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'London Calling', 40 años del mejor disco de la única banda que importa

El 21 de septiembre de 1979, un frustrado Paul Simonon reventó su bajo Fender en el escenario de The Palladium en Nueva York. El concierto le estaba dejando mal sabor de boca, no oía bien desde el escenario y el público estaba sentado, posiblemente por imposición de los guardias de seguridad. Su arrebato se convirtió en la icónica portada de London Calling, uno de los discos más importantes de la historia. Este año celebra su 40 aniversario.

Alguien guardó ese bajo descalabrado y quienes estén en la capital del Reino Unido a partir del 15 de noviembre podrán verlo en la exposición The Clash: London Calling que organiza el Museo de Londres para celebrar el cumpleaños del álbum.

La entrada será gratuita y en la muestra se podrán observar objetos como unas baquetas de Topper Headon, papeles embarullados con letras de canciones o la máquina de escribir de Joe Strummer. Además, también se proyectará una película con nuevas imágenes de cómo fue la grabación del disco. Parecía improbable, pero aún quedan materiales inéditos de la banda.

Para que los mitómanos tengan un objeto más en sus altares -y ordeñar un poco más la vaca del dinero- Sony lanzará el mismo día de la inauguración el London Calling: Scrapbook. Más fotos y papeles de canciones escritas a mano acompañados por una copia disco en CD, por si alguien no la tenía.

Fútbol, sillas volando y vorágine

London Calling se convirtió en su llave de entrada al éxito masivo -consiguieron el título de “la única banda que importa”-, pero justo antes de grabarlo The Clash estaba pasando un momento complicado. Ya habían publicado dos discos y su discográfica -la multinacional CBS- les reclamaba un nuevo trabajo. Además se estaban quedando con los bolsillos vacíos, así que tenían que producir.

El problema era que no tenían ni manager -habían echado a Bernie Rhodes después de una lucha por el poder- ni local de ensayo. Pero a los problemas, soluciones. Su nuevo representante, Johnny Green, les consiguió un sitio para trabajar, Vanilla Studios, y allí se gestaron las 19 canciones del disco. La mayoría están compuestas a medias entre Mick Jones y Joe Strummer, menos Guns of Britxton, que pertenece a Paul Simonon (incluso la canta) y Brand New Cadillac, de Vince Taylor.

La banda había estado viajando antes de volver a Londres a componer. Mick Jones y Joe Strummer buscaron (y nunca encontraron) al productor Lee Perry por Jamaica, Simonon llegó hasta Rusia y todos tocaron en Estados Unidos. Volvieron de todos esos sitios con ideas para su música y, además, se sentían libres para desarrollarlas.

“Hubo un momento en el que el punk perdió protagonismo. Quedó acorralado. Pensamos que podíamos hacer cualquier tipo de música”, expone Mick Jones en el documental Westway to the World de Don Letts (2000). Así, las canciones beben de diferentes estilos. Reggae, rock and roll clásico, jazz, soul, ska o pop. Todas componen las melodías que acompañan a unas letras que hablan de malestar social, consumo de drogas, paro, conflictos raciales e incluso amor.

El tema que le da título al disco está inspirada en el miedo que tenía Strummer a que Londres se inundase (vivía al lado del río Támesis) por la posible subida del mar del Norte de la que advertía el Evening Standard. Y su nombre viene de las emisiones de los informativos de la BBC en el extranjero, que empezaban con esa frase. Strummer, hijo de un diplomático, había vivido fuera de Gran Bretaña y la llevaba en el recuerdo.

Paul Simonon llamó a Guy Stevens para que sustituyese a Sandy Pearlman, el productor de su segundo disco, Give 'Em Enough Rope. La relación no había cuajado y querían trabajar con otro tipo de persona: alguien menos preocupado por la limpieza del sonido y más por la potencia. Stevens era un personaje muy conocido dentro de la industria gracias a su talento y su carácter exaltado (el alcohol tenía bastante que ver) era lo que necesitaban. Se fueron con él a grabar a los Wessex Studios y en tres semanas lo tuvieron listo.

Su frase “solo hay dos Phil Spector en el mundo y yo soy uno de ellos” pasó a la posteridad y define bastante bien las aspiraciones que manejaba. Durante los ensayos ponía a los miembros de la banda contra las cuerdas, elevaba el nivel de tensión tirando sillas y mesas contra las paredes y les obligaba a experimentar. Les llevaba al límite.

Para liberar tantas tensiones, entre ensayo y ensayo jugaban al fútbol. “Era una buena manera de empezar el día. Jugábamos hasta estar rendidos y después nos poníamos a trabajar”, explica Joe Strummer en el tercer episodio de Audio Ammunition, la serie documental que Google Play publicó en YouTube en 2013 (recordando, de paso, que el disco se puede comprar en su plataforma).

Los cuatro estaban relacionados en mayor o menor manera con dicho deporte, aunque solo fuese por haber crecido en Inglaterra. A Strummer, