ENTREVISTA

Maixabel Lasa, víctima de ETA: “Perdonar tiene una connotación religiosa y yo soy agnóstica”

Los atentados de ETA causaron 864 muertos y más de 7.000 víctimas. Pero muy pocas podrían haber protagonizado una película como Maixabel. La cinta de Icíar Bollaín acaba de llegar a los cines después de su paso por el festival de San Sebastián. En ella se abordan los encuentros entre Maixabel Lasa, viuda del político socialista Juan Mari Jáuregui –asesinado por ETA en 2000–, y dos de los hombres que cometieron el atentado. Fue una decisión incomprendida por gran parte de la sociedad, incluyendo su círculo más cercano. “Ya me da igual porque sé que no le hago daño a nadie, pero al principio lo pasé mal”, reconoce Lasa al otro lado del teléfono.

Años después de que el Partido Popular hiciese desaparecer las charlas restaurativas entre víctimas y verdugos, esta mujer se ha convertido en la viva imagen de la valentía y la concordia en Euskadi. No solo ha cedido su intimidad a Bollaín, sino que accede a seguir charlando con la prensa para ayudar a que este país haga memoria, condene los extremismos y apueste por el diálogo.

En pantalla, Maixabel aparece con los exetarras Ibon Etxezarreta (Luis Tosar) y Luis Carrasco. El tercero, Xabier Makazaga, ha pedido reencontrarse cara a cara con ella catorce años después de disparar tres veces por la nuca a Juan Mari Jáuregui. Algo que posiblemente ocurra con la máxima discreción. “Que el PP acabase con los encuentros fue una equivocación terrible”, opina Lasa.

¿Qué le ha parecido la película?

La película ha cumplido todas mis expectativas. Muestra cómo fueron de verdad los encuentros, porque mucha gente no lo sabe y ha habido muchos bulos durante estos años. Al menos ha servido para eso, para deslegitimar el uso de la violencia y darnos cuenta de que se puede convivir entre diferentes.

¿No sintió un poco de vértigo al verse representada en la pantalla por primera vez?

Sí, la verdad es que sí. El vértigo existe, sin duda. Ahora menos porque ya la ha visto mucha gente y está gustando mucho. Seguramente habrá cosas que no haya leído y que no sean tan positivas (ríe). Pero bueno, al menos no me llegan y no tengo esa preocupación.

Efectivamente, en el festival de San Sebastián tuvo una gran acogida. ¿Cómo fue trabajar con la actriz que le iba a interpretar?

A Blanca [Portillo] la conocía del cine y del teatro, pero no personalmente. Y cuando nos encontramos por primera vez en Donosti me causó una impresión buenísima. Me pareció una mujer sencilla, como yo. Ha hecho un papel muy bueno. Vamos, que lo ha bordado.

¿Y ayudó también a Luis Tosar en la representación de Ibon Etxezarreta?

No hablé con Luis del papel. Para eso se reunió con Ibon varias veces, tuvieron muchísimas charlas e incluso comieron juntos. Yo le he conocido durante el rodaje y me causó muy buena impresión también. Es una persona muy seria y tiene una mirada tan profunda que te paraliza. Y conociendo a Ibon, yo creo que el papel que hace Luis en la película también le identifica bastante. De hecho, coincidimos los tres en el rodaje el día que grabaron las imágenes del homenaje en el monte Burnikurutzeta.

Más allá de lo que muestra la película, ¿cuál es su relación actual con Ibon? ¿Le incomoda coincidir con él en sitios como el rodaje?

No, la verdad es que no. Ambos mantenemos una relación, no sé cómo decirte, bastante normalizada. Nos hemos visto varias veces. He asistido con él a algunos actos y en ese aspecto no me siento demasiado incómoda. Precisamente porque le quiero dar una segunda oportunidad y es una persona que ha hecho un recorrido personal muy grande. De alguna forma se tiene que notar, ¿no? Que eso es verdad, que no es un cuento.

Uno de los aspectos más aplaudidos de la película es el equilibrio que Icíar Bollaín ha conseguido entre ambos relatos. ¿Le impresionó más su representación y la de su familia, o la de los asesinos y su entorno?

Me ha impresionado muchísimo más la figura de ellos. Porque a mi hija la conozco y sé cómo es. Y ella también está haciendo un trabajo importante a cuenta de todo esto. Que se vean las diferencias de los presos en la cárcel de Nanclares y sus discusiones es muy enriquecedor, porque de eso no se ha hablado. Me parece muy positivo y valiente por parte de ellos. Eso también hay que tenerlo en cuenta.

