Los 10 mejores discos de 2024

Elena Cabrera

17 de diciembre de 2024 22:06 h

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Este ha sido un gran año para la música española. Del pop al rock pasando por la urbana. Del rock explosivo de Alcalá Norte, Carolina Durante y Biznaga. De artistas que marcan el presente como Judeline, Bad Gyal y Le Parody. De Tarta Relena, Espanto y la despedida de Chill Mafia.

Y en la internacional, hay unanimidad en proyectos muy dispares: Charli XCX, el retorno del grupo de Robert Smith, Vampire Weekend, Fontaines DC, Tindersticks, Beth Gibbons, Jamie XX, Pet Shop Boys, Twin Tribes o Shellac.

Pero la música no es solo discos, es una conversación. Y en ella hemos hablado de las mujeres que expresan en el espacio público el machismo que han vivido y cómo impacta eso en la sociedad. Hemos hablado de cómo la IA mordisquea el mundo tal y como lo conocemos y los efectos que produce. Hablamos de cómo todo ahora se mide en bernabéus y wizinks (o mejor dicho: Palacio de Deporte de la Comunidad de Madrid, llega el fin de ese patrocinio y comienza otro, lo cual requiere una reflexión) y de qué supone llenarlo para alguien como Fermin Muguruza con los problemas que ha tenido siempre en la capital. Y cuando pensamos que la historia más relevante que íbamos a contar sobre La Oreja de Van Gogh este año es que por qué no tocaron los instrumentos en su primer disco, vivimos cómo perdían a su segunda vocalista.

Estos diez discos, de alguna manera, logran recoger retazos de esas conversaciones y apuntan mínimamente por dónde se mueve la música hoy.

The Cure: ‘Songs Of A Lost World’ (Universal)

Dieciséis años esperando un disco es un tiempo demasiado largo como para no provocar, tanto en el artista como en el oyente, un efecto sobre el propio disco que pueda alterar la percepción. Juzgar una obra como esta aislando ese componente, no es fácil. Solo el paso y el peso de otros dieciséis nos permitirá mirar este disco con la suficiente perspectiva como para ratificar si el disco del año o no era para tanto. Por ahora, lo es.

Una obra decadentista, ampulosa, dura, terminal, misteriosa y bella. Un disco que solo se mira a sí mismo, aislado de su momento, depurado a lo largo de los años, cincelado tercamente.

Es un disco corto de canciones largas (lo que ya no se lleva). Una catedral construida con cuerdas de guitarra. Una música que solo puede ser de Robert Smith, nadie más hace canciones de esta manera. Es, además, un disco que supera de largo a Bloodflowers (2000), The Cure (2004) y 4:13 Dream (2008), los tres últimos álbumes de The Cure; es por tanto el mejor disco del grupo en este milenio.

Charli XCX: ‘brat’ (Atlantic - Warner)

Con su sexto disco, Charli XCX ha conquistado el cielo del pop (y lo ha teñido de verde). Si existe un antagónico radical del disco de The Cure, es este. brat es trepidante, saltarín, alegre hasta decir basta y veraniego. Es un disco largo de canciones cortas (lo que se lleva ahora). Cada línea de cada tema es una microcanción en sí misma: tiene estrofas dotadas de la fuerza de los estribillos y melodías pop por doquier, envueltas en fragmentación, ritmos entrecortados y parones infartantes.

brat destaca también por la sinceridad de sus letras, que hablan de la vida de Charli, de su novio, de la amistad y la competencia, y de lo que se pone ser una popstar de 31 años en el año 24. La grandeza de esta Charli XCX es la de ser capaz de proyectarse como una poderosa estrella a la vez que muestra sus vulnerabilidades.

brat suena actual, pero también resuena al mejor dancepop británico con influencias ochenteras, una tradición que marca los inicios de la artista aunque luego buscara otros derroteros. Un sonido intachable a cargo de un buen grupo de productores (A. G. Cook, Finn Keane, Cirkut…) entre los que se encuentra George Daniel, batería de The 1975 y pareja de la artista (y destinatario de alguna de las canciones).

Nick Cave & The Bad Seeds: ‘Wild God’ (Bad Seed - PIAS)

El músico australiano ha necesitado de varios años y dos discos para llegar a un lugar en el que el dolor por la muerte de su hijo está en una fase del duelo que le permite enfrentarse a la vida de una manera menos oscura y más agradecida. Y eso se nota en las canciones de un disco que ha defendido en directo de manera magistral.

Son diez canciones de góspel a la manera en la que lo entiende este Nick Cave maduro, limpio y optimista. Las ‘malas semillas’ que durante años le hicieron regodearse en el barro como cerdos sangrantes, son hoy algo más parecido a unos pegasos blancos que el cantante cabalga en ascenso celestial.

Todas las canciones están dotadas de eso: una ascensión, elevación construida a base de ampulosas orquestaciones y espirales rimbombantes a las que se agarra el escritor Nick Cave, siempre mejor letrista que músico.

Alcalá Norte: ‘Alcalá Norte’ (Balaunka)

Este es el grupo español de pop de guitarras que llevábamos tiempo necesitando. Su esperado debut ha llegado a la vez que su ascenso meteórico, el cual se ha producido por una mezcla de ingredientes. En resumen, serían estos: la peculiar manera de cantar de Álvaro Rivas; el descaro en redes de su CM; la combinación de guitarras, batería y (esenciales y geniales) teclados (que nos recuerdan a Parálisis Permanente) escupida con rapidez y aplomo; la cultura de barrio (es Ciudad Lineal en Madrid pero podría ser cualquier otro) y el concepto triunfal de “la vida cañón”.

