Alex Turner no es el mismo. El líder de los Arctic Monkeys ahora viste con americana, gafas de aviador tintadas y una camisa que, a juzgar por el tamaño de su cuello, podría llevar John Travolta en Saturday Night Fever. Aquel joven de Sheffield (Inglaterra) ya no existe, o al menos gran parte de él. Así lo demuestra su actuación en el festival Mad Cool 2018 celebrado en Madrid, la cual estuvo casi tan dividida como las reacciones sobre su último disco, Tranquility Base Hotel & Casino.
Los grandes riffs de guitarra y los gritos rebeldes de Turner han sido sustituidos por los golpes de piano y un ritmo mucho más sinuoso, cercano al jazz por algunos instantes. Los asistentes a su última cita musical (y todos aquellos que le vieron por televisión) tuvieron la oportunidad de comprobar esas dos versiones, la que supone un chute de adrenalina y la que anima a sentarse en un sillón de cuero, a relajarse y a pedir un cóctel Old Fashioned.
Canciones como Four out of five, One Point Perspective o la mítica Cornerstone lograron tranquilizar incluso a aquellos que llegaban con ganas de vibrar y saltar. Solo bastaba un vistazo para comprobar la considerable bajada de revoluciones. De hecho, algunos aprovecharon el momento balada para bailar abrazados, pero otros quedaron petrificados sin saber bien qué hacer además de mirar de forma contemplativa.
El otro extremo es el representado por temas como Brianstorm, Teddy Picker o R U Mine?, encargada de cerrar el setlist y de sacudir en forma de terremoto musical a todo el recinto ferial de IFEMA. El vocalista de los Arctic Monkeys era consciente de lo que generaba su repertorio y no dudó en aprovechar el juego de dicha dualidad. Al Turner que se contorsionaba con Arabella le sucedía otro totalmente diferente, uno que sacaba el peine para arreglarse el flequillo y acto seguido sentarse a las teclas.
Entonces, ¿es Tranquility Base Hotel & Casino la evolución natural del grupo británico? Para conocer las dos caras de la moneda preguntamos a sus defensores y detractores los motivos para odiar u amar esta nueva etapa. El debate está servido.
A favor: “Es renovarse o morir”
“No puedo parar de escuchar lo nuevo”, afirma con rotundidad Laura, que se confiesa fan incondicional del nuevo look de Tuner porque le recuerda a “clásicos como Elvis o John Lennon”. Para ella, un grupo debe “renovarse o morir”, y cree que eso es lo que han hecho porque de lo contrario “habrían acabado haciendo siempre lo mismo y no tendrían este efecto sorpresa, como ya le pasa a Franz Ferdinand”.
En la misma línea se sitúa José Luis, que luce con orgullo la camiseta del grupo. “La gente que dice que es aburrido no lo ha escuchado tres o cuatro veces, es muy complejo, más relajado, muy similar a The Last Shadow Puppets”, considera. Entonces, ¿qué debería hacer alguien a quien no le ha gustado? “Lo primero que le recomendaría es esperar hasta que cumpla más de 50 años”, afirma entre risas.
“Las personas cambian, y aquel joven que tocaba por los garajes de Inglaterra ya no va a volver”, apunta Ana, que ha llegado desde Málaga para cumplir uno de sus sueños: ver a los Arctic en directo. “Creo que dentro de un tiempo escucharemos este álbum y sabremos apreciar el cambio”, asegura.
En contra: “Que dejen ya el maldito piano”
“Cuando salió este disco no sabía muy bien qué pensar”, mantiene Alejandro, que asegura haberlo “escuchado más de una y dos veces”, pero sin muy buenos resultados. Añade que, además, “su look ha cambiado mucho y ahora son un poco viejóvenes”, algo que no encaja muy bien la etapa correspondiente al elepé de AM. “Para su siguiente trabajo les pediría que siguieran la línea de canciones como Why you only call me when you're high, porque es la que me gusta”.
Natalia tiene clara su postura: “El último disco me parece una basura”. Según esta, es lo que ocurre con muchas bandas, “que se salen de lo que hacen y terminan haciéndolo fatal”. Además, no cree que sea algo relacionado con la edad: “Yo tengo 36, creo que no soy de las más jóvenes aquí, y no me mola nada”, mantiene. ¿Cómo podrían hacerlo mejor? “Me encantaría que dejaran el maldito pianito e hicieran más rock. ¿Si algo te funciona por qué lo cambias?”, critica.
En cambio, Antonio reconoce “que se ha forzado” a que le guste el álbum, pero “que no hay manera”. Defiende que “estaba bien cuando antes te encontrabas una canción lenta entre tanta agitación”, pero no si “acaban siendo las protagonistas”. Él solo le encuentra un sentido: “Es la banda sonora para la segunda película de Submarine y el disco bueno está por llegar”, indica con sarcasmo.