“El arte popular es, de hecho, la más antigua de las aristocracias del pensamiento”, decía Yeats. Y así parecen entenderlo muchos de los músicos que, surgidos del pop, han añadido a su arte una parte de arqueología de las ideas. Si todo parte de esos trovadores que se juntan a cantar en un cruce de caminos y a los que el irlandés describía en Celtic Dawn, una canción de rock&roll y un cuento de hadas están en realidad, a un paso.
La postmodernidad ha percibido con claridad que hay un mensaje primigenio que yace deformado en el corazón de esos cuentos que todos hemos leído, y ha intentado de manera reiterada raspar las capas que han ido cubriendo los significados originales, dejando al descubierto el hueso. También ha aplicado capas de barniz en forma de preguntas nuevas o interpretaciones más acordes con los tiempos.
El último intento, y uno de los más interesantes por su carácter englobador, nos llega de la mano de varias leyendas del underground elitista unidas en un esfuerzo común. The Ministry of Wolves es una especie de superbanda en la que militan Alexander Hacke (Einstürzende Neubauten), Mick Harvey (Bad Seeds, etc), De Piccioto (artista interdisciplinar, directora de cine y fundadora, entre otras cosas, del primer Love Parade de Berlín, también responsable de las ilustraciones y el cuidado making-of) y Paul Wallfisch (director musical teatral). Así con todo se han sacado de la manga un disco, Music From Republik der Wölfe (Mute Records) que estaba pensado originalmente para una representación teatral del mismo nombre que tuvo lugar el pasado 15 de febrero en Dortmund, pero acabó teniendo vida propia.
El artefacto recopila doce cuentos de los hermanos Grimm en forma de canciones, y lo hace con ese neoclasicismo tenso que Hacke y Harvey dominan a la perfección, apoyándose también en la hilvanada, envolvente voz de De Piccioto, recordando a veces al mejor pop independiente (Rapunzel podría estar firmada por Howe Gelb, Hansel and Gretel parece un vicioso apaño entre Nick Cave y los Soft Cell de Sex Dwarf ) y navegando otras por una oscuridad casi mineral, con la perversa precisión de una caja de música zíngara (Cinderella).
Quizá el mayor hallazgo en lo musical sea precisamente la amalgama: nada parece ser propio al cien por cien -como procede en una reinterpretación de lo tradicional y lo primigenio- pero la claridad en la factura hace el resultado original al tiempo que evocador, familiar al tiempo que sinuosamente deforme; de una intrincado detallismo pop que implica un conocimiento musical y una solvencia fuera de lo normal.
Traducción y traición
Como es sabido, lo que normalmente se consideran “cuentos de los hermanos Grimm” no son sino cuentos populares compilados por estos en la primera mitad del siglo XIX, en un proceso en el que se sucedieron inevitables amputaciones y adecentamientos.
Como explica Clarissa Pinkola Estés en su recomendable libro Mujeres que corren con lobos: “hay poderosas sospechas de que sus confidentes de aquella época 'purificaron' los relatos para no herir la susceptibilidad de los piadosos hermanos. A lo largo del tiempo, se superpusieron a los viejos símbolos paganos otros de carácter cristiano, de tal forma que el viejo curandero de un cuento se convirtió en una perversa bruja, un espíritu se transformó en un ángel, un velo de iniciación en un pañuelo o una niña llamada Bella (el nombre habitual de una criatura nacida durante el solsticio de verano) se rebautizó con el nombre de Schmerzenreich (apenada).
Los elementos sexuales se eliminaban. Las amables criaturas y animales se transmutaban a menudo en demonios y cocos“. Podemos añadir, por experiencia, que Walt Disney y sus epígonos hicieron el resto, inyectando en varias generaciones occidentales la manía del final feliz y un discurso maniqueo que no necesariamente casaba con las intenciones originales de los relatos.
“De esta manera”, afirma Pinkola sobre las adaptaciones de los Grimm, “se perdieron muchos relatos didácticos sobre el sexo, el amor, el dinero, el matrimonio, el nacimiento, la muerte y la transformación. De esta manera se borraron también los cuentos de hadas y los mitos que explican los antiguos misterios de las mujeres”.
Interpretando a Anne Sexton
Ambos conceptos son importantes aquí, porque la apuesta de Harvey y compañía ha sido apoyarse en las interpretaciones de los cuentos “de los Grimm” que planteó la famosa poetisa americana Anne Sexton en su libro Transformations. Seca, sarcástica y nihilista, la de Sexton es allí una literatura de agria confrontación con los clichés sociales en los que las mujeres son criadas y por los que las mujeres son regidas, aunque no por ello especialmente piadosa con su propio género. La idea de que Blancanieves en realidad se convierte en un equivalente a la reina malvada a la que sucede, sin ir más lejos, es tan sagaz como desoladora. Brillante en la narrativa, sin miedo a acercarse a las oscuridades de un sexo que se parece demasiado a un arma, interesada por la ambigüedad del doble, y capaz de revisar las mentiras sociales sin que le tiemble el pulso, Sexton no hace prisioneros, como queda claro en su burlona y descarnada carcajada final frente al idilio:
No es la primera vez que Transformations es transformada. En 1971 se estrenó una ópera de cámara del mismo nombre que adaptaba el libro y que tuvo bastante éxito. En 2006 fue representada de nuevo en el Wexford Opera Festival, ganando el premio teatral a la mejor producción operística concedido por el Irish Times.
Tampoco es la primera vez que iconos de las artes y la modernidad aparentemente distantes del tema, bucean en él. El pintor David Hockney publicó en 1970 una serie de grabados ilustrando cuentos de los Grimm que, editado de nuevo en 2012, plantea una desmitificación feista y reintegradora, paralela en cieto modo a la de Sexton. En la lista de versiones y perversiones sobre el concepto mismo de la narrativa tradicional podríamos incluir también a un buen puñado de visionarios sui generis, como Maurice Sendak, Edward Gorey o su no declarado copista, el reconocido ilustrador y cineasta Tim Burton.
Linajes
En su derivativo esplendor, en todo caso, Republik der wölfe nos recuerda que también hay toda un ala del pop y el rock contemporáneos sumergida en una búsqueda del origen de la narración y en la persecución de su halo mágico. En ella podemos incluir sin temor a equivocarnos a talentos tan dispares y originales como el citado Cave (otro inventor y amalgamador de cuentos perversos de (p)robada eficacia), Julian Cope (en su buceo hacia el origen de la humanidad la su magia chamánica, que compatibiliza e imbrica con un activismo plenamente actual), Michael Gira (cuyas nanas crueles parecen anteriores a cualquier castrante compilación o racionalización del 'storytelling'), Varg Vikernes (con su paganismo purista, militante y nórdico de muy discutible ideología) y un número difícilmente cuantificable de devotos del dark folk, el black metal y otros géneros de raíz neo-arcaica. Un ejemplo ibérico de esa fascinación serían los muy interesantes y poco conocidos Sangre Cavallum (Portugal).
“Casi todas las viejas colecciones de cuentos de hadas y mitos que hoy en día se conservan”, dice Pinkola, “se han expurgado de todo lo escatológico, lo sexual, lo perverso, lo precristiano, lo femenino, las diosas, los ritos de iniciación, los remedios para los distintos trastornos psicológicos y las instrucciones para los arrobamientos espirituales”.
Mientras restauramos los viejos murales domésticos semienterrados, y recuperamos todas esas cosas esenciales para la vida, podemos cubrir el hueco con todo un mundo de investigación y mito que surge a borbotones de la cultura pop.