Como en el caso de Biznaga, las letras son importantísimas y hablan de un presente de barrio (aunque mucho menos comprometido políticamente), de alucinaciones poéticas, de ser pobre por la vida pero rico en amigos.

Kim Gordon: ‘The Collective’ (Matador - Popstock!)

La exbajista de Sonic Youth ha creado un disco incómodo, sucio, metálico, mal agorero y muy poco complaciente. Es un trabajo que satisface a todos los que deseaban ver a Gordon con mayor protagonismo en Sonic Youth. Suena a cristales rotos, a desguace, al chirrido como arte, a callejón sucio de Nueva York.

Su rítmica fragmentada es lacerante y sexy. En algunos temas como I’m A Man aparecen bases dub sobre las que se levanta una estructura de hierro y distorsión.

Si su primer disco en solitario tomaba inspiración de la cineasta Chantal Akerman, este segundo lo hace de al menos dos novelas: La casa de caramelo, de Jennifer Egan y El amante, de Marguerite Duras, con pinceladas de ciencia ficción a lo Blade Runner y suciedad urbana terminal.

Fontaines DC: ‘Romance’ (XL Recordings - Popstock!)

El disco del año para el indie anglosajón, que este quinteto irlandés ha venido para redefinir y reimpulsar cuando parecía un género muerto. Producido por James Ford, el técnico que le ha dado sonido a los últimos discos de Pet Shop Boys, Blur y Depeche Mode, aquí le ha dado a la banda la rudeza que necesitaban para su transformación, que ha sido musical (dejando atrás el postpunk) pero también estética (de indies a raveros) como empresarial (fichando por el sello XL Recordings, una de las indies más potentes del Reino Unido).

Cada canción de Romance puede recordarnos a otros grupos de su estirpe (desde Kasabian a Boo Radleys) pero solo por alusiones. El disco está jalonado por hits como Here’s The Thing, Starburster o In The Modern World que han nacido para reventar festivales.

Dame Area: ‘Toda la verdad sobre Dame Area’ (Humo Internacional)

El dúo catalán de agresiva electrónica punk minimal tiene el mejor directo que se puede ver hoy en día, en términos de energía, fiereza y locura rítmica siempre a un milímetro de descontrolarse. De alguna manera, han conseguido recoger eso en su disco, aunque sigue siendo imprescindible no perdérselos en directo.

Enganchados a una genealogía que bebe de Suicide, Coil, la EBM, la música industrial, Psychic TV y una rabia tribal que un día tuvieron los mencionados Bad Seeds de Nick Cave (al principio de su carrera o con The Birthday Party) y de la que se desprendieron hace mucho, por lo que el oyente con necesidades extremas debe ir a saciarlas en pozos o madrigueras como los que habita Dame Area.

Chelsea Wolfe: ‘She Reaches Out To She Reaches Out To She’ (Loma Vista)

La voz de Chelsea Wolfe es una de las más estremecedoras que podemos encontrar en la música actual. En su séptimo álbum de estudio –sin contar la banda sonora para la película X–, le saca el máximo partido, así como en su impresionante directo.

Una artista que ha acariciado el black metal o el doom, pero que también ha golpeado el folk y el rock más ambiental, es una maestra en crear milhojas densas y espectrales, espolvoreadas por una magia difícil de apresar y mucho menos definir.

Producido por el guitarrista de TV on the Radio Dave Sitek, este trabajo sabe encontrarse en las esquinas con diferentes géneros, como el trip-hop de unos Portishead, pero en sucio, el industrial que recuerda a Nine Inch Nails e incluso cierta ambientación que recuerda a los Depeche Mode más guarros, aunque al final Wolfe recorre siempre su propio pasillo.

Biznaga: ‘¡Ahora!’ (Montgrí)

El quinto trabajo de la banda madrileña de pop-rock-casi-punk (también power-pop) es radicalmente presente. Desde el título, que ya lo dice todo, hasta sus letras, aspecto en el que tienen su fuerte (“vamos a hablar de salud mental, 80 la sesión, cómo lo vas a pagar” cantan en Imaginación política) o sus actos (cantando en el barrio madrileño de Lavapiés en protesta por la compra de un inmueble por un fondo buitre).

Sus grandes temas son “trabajo, ansiedad, calle y barrio”. Y así, nos hablan de la gentrificación, los desahucios y la imposibilidad de vivienda en El futuro sobre plano. O del trabajo precario de los repartidores en Réquiem por un rider (“el tiempo es dinero”), por nombrar solo un par. Guitarras y batería muy clásicas e incansables, imparables, para un disco al que volveremos dentro de diez años para recordar cómo fue 2024.

Viuda: ‘Provinciana’ (Humo Internacional)

Cuatro mujeres asturianas influidas por la brujería y la cultura astur han creado uno de los grupos nuevos más hechizantes mediante la fórmula que mezcla el punk con la música tradicional.

Su segundo disco tiene nueve canciones y no llega a la media hora (aunque el primero, de 2021, tenía solo cinco temas y diez minutos de duración, por lo que quizá no deba considerarse un álbum). Algo en ellas recuerda a las islandesas Kaelan Mikla pero con castañuelas y ritmo de pasodoble.

Postpunk lacerante e impositivo con canciones para desatarse en un concierto como Ence, Quincallera, Provinciana o Aceralia donde nos habla de una “ciudad de metal y mentiras” que alude al Gijón industrial. Letras que miran al presente cantadas para dejarte “como un colador a navajazos”, en palabras de la propia cantante.