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Miguel Delibes se sintió un poeta frustrado
Un escritor seducido por la poesía pero incapaz de acotarla en verso se sintió alguna vez el novelista Miguel Delibes, frustrado por la imposibilidad de acometer ese género, también como lector, según reconoció en alguna de las cartas que dirigió al crítico Gonzalo Sobejano y que ahora ven la luz.
“Tu editor me envía un atractivo libro tuyo sobre poesía. Quiero leerlo despacio y con la devoción que me inspiras para tratar de llegar a la esencia poética, género por el que siento admiración pero que no domino. Empiezo por no saber leer poesía y esto es lamentable”, escribe Delibes a Sobejano el 15 de noviembre de 2003.
Fue una de las pocas piezas que se le escapó a este cazador avezado, narrador, ensayista, autor de libros de viaje, de cuentos y relatos breves, así como de numerosos textos traducidos al lenguaje escénico y cinematográfico con sus correspondientes adaptaciones.
Sobejano, de 86 años, poeta, crítico literario y profesor de literatura española en varias universidades de Estados Unidos, trabó amistad con Delibes a raíz de un encuentro en Alemania, germen de un vínculo personal y profesional del que ahora dan cuenta las 188 misivas inéditas recopiladas y anotadas en el libro “Miguel Delibes/Gonzalo Sobejano. Correspondencia, 1960-2009”.
En su respuesta, un mes más tarde desde Nueva York, el crítico tranquiliza al novelista al hacerle ver que la lírica también anida entre los párrafos de un relato, se enreda en las descripciones de los paisajes y late en el tratamiento compasivo de los personajes.
“Tu prosa es poética desde el principio y alcanza la cumbre en 'Los santos inocentes', todo un poema”, elogió entonces el profesor, a lo que el narrador contestó dos semanas más tarde desde Valladolid: “Tienes razón. Es el verso lo que me puede. Pero, como dices, no es necesario a la poesía”.
La vida cotidiana, el proceso creativo, las corrientes literarias y la situación política y social de cada época no escapan a las sagaces observaciones y análisis de ambos corresponsales en estas cartas que han editado la Fundación Miguel Delibes y la Universidad de Valladolid, al cuidado de la filóloga Amparo Medina-Bocos.
“Mantuvieron una correspondencia de largo recorrido, casi de cincuenta años, porque lo que empezó como una relación meramente profesional acabó por convertirse en algo personal y afectivo”, ha explicado hoy a Efe Medina-Bocoa acerca de unas carteas que ofrecen “datos muy jugosos para la historia de la literatura”.
Se profesaron una “gran admiración mutua”, acrecentada por el paso de los años y reflejada en esas misivas a través de confidencias familiares, estados anímicos y problemas de salud, entre otras cuestiones.
Una de las partes más atractivas de este epistolario, en su opinión, reside en el juicio crítico, “rápido y espontáneo”, con que Gonzalo Sobejano analizaba en unas pocas líneas las novelas que le enviaba Delibes cuando éste publicaba.
“Como decía Pedro Salinas, no se conoce bien a la gente hasta que la lee a través de la cartas, algunas con un valor humano impresionante, breves y austeras pero tremendas en las que Delibes toma conciencia del final”, ha añadido.
El 31 de diciembre de 2007, dos años y medio antes de su muerte, el novelista confiesa a su interlocutor: “Esto lo doy por liquidado. He vivido mi vida y ya está. Recuerdo a tanta gente que me espera, que este mundo me parece vacío. Vacío y hosco, no me gusta”.
Esta correspondencia será presentada esta tarde en la Biblioteca Nacional durante un acto al que asistirán el presidente de la Academia de la Lengua, Darío Villanueva, y la presidenta de la Fundación Miguel Delibes, Elisa Delibes, además del vicerrector de la Universidad de Valladolid José Ramón González.
Por Roberto Jiménez.
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