estalinismo y sus violencias. En algunos casos además, para aquellos que eligieron como lugar de exilio el Norte de África o algunas naciones americanas, vivieron, de nuevo, el caos de la violencia desatada en procesos de independencia y otras guerras civiles o en imposiciones dictatoriales que les obligaron, otra vez, a iniciar el duro camino del exilio.

“Toda sombra es al fin y al cabo hija de la luz, y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo este ha vivido la verdad”. Estas palabras, con las que Stefan Zweig cerraba El mundo de ayer. Memorias de un europeo, escrito durante su propio exilio, reflejan bien la riqueza y la complejidad de las vidas exiliadas.

La “luz” para todas las maestras republicanas abocadas al exilio fueron los años, para ellas plenos, de la Segunda República española. Fueron momentos en donde estas mujeres vivieron un proceso valiente, por lo que suponía de rompedor con lo previo, de apropiación de su propio destino. Luchadoras e independientes, las maestras republicanas, de las que tanto hablaremos en este libro, fueron aquellas mujeres que se comprometieron y movilizaron con las reformas republicanas que posibilitaban la obtención de derechos civiles y políticos. Pero además, al saber que para hacerlos efectivos no bastaba con legislar sino que se precisaba de otras reformas profundas, sobre todo educativas, su movilización fue todavía mayor. Tenían la certeza, pues, de que acceder con plenitud a esos derechos civiles que posibilitaban el ejercicio, por primera vez en la historia de España, de la libertad individual de las mujeres, y también el del conjunto de la ciudadanía política con autonomía e independencia, implicaba cambios culturales y sociales radicales. Las leyes, como el aprendizaje, requieren de la madurez que posibilita su comprensión. Y ellas como pedagogas y maestras lo sabían bien.

Las maestras republicanas, como la mayoría de mujeres modernas, se comprometieron y lucharon de forma radical, y a veces diferente a como lo hicieron sus compañeros varones, por la efectividad de las nuevas leyes. Para ellas el acceso a la ciudadanía civil supuso un cambio personal profundo. Tener la libertad de decidir y de ejecutar esas decisiones que atravesaban lo privado, pero también lo profesional y lo político, fue una experiencia personal nueva y profunda para todas las mujeres. Y desde esa visibilidad de las propias dificultades personales que implicaba ese transitar desde la minoría de edad hacia la autonomía personal, su compromiso con los otros fue absoluto. Las maestras republicanas se involucraron en asociaciones, en sindicatos o partidos políticos, se movilizaron y llevaron la cultura a todos los rincones, y vivieron con una ilusión tremenda este cambio político y educativo revolucionario.

Esa diferencia entre aquellas que por primera vez eran ciudadanas, que experimentaban en su propio ser aquellas primeras grandes novedades, ocasionó que la experiencia de este grupo de mujeres comprometidas con los cambios legales y educativos fuera singular tanto durante la Segunda República y la Guerra Civil como en su concepción del exilio. Y de alguna manera ello justifica también este trabajo, centrado en una aproximación a esa experiencia colectiva pero también personal de las maestras republicanas.

La “sombra” de la que hablaba Stefan Zweig fue el final de la ilusión, el transcurrir de la Guerra Civil, el inicio del exilio, todavía esperanzado, de estas maestras republicanas para las que conforme se desataron los duros acontecimientos este se tornó en “tinieblas”. Muchas de ellas sufrieron el horror, como cuentan en las entrevistas. Recluidas en refugios y campos de concentración; hacinadas en barcos en los que, a veces, como ocurrió en el exilio norteafricano, permanecieron meses; algunas repatriadas a la España de Franco; otras deportadas o encarceladas; y todas, muchas veces, sometidas a vejaciones. Así es como sus recuerdos y sus propias vidas se oscurecieron.

Pero es cierto, como señala Zweig, que luces y sombras contribuyeron a lo que él denomina la emergencia de “la verdad”, que tiene mucho que ver con una complejidad asombrosa en la experiencia subjetiva, pero también generacional, de este grupo de mujeres exiliadas. Como el ave fénix, estas mujeres reconocen que supieron otra vez, y quizás de forma mucho más madura y asentada, ofrecer en sus lugares de acogida todo su buen hacer profesional y vital. En muchos de estos destinos, a través de los colegios del exilio, o involucradas en las instituciones educativas públicas y privadas nacionales, contribuyeron a la transformación y mejora de la realidad social y educativa. Su obra inmensa en el exilio es recordada por todos aquellos que, como niños o adultos, la conocieron. Pero nos queda, como ocurre con la obra de todos los exiliados, incorporarla para transformar nuestros propios relatos historiográficos, de donde ellas también fueron desterradas.