Asistió a una proyección con coloquio sin precedentes en la cárcel de Pamplona y a la que al final no fueron los 10 presos de ETA que están allí. ¿Cómo se sintió? ¿Cambia algo su discurso de arrepentimiento con esto?

Sentí un poco de decepción. Lo primero que pregunté era si había presos de ETA en esa cárcel y me dijeron que sí, que había en torno a 10 o 12 y que algunos ya tienen el tercer grado. Así que salen a la calle. Al final nos avisaron de que ninguno iba a ver la película y me dio pena. No sé por qué no estuvieron. Quizá por no exponerse. Igual luego van a verla en algún cine en el que pasen inadvertidos. Entiendo que es complicado y que puede haber muchísimas cosas ahí por medio, pero quiero pensar en positivo.

A mí me impresionó mucho estar allí delante de 100 presos y que estuviesen todos bastante emocionados y haciendo preguntas. Sobre todo mostraron mucho agradecimiento a la película y a la posibilidad que les da la justicia restaurativa para su recuperación.

Se armó mucho revuelo con las declaraciones de Luis Tosar en Donostia. ¿Que entrar en ETA fuera algo tan “espantosamente natural” le sorprendió cuando conoció a Luis e Ibon? ¿O en Euskadi se sabía y se veía por el ambiente político?

A mí personalmente no me extraña. Lo que dijo Tosar no debería escandalizar a nadie. Pero también te digo que la inmensa mayoría de los jóvenes no entraron en ETA. Entraron algunos, pero la mayoría no estuvo nunca en ETA y eso hay que ponerlo en valor. ¿Puede pasar? Por supuesto. Estaban influenciados por muchas cosas: el ambiente del pueblo, las familias o las buenas amistades. A cada uno nos ha tocado vivir lo que nos ha tocado vivir. Como se suele decir, no es lo mismo nacer delante de la Iglesia que detrás. Sigo prefiriendo ser la viuda de Juan Mari que la madre de Ibon.

Xabier Makazaga, el tercer miembro del comando, pidió hace unas semanas tener un encuentro con usted por primera vez. ¿Ha llegado a suceder?

Los encuentros restaurativos deben de ser más que discretos, lo siguiente. Se dieron a conocer en su día, en 2012, porque se terminaron de hacer. El Partido Popular dijo que no quería saber nada del tema y a los que participamos nos parecía que se debían conocer. Pero ya a cosa hecha. Si se ponen en marcha otra vez debe ser con una discreción total y absoluta. Creo que con esto he contestado bastante bien a tu pregunta (ríe).

Y en caso de producirse, ¿sería más difícil enfrentarse a la persona que apretó el gatillo?

No, de verdad. Además ellos te lo dicen clarísimo: que se lo echan a suertes el día del atentado y a quién van a matar. En ese aspecto no creo que influya demasiado en mi estado de ánimo. A priori. Luego no lo sé.

¿Le molesta que se confunda reconciliación o perdón con dar segundas oportunidades?

El perdón es una palabra que para mí tiene muchísimas connotaciones religiosas. Y yo no soy religiosa, soy agnóstica. Yo creo que dar una segunda oportunidad a una persona quiere decir lo que quiere decir, ni más ni menos. Yo se la quiero dar a quienes han solicitado estar conmigo y han hecho un recorrido personal. Puede haber alguien que no lo entienda y que lo disfrace diciendo que cómo he podido perdonar. Pero esto es algo mayor que eso y queda entre ellos y yo.

Una vez visto el resultado, ¿cree que la película puede ayudar a que lo haga más gente?

Yo soy la menos objetiva para hablar de la película. Pero la mayoría de la gente opina que está bien y que puede servir para muchas cosas, desde hacer memoria hasta escribir de lo sucedido. Me gustaría que sirviese también para esto. Y que se entienda no solamente en Euskadi, sino fuera de España. Porque hay muchísimas zonas con conflictos de estas características, donde hay mucha violencia y pueden suceder cosas que aquí ya han sucedido.

Otra víctima del comando que asesinó a su marido fue Santiago Oleaga, periodista del Diario Vasco. Su mujer, Amaia Guridi, ha dicho que no se ve capaz de hacer lo mismo que usted. ¿Ha hablado con ella al respecto alguna vez?

Yo soy muy amiga de Amaia. Muy, muy amiga. Sé que ha visto la película. Ella estuvo en la primera reunión en la que nos explicaron en qué iban a consistir los encuentros. Decidió no hacerlo, pero bueno, quién sabe si el día de mañana se anima. Esto es un proceso muy lento y cada uno tiene sus tiempos y sus ritmos. Quienes participamos no somos un número muy elevado. Pero si nos hubieran dejado continuar, hoy, en 2021, estaríamos hablando de otra cosa.

