No habrá este año premio al mejor actor y la mejor actriz en el Festival de Cine de San Sebastián. El Zinemaldia premiará las mejores interpretaciones, sin distinción por sexo, para “seguir evolucionando y ayudando a construir una sociedad más justa e igualitaria”, tal como anunció su director, José Luis Rebordinos, este martes. El festival sigue los pasos de la Berlinale, que tomó la misma decisión el año pasado, y de otros festivales y premios de disciplinas distintas, como la música o la televisión. Detrás de un objetivo loable –premiar sin distinción por sexo para trasladar la idea de que lo importante es la actuación– hay, sin embargo, una estrategia –eliminar unas categorías que dan visibilidad a quien menos la tiene– cuestionada por muchas profesionales del sector.
Y respuestas no siempre fáciles de responder: las categorías diferenciadas por sexo, ¿ayudan a que el público y la industria reconozcan el talento de las actrices, que sufren discriminación en el sector, o reproducen la idea de que hacen falta epígrafes distintos para que las mujeres lleguen a ser premiadas, como si su talento estuviera por debajo o tuviera características diferentes al de sus compañeros?, ¿maquillan la desigualdad?
Para la Asociación De Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) la respuesta es clara. “En condiciones de igualdad en la presencia de roles masculinos y femeninos no tendríamos duda sobre la conveniencia de esta opción pero es que esa igualdad no es real. Y como no partimos de esa igualdad de base nos parece una decisión errónea porque va en contra de la visibilidad de las actrices y de sus oportunidades de acceder a un premio”, explica una de sus portavoces, la guionista Virginia Yagüe.
Los datos de los informes que periódicamente publica CIMA sustentan su postura. El 67% de la estructura laboral de la industria audiovisual está formada por hombres, una composición nada paritaria, según su último estudio, de hace solo unos días. Ellos dirigen mucho más que ellas (81% de hombres frente a 19% de mujeres), firman más guiones (74% frente a 26%), componen más bandas sonoras (89% frente a 11%) y dirigen la fotografía (85% frente al 15%). La abrumadora presencia masculina en casi todas las áreas influye en el campo de la interpretación, afirma Virginia Yagüe. “Ese desnivel influye en el contenido, en el que siguen teniendo más protagonismo los hombres”, apunta.
¿Por qué no entonces distinciones por sexo en otras categorías, donde la dificultad de las mujeres para hacerse ver es evidente? “Para ser director o directora no tienes un requerimiento de sexo que cubrir. Si en los guiones el personaje es un varón caucásico de 40 años eso excluye directamente a las actrices”, agrega la portavoz de CIMA. La investigadora y escritora especializada en Historia de las Mujeres y representaciones de género en la industria audiovisual María Castejón apunta a que, mientras en otras categorías nunca ha existido esta división, sí en el caso de la interpretación, donde se remonta a hace décadas. No surgió como respuesta a este debate, sino fruto de la mayor visibilidad de los y las intérpretes.
El Festival de San Sebastián argumentaba: “El cambio obedece a la convicción de que el género, una construcción social y política, deja para nosotros de ser un criterio de distinción en la actuación. El criterio para el Jurado será el de distinguir entre malas o buenas actuaciones, sumándonos así al camino iniciado ya por nuestras amigas y amigos del Festival de Berlín”. La explicación contiene, sin embargo, un error relevante. El género es la explicación social y cultural para entender la desigualdad, para desentrañar los procesos que llevan a que mujeres y hombres no discurran por sus carreras en igualdad de condiciones.
Solo un 30% de los personajes
También lo tiene claro la actriz Berta Ojea, que es responsable de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices. “Es algo que aplaudiríamos si estuviéramos en una industria igualitaria pero eso no es real. Los grandes personajes siguen siendo para hombres, hay menos mujeres con personajes importantes o que no sean personajes que acompañan al protagonista de alguna manera. De hecho esta falta de contratos que las actrices tienen a partir de los 35 años tienen que ver con ese concepto de que las mujeres a partir de una edad ya no son deseadas y, por tanto, ya no tienen relato. Empiezan a hacer personajes 'de cuidados' –la madre, la hermana– algunos maravillosos pero siempre con ese sesgo”, dice.
Ojea subraya otro dato, en este caso de uno de los informes que la Unión hace con AISGE (Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual): las mujeres ocupan solo el 30% de los personajes de todo el sector audiovisual, una cifra que cae pasados los 35 años, cuando bajan hasta el 19% de los personajes.
María Castejón subraya el error de eliminar a día de hoy estas categorías. “No podemos quitarlas cuando estamos en un mundo, como el cine, que es de lo más lento en transformarse, tenemos todo tipo de personajes masculinos y una infrarrepresentación de las mujeres. No hay igualdad de condiciones, la meritocracia no existe y solo servirá para invisibilizarnos”.
No obstante, compartido el diagnóstico, hay quien difiere en la solución. Las columnistas de varios medios estadounidenses Kim Elsesser y Lilly J. Goren han defendido en los últimos años que hacer distinciones por sexo esconde o “maquilla” la desigualdad, mientras que una categoría unificada permitiría visibilizar esa falta de acceso a la industria y al relato. “El problema de desigualdad se resuelve llamando la atención y diversificando tanto a la Academia como a la industria”, decía Goren en Fortune.
Virginia Yagüe, de CIMA, no lo ve claro: “Sería partidaria de activar medidas en positivo, no de que volvamos a sufrir desigualdad. Si hacemos eso muchas mujeres durante mucho tiempo se verán fuera del espacio de reconocimiento y eso es una penalización. Además, históricamente los avances han sido muy lentos para quienes han estado discriminadas con lo cual tampoco sabemos hasta qué punto eso sería eficaz”.
Hay algo en lo que todas, sin embargo, coinciden: sean premios con categorías separadas o unificadas, no servirán por sí solos para acabar con la discriminación ni las brechas del cine, un trabajo en el que quieren poner su energía.