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Martín Niño penetra en la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el libro “Músicos sin etiqueta”

EFE

Valladolid —

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Unidos por un lenguaje común, poseídos por un código único, la música es capaz de guiar al pequeño ejército de intérpretes que es la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCYL), una babel de profesores cuya trastienda ha penetrado la periodista Victoria Martín Niño en el libro “Músicos sin etiqueta”.

Albania, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Rumanía, Países Bajos, Puerto Rico, Ramala, Serbia y, por supuesto España, son algunas de las procedencias de los setenta y dos miembros de la OSCYL que también ha retratado, en este caso con la cámara fotográfica, el reportero Nacho Carretero.

“Es una comunidad de músicos de diversa procedencia y formación que debe poner su interpretación al servicio de lo que quiera hacer el director con la partitura”, lo cual supone “aparcar el ego, su manera de entender la obra para remar todos” en un mismo sentido, ha explicado Martín Niño en una entrevista con la Agencia Efe.

Fruto de la disolución de la Orquesta Ciudad de Valladolid, la OSCYL fue instituida en 1991 al compás “del 'boom' del sinfonismo que sacudió la España de los años noventa, cuando buena parte de las autonomías fundaron sus propias orquestas como una apuesta política que luego ha ido generando afición”.

Mientras los instrumentos de viento (metal y madera) se cubrían en buena parte con músicos formados en Levante, debido a la tradición de bandas, “apenas había cuerda” (violines, violas, violonchelos y contrabajo), por lo que hubo que recurrir a virtuosos de países del Este que, o bien recalaban en España a través de giras, o eran captados mediante audiciones en el extranjero.

Ello explica la abundante procedencia de españoles formados en Cataluña y la Comunidad Valenciana, así como la nutrida representación de países del centro y este de Europa en una agrupación que tiene en el flautista salmantino Pablo Sagredo a su único representante de Castilla y León.

Aunque el repertorio sinfónico “no es el más popular”, los melómanos abonados a la OSCYL rondan los 1.700, ha recordado Martín Niño (Valladolid, 1970), licenciada en Ciencias de la Información y en Geografía e Historia, y autora de estas semblanzas que ha publicado durante los dos últimos años en el diario “El Norte de Castilla”, a cuya sección de Cultura pertenece, y que ahora ha reunido Libertas Ediciones en forma de libro.

Un cuarto de siglo de vida acumula ya la Sinfónica de Castilla y León, en los que “ha vadeado la crisis con recortes pero multiplicando su actividad tanto en el escenario como en el área socioeducativa, algo muy poco conocido por el público, para extender sus beneficios más allá del escenario”.

Uno de los valores de esta suma de semblanzas es la convergencia hacia un espíritu y filosofía comunes: la música, por parte de hombres y mujeres de diverso jaez, cultura, formación personal, predilecciones, gustos, aficiones y caracteres que ha reflejado Martín Niño con la letra y dibujado en imágenes Nacho Carretero.

“Está demostrado que la música ayuda al desarrollo motriz, a relacionarse con los demás, a la educación del oído, pero por encima de todo y valga ello para los representantes políticos tan desaforados en estos días, enseña a escuchar, muestra el valor del silencio y del sonido que puede ser música, ruido, palabra o todo a la vez”, ha reflexionado.

La OSCYL, que nació a partir de una crisis, ha sorteado muchas más hasta moldear una generación de aficionados, favorecer la enseñanza musical, consolidar la presencia de españoles en una formación hasta hace no tanto repleta de extranjeros, desplegar una labor socioeducativa, y proyectar la imagen de Castilla y León en España y en el extranjero.

No obstante, pese al número de profesionales implicados, del presupuesto público comprometido y de la respuesta del público, los medios informativos no prestan la “suficiente atención” a la música clásica y a la OSCYL más allá de conciertos extraordinarios y de reclamo popular, “porque el auditorio no solo se llena con los sinfónicos' de Raphael”, ha advertido Martín, ligada a la crítica de forma exhaustiva desde 2007, tras la apertura del auditorio del Centro Cultural Miguel Delibes, en Valladolid.