El copresidente de Sony, Masaru Ibuka, llevaba una vida de lo más ajetreada. Vivía prácticamente en aviones, desplazándose de un lugar a otro con una grabadora de casete TC-D5 para escuchar música clásica. Pero había un problema: era demasiado voluminosa. Fue entonces cuando encargó al equipo de desarrollo de su empresa un aparato que cambió para siempre la música. Así nació el Walkman.
“Prueba esto, ¿no crees que sería una buena idea un reproductor de casete estéreo en el que escuchar música mientras caminas?”, le dijo a Ibuka el entonces presidente de Sony, Akio Morita, según recoge Time. Al principio era un dispositivo pensado para atender a las necesidades del directivo, pero acabaron tan contentos con el resultado que decidieron lanzarlo al mercado para satisfacer a “aquellos jóvenes que quieren escuchar música todo el día”. Esa es la razón por la que decidieron tenerlo listo para el verano, para así atraer a los estudiantes en vacaciones.
El 1 de julio de 1979 llegó a las tiendas el TPS-L2 por un precio de 150 dólares (algo menos de 500 dólares, ajustado a la inflación actual). Era un reproductor de casetes estéreo, metálico, de color gris y azul, y al que se podía enchufar unos auriculares. Funcionaba con dos pilas AA y, lo más importante de todo: cabía en un bolsillo.
Según detalla Sony en su página web, existían voces dentro y fuera de la compañía que decían que el producto sería un fracaso en ventas por contar únicamente con la función de reproducción y no con la de grabación. Pero se equivocaron: Sony vendió más de 50.000 unidades en los dos primeros meses. Y no solo eso: el número de personas cuyo modo de hacer ejercicio era salir a caminar creció un 30% entre los años 1987 y 1997.
El Walkman no fue el primer reproductor portátil, pero sí el primero en serlo realmente. El padre de la música transportable fue el Regency TR-1, lanzado en 1954. Permitía reproducir la radio y pesaba algo más de medio kilogramo, lo cual era un avance increíble para entonces, pero seguía sin ser del todo manejable. Pese a ello, es considerado un producto pionero, precursor de todo lo que llegaría años después.
Como aseguran en Hipertextual, una página especializada en tecnología, todo cambió con la llegada del casete en 1962. La marca holandesa Philips desarrolló un formato que permitía almacenar audio en cintas magnéticas mucho más pequeñas de las que se utilizaban por entonces. Se convirtió en una alternativa al disco de vinilo y, precisamente por ello, fueron sus propios creadores los responsables de lanzar el primer reproductor de estas cintas: el Philips EL 3300, que a pesar de ser “de bolsillo” pesaba más de un kilo y medio. Era, más bien, para uso doméstico.
La cultura del radiocasete
Poco después llegaron los radiocasetes o, como eran conocidos en EEUU y parte de Latinoamérica, los boombox. “Los grandes admiradores de la música tenían en ese momento un sonido de mayor fidelidad y calidad, con tonos graves, medios y agudos, pero entonces los fabricantes escucharon lo que quería el chico joven de moda en las calles de Nueva York. Queríamos destacar los graves”, decía el músico conocido como Fab 5 Freddy, pionero del hip hop estadounidense, a la National Public Radio (NPR).
Los radiocasetes, por tanto, eran grandes para que las vibraciones de los bajos fueran suficientemente potentes. “Las boombox eran tan pesadas que quienes las llevaban todo el rato acababan desarrollando los músculos de los bíceps y los antebrazos”, recuerda Freddy en la NPR. Acabaron generando toda una cultura urbana en torno a ellos. Fueron el epicentro de reuniones y dieron lugar a subgéneros musicales como el hip hop o el rap, imposible de concebir sin aquel dispositivo.
Sin embargo, con el trascurso de los años 80 también llegaron las normativas contra el ruido callejero y los boomboxes pasaron de las aceras a las casas. El Walkman empezó a hacerse cada vez más popular y, con él, llegó una imagen que nos acompaña hasta nuestros días: la de caminar por la calle escuchando música.
Y, aunque en la historia corporativa del Walkman no se menciona, Sony tuvo un problema relacionado con las patentes del reproductor. Un inventor alemán llamado Andreas Pavel creó en 1972 un dispositivo llamado Stereobelt (ya que se podía llevar en el cinturón) e intentó vender la idea a diferentes compañías. “Todos me decían que la gente no estaría tan loca como para correr con unos auriculares”, dice Pavel en The New York Times.
A Pavel se le cerraron todas las puertas, pero en 1977 decidió registrar la patente en Milán, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Japón para, poco después, comprobar cómo Sony empezaba a vender un dispositivo idéntico al suyo. Fue así como comenzó una lucha de más de 25 años contra la empresa japonesa en tribunales y oficinas de patentes de todo el mundo. En 2003, finalmente Sony cedió por una cantidad de dinero desconocida y Pavel ganó el derecho de llamarse a sí mismo como el inventor del primer reproductor estéreo portátil.