Los encuentros desaparecieron con Mariano Rajoy en 2012. ¿Cómo les sentó que el Gobierno popular se inmiscuyese en esa decisión tan personal?

Me pareció una equivocación por parte del gobierno del Partido Popular. Porque “ese mundo” ha ido entrando en las instituciones al abandonar el uso de la violencia y a nosotros se nos apartó. Fue una equivocación terrible tomar esa decisión. No sé por qué lo hicieron. Hay muchísimas víctimas a las que les parecía una barbaridad que te sentases a hablar con el asesino de tu marido. O con otro exetarra. Yo entiendo eso igual que imagino que hay un montón de etarras que todavía se sienten muy orgullosos de lo que hicieron.

Este es un trabajo pedagógico que hay que ir haciendo poco a poco, lentamente y sin prisas. Pero bueno, llevamos bastante tiempo con el Partido Socialista en el Gobierno y es ahora cuando se empieza a hablar de la posibilidad de comenzar estos encuentros. Y como te decía antes, se debe hacer con la máxima discreción. Si no es así, no funcionan.

Bollaín nos decía que los encuentros no eran ideológicos, que eran algo meramente humano. ¿Está de acuerdo? ¿Tener ciertas ideas políticas ayuda a la reconciliación?

Fundamentalmente estamos hablando de humanidad. Yo políticamente estoy a años luz de lo que puedan pensar Ibon o Carrasco. Lo veo desde otro punto de vista: desde la persona. Estas personas no son las mismas que las del año 2000. Han hecho un recorrido personal de autocrítica y, ahora mismo, si se pudiese echar para atrás en el tiempo, no lo harían. Pero lo que prevalece es la inmoralidad de aquella época. Reconozco que la política está por todos lados. Pero bueno, yo creo que estas cosas fundamentalmente se hacen desde un punto de vista no partidario.

De hecho, usted siempre dice que Juan Mari les habría dado una segunda oportunidad. ¿Como político, como humano o como ambas?

Como ambas, por supuesto. Porque a él le gustaba la política muchísimo. Y luego, humanamente, estaba a favor de defender todos los derechos humanos, no solamente los de quienes te gustan. Por eso criticaba las torturas a los etarras. Y él era así. Lo hubiera hecho seguro, como persona y como político, desde los dos puntos de vista. No me cabe la menor duda.

Aunque la conciliación sea algo no partidario, como dice, a veces no se escapa de la división, como estamos viendo el caso de la mesa de diálogo de Catalunya.

Espero que la película sirva en este caso para llevar el mensaje de que hay que llegar a un entendimiento y hablar con todo el mundo. Me da mucha pena y un poco de yuyu que alguien aproveche ese enfrentamiento y esa crispación para cualquier cosa ¿sabes? Yo tenía mucha envidia a los catalanes hace años, cuando era jovencita y aquí vivíamos como vivíamos. Ellos eran capaces de llegar a acuerdos, de solucionar los problemas. Ahora, sin embargo, han dado pasos para atrás y considero que aquí estamos bastante mejor en ese aspecto.

Cuando trabajó en la Oficina de víctimas peleó para que se reconociese como tales a las de los GAL o la extrema derecha. Después de la desaparición de los primeros, ¿cómo está viviendo el auge de los segundos?

A mí la extrema derecha me da miedo. Antes también estaba ahí, pero no aparecía tanto. Ahora que se han soltado la melena me da un poco de miedo. Pero eso hay que combatirlo de forma pedagógica, explicando y aclarando las cosas. No prohibiéndolas. El otro día alguien decía que hay que prohibir los ongi etorri y así no se soluciona nada, creo yo. Hay que explicar las cosas para que calen. Por decreto ley no se solucionan las cosas.

A Bollaín le sorprendía el desconocimiento de la juventud vasca sobre ETA. ¿Por qué no se les hace más partícipes de la historia?

Los chavales tienen que saber qué fue aquello y no debe suponerles ningún trauma ni hay que hacerles ningún daño. No hay que meter el dedo en la llaga para que no se produzcan odios ni rencores. Eso es lo peligroso de esta historia y donde no sale nada positivo.

¿Acaba el miedo con el alto el fuego de ETA o es algo de lo que cuesta despojarse de por vida?

Yo aquello lo recibí como un notición. No tengo miedo ahora mismo. Creo que se ha normalizado un poquito la vida. De hecho, están yendo cientos de personas a ver la película de Maixabel. Eso quiere decir que no hay ese miedo de ver ni de que te vean. Hay cosas que todavía tienen que mejorar, claro, pero creo que en diez años no vamos a cambiar mucho respecto a lo que estamos viviendo ahora. Y eso es bueno.

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