Acentuar mal para rimar bien, una estrategia musical de experimentación con el lenguaje

Ana Tenías

10 de diciembre de 2023 22:01 h

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Cuando Rosalía sacó Motomami, su disco más ecléctico y uno de los más populares de la música española de los últimos años, la cantante también estaba dejando constancia de uno de los rasgos de composición musical más interesantes en el vínculo entre música, lingüística y literatura: la experimentación con el lenguaje. Que en DIABLO la cantante pronuncie: “La que sale por TV / no es la que yo conóci”, acentuando de forma incorrecta la última palabra para generar la rima, es una idea que esconde detrás un origen, un contexto histórico en la música y un trazado de lenguas, estilos, cantantes y sonoridades cuyos conceptos se expanden ya hacia otros tantos artistas que a día de hoy hacen de la música un espacio de apuesta por el lenguaje y la transformación de la palabra.

Slappy Av tiene 21 años, hace música urbana e hyperpop y utiliza los mismos patrones de rima. Acaba de sacar el disco Ultras del Amor y en casi todas sus canciones se pueden encontrar barras hechas a partir de palabras acentuadas donde ortográficamente no corresponde, versos libres, sinalefas, sílabas alargadas y rimas que parecen forzadas. Pero muy lejos de tener que ver con un fallo gramatical, este particular salto en la normativa de la escritura es más que consciente: “Lo hacemos por dos razones: porque nuestro estilo de música viene del inglés, y porque nos caracteriza hacerlo complicado, nos gusta buscarle una vuelta de tuerca”, dice Slappy en una entrevista con elDiario.es. 

En Annie Hall 2, canta: “Da vueltas mi cabezá / pensando que tú te vas”; en LindooOo, une las vocales finales para encajar la rima: “Me pasé la tarde volviendo a tus audios / como si alguno fuese a decir algo / como si no te tuviera tantoásco”; en Gandía Shore, se le oye: “Otra zorra se cree que es aesthetíc / yo en su booty estoy jugando al tetrís” y en Bona Nit!!, entona: “La musíca nunca se marchitá / [...] pero me despiertan pesadillás”. El joven zaragozano hace música como lo hacen muchos artistas de la generación zeta: en su casa, con una tarjeta de sonido y un micrófono, e influenciado por un género musical que todavía lleva muy poco tiempo dentro de la escena española pero que ya marca en él y en muchos más una forma particular de escribir.

La influencia del inglés

“El trap en inglés está lleno de monosílabos”, explica Slappy, “y como estamos utilizando unos sonidos que vienen de América, los adaptamos al español como podemos. Artistas como Mda o Rojuu son algunos de los que más y mejor lo hacen. Pero sobre todo también es un recurso lingüístico, es una figura retórica”, justifica el cantante, “hacemos que suene más exagerado para que se note que es a propósito, nos aprovechamos de ello. Es una música a la que cuesta adaptarse si no se ha escuchado nada parecido antes”, piensa. Y por eso la ruptura de las normas ortográficas y de acentuación en la composición musical han pasado a formar parte del propio proceso creativo.

Es cierto que modificar los golpes sonoros de las palabras en busca de la rima no es nada nuevo. Clara Isabel Martínez Cantón, profesora titular en la facultad de Filología de la UNED que ha escrito varios artículos “sobre el rap y los acentos”, cuenta en una llamada con este medio que ocurre con cientos de canciones de la industria nacional e internacional desde décadas atrás. Pero aunque “no es algo que no se haya hecho antes”, explica la filóloga, “lo interesante y lo distinto es el cómo se está haciendo”, dice. “Y eso viene claramente del rap”. La diferencia, para la teórica, es que “antes no era algo sistemático y se hacía con intenciones distintas”, pero los géneros urbanos son los que realmente tienen que ver con la ruptura de las normas, con la libertad compositiva y, sobre todo, afirma, “con una clara experimentación del lenguaje”.

Hacer rap en español era algo muy difícil hasta que vieron que podían romper las palabras

Que Slappy Av identifique en su música el origen del inglés no es casualidad. Clara Martínez Cantón explica que cuando empezó a investigar “la forma en que los cantantes de rap españoles modifican la métrica” descubrió “toda una teoría del rap en inglés” que, asegura, “exige una competencia lingüística enorme para llegar a entender cómo ellos escuchan los sonidos, qué consideran rimas y qué no y cómo juegan con lo fónico”, relata la filóloga. “Hacer rap en español siempre había sido algo muy difícil porque es un lenguaje con sílabas llanas y muy exigente con la rima; lo mismo con el italiano y las esdrújulas”, comenta, “hasta que los cantantes del género urbano se dieron cuenta de que podían romper las palabras, forzar la sonoridad y hacer cosas mucho más interesantes”. Allí comienza todo un camino de ruptura lingüística en la música y la métrica en español.

El proceso de globalización, clave

Un camino en el que también entra el reguetón, el dembow y el trap, “todo géneros que vienen del hip hop y que son de origen improvisatorio, propicios a utilizar ciertas estrategias de improvisación cometiendo desviaciones léxicas en pro de la rima y la métrica”, explica en una entrevista la musicóloga Laura González Martínez, especializada en el indie en España que también ha investigado las músicas urbanas. Pero para entender cómo estos recursos de composición pasan de ser algo propio de los géneros urbanos a expandirse, utilizarse en todos los estilos y poder identificarlos hasta en la canción de pop comercial de Aitana que dice: “Quiero bailar perreando toda la noché”, la musicóloga señala una razón clara: la globalización.

El auge de la cultura hispana en el mercado anglosajón explica que nos estemos habituando al 'spanglish' o a la jerga latina

“Se ha producido un acceso a culturas que muchas veces nos resultan ajenas y que tienen sus propios códigos. Principalmente el auge de la cultura hispana en el mercado anglosajón explica que nos estemos habituando al spanglish o a una jerga latina de la que no teníamos ni idea”, afirma González Martínez. Por otro lado, Clara Isabel Martínez Cantón también recalca que “la experimentación viene sobre todo de Latinoamérica”, sostiene, “y en este ámbito del lenguaje seguramente tenga mucho que ver la cercanía y el contacto que mantienen con el inglés, de manera que les ha sido más fácil trasladarlo”. De esta manera, como una especie de cadena, la musicóloga asegura que la entrada de los géneros urbanos en la industria musical y el mainstream es lo que explica que Rosalía ponga el golpe en la última sílaba en muchas de sus canciones, “como lo hacían originalmente en el trap y el dembow de República Dominicana”, recuerda.

Por eso la musicóloga cree que el recurso de manipular la acentuación de las palabras a favor de la rima, más allá de las razones compositivas de eficacia “por las que se ha hecho siempre”, mantiene un punto en común con otras estrategias musicales: los ajustes rítmicos que simulan los del dembow como hace Lola Índigo en su tema Las Solteras “con ese 'down diki diki down'”, pone de ejemplo Laura, la repetición melódica de sílabas o la imitación de acentos también tienen que ver con un proceso cultural y político. 

El cambio en la métrica se debe al auge de la cultura hispana, al intercambio cultural entre países y a la apropiación

“Son géneros de origen afrodescendiente que normalmente se ponen en valor cuando un blanco mete mano, como ha ocurrido con el reguetón”, justifica Laura. “Así que podríamos decir que este cambio en la métrica se debe a una mezcla de factores: el auge de la cultura hispana, el intercambio cultural entre países y la apropiación. El bum de todas estas músicas es lo que ha traído nuevos recursos lingüísticos y sonoros”. 

También cuestión de creatividad

Aun así, recuerda la musicóloga, no hay que olvidar un componente clave en las transformaciones de la métrica musical que tiene mucho que ver con el objetivo creativo, de experimentación, de libertad e intencionalidad. “El swing es uno de los rasgos más importantes y característicos del jazz, y consiste en mantener la dislocación del ritmo todo el tiempo con fines expresivos”, explica González Martínez poniendo de ejemplo el estilo de la mítica Amy Winhouse. Cantar saliéndose del ritmo, “jugar con las dinámicas, alargar corcheas”, detalla. “Pues en el rap se utiliza el swing, aunque lo llaman flow. Uno de los principales desafíos de un cantante de rap es tener flow, un elemento que no tiene una estructura clara: son los cantantes los que lo hacen como quieren”, concluye la teórica.

Y esto respalda la idea que exponía Slappy Av sobre cómo la métrica de su música tiene que ver también con el propio estilo: “Nos gusta que nuestra música suene así”, repite el joven músico, “nos basamos mucho en la espontaneidad, lo tengo muy automatizado, supongo que por haber escuchado música americana pero también por haber escuchado a los que la trajeron a España y demostrar que queda bien, ver que funciona”. Sin embargo, desde el canon de la Academia, al profundo fenómeno cultural y social que se esconde en el vínculo entre métrica y música “no lo consideran literatura”, confiesa Clara Isabel Martínez Cantón.

A veces voy en el bus y en el paso de cebra se me ocurre una frase, así que me la apunto y luego en mi casa hago que se convierta en una canción sin importarme, ni mucho menos, cómo se acentúan sus palabras

“A pesar de que la poesía y la música han ido ligadas desde sus orígenes a través de distintos rituales construidos con elementos que producían un ritmo sistemático en la palabra”, defiende la doctora, “el tema no suele ser objeto de estudio en este ámbito”. La docente universitaria, que está trabajando en un proyecto junto a Guillermo Laín Corona para investigar “distintas musicalizaciones desde distintos géneros de poemas, empezando a estudiar letras de canciones”, incide en “lo interesante y lo importante” que es en realidad para la lingüística, la literatura y la música la experimentación del lenguaje que han traído los géneros urbanos y que hacen entender la nueva tendencia no solo como una forma de jugar con el habla sino también, a fin de cuentas, como una forma particular de relacionarse con el mundo. “A veces voy en el bus y en el paso de cebra se me ocurre una frase, así que me la apunto y luego en mi casa hago que se convierta en una canción”, termina por decir Slappy Av, “sin importarme, ni mucho menos, cómo se acentúan sus palabras”.