De un tiempo a esta parte el único motivo de alegría para músicos y compañías discográficas, en lo referente a los beneficios que reportan las grabaciones, tiene que ver con el negocio del streaming. Aunque los datos aún estén lejos de paliar la caída en picado de la venta física, la implantación de compañías como Spotify, Deezer, Rhapsody, Muve Music, Slacker, Samsung Music Hub, Sony Music Unlimited o Rdio ha multiplicado durante el 2013 las ganancias en esa partida -de 8 millones de suscriptores en 2011 a 28 en 2013-. Por eso el aterrizaje de las grandes corporaciones multinacionales tecnológicas cuyo modelo empresarial depende en buena medida de la oferta de contenidos era inevitable desde hace tiempo.
La todopoderosa Google entró en el negocio del streaming hace años a través de su subsidiaria Youtube, con un modelo que partía del gratis total y que posteriormente incorporó la publicidad para hacer frente al pago por derechos. Pero aunque Youtube ha sido en la última década la manera más popular de consumir música a través de la Red entre los jóvenes -muy especialmente en Estados Unidos- el auge de aplicaciones como las antes citadas y la presión por parte de los propietarios de los derechos de autor ha llevado a Google a desarrollar su propio servicio musical por suscripción que se estrenará oficialmente a finales de 2014.
Precisamente ese es el momento en que surge el conflicto entre el gigante y asociaciones como WIN (Worldwide Independent Network) e IMPALA (Independent Music Companies Association) que agrupan a miles de sellos independientes de todo el mundo. Tras llegar a un acuerdo con las tres multinacionales del disco que se mantienen en pie, Sony, Universal y Warner, Google no termina de sellar su negociación con las independientes, lo que le ha llevado a cambiar de estrategia adoptando medidas de presión que le llevarían a suprimir de Youtube un catálogo en el que figuran desde artistas de la importancia de Radiohead, Adele, Arctic Monkeys o Nacho Vegas, Delorean y Guadalupe Plata en España, hasta cientos de miles de bandas de corte más minoritario. Así lo confirmó hace unos días el director de contenidos de YouTube, Robert Kyncl, en una entrevista al Financial Times.
Los artistas dan el ultimátum
Es un conflicto en el que los independientes ven un claro ejercicio monopolístico por parte del entente formado por Google y las majors, y en el que, a diferencia de otras batallas relacionadas con la explotación comercial de la música, los propios músicos se están mojando. Ed O'Brien de Radiohead por ejemplo advierte que “los artistas y sellos independientes están en el filo de la navaja del futuro de la música. Limitarles de esta manera es arriesgarse a crear un internet sólo para supersetrellas y grandes hombres de negocios. Sin la innovación y el riesgo de los músicos y compañías independientes perdemos un ingrediente vital para hacer avanzar esto”. Y el siempre combativo Billy Bragg es aún más explícito: “YouTube se están pegando un tiro en el pie en su intento de hacer fiirmar a los sellos independientes unos contratos por unos pagos ridículos. ¿Van a pagar los fans de la música por servicio tan deficiente? No creo”.
Mientras que una fuente de Google/YouTube en España se muestra mucho más recelosa a la hora de analizar el conflicto y nos envía la siguiente escueta respuesta: “YouTube provee a los artistas de una plataforma global para conectar con sus fans y generar ingresos gracias a su música, pagando cientos de millones de dólares a la industria de la música cada año. Tenemos acuerdos con cientos de sellos independientes y grandes discográficas alrededor del mundo, sin embargo, no realizamos comentarios acerca de negociaciones en curso”.
Mucho más dispuesto a hablar de un asunto con visos de terminar en el Tribunal de competencia de la Unión Europea está Mark Kitcatt. Kitcatt es además de director de una de las grandes distribuidoras de discos indies de nuestro país, Popstock!, el Presidente de la UFI (Unión Fonográfica Independiente) que agrupa a la mayor parte de sellos discográficos nacionales, ya que a la hora de negociar este tipo de acuerdos los sellos delegan en asociaciones que a su vez designan un negociador para alcanzar un acuerdo vinculante. “YouTube es un servicio que creció amparado por una Ley diseñada para proteger a las webs de demandas desmesuradas por la gente que controlaba los copyrights. La ley era muy inteligente en su momento, porque evitaba que servicios innovadores tuvieran responsabilidad legal por lo que subieran los usuarios.
Vendeta a golpe de legislación
Con el tiempo la intención de esa ley se deformó, en el caso de YouTube y también de algún otro, porque pasó a ser imposible que en YouTube estuviera tu música porque tan pronto les pedías que la quitaran, un usuario la volvía a subir. Hay que tener en cuenta que un sello pequeño no puede tener a una persona rastreando la web a ver si alguien esta ofreciendo su música de forma gratuita. Total, que se llegó a un acuerdo por el que se percibía un porcentaje de los ingresos que recibe YouTube por la publicidad. Sin embargo ahora se pretende bloquear este acuerdo como represalia por no haber llegado a un acuerdo para otro diferente. Y eso es un claro caso de abuso a partir de una posición dominante“.
Pero para Kitcatt la triada Sony/Universal/Warner también tiene buena parte de culpa en el conflicto de Google con el sector independiente, porque en su intento por copar el mercado habrían “manipulado” las cifras para forzar el acuerdo. “Ellos ya han llegado a un acuerdo -e intuimos que ese acuerdo ha sido muy beneficioso para esas tres discográficas- en base a que copan el 85% del mercado. Google les ha pagado a partir de esa información.
Sin embargo, si atiendes a otra estadística más fiable, relacionada con quién es el propietario de los masters de grabación, la realidad es muy diferente porque las multinacionales sólo poseerían el 67% del mercado de la música enlatada. La música independiente genera actualmente un 35% de los beneficios en lo referente a la publicación de discos y cualquier servicio que ignore a esas referencias será infinitamente inferior al de la competencia. ¿Por qué ibas a pagar por un servicio como el que pretende ofrecer Google teniendo un catálogo infinitamente más completo en Spotify o Deezer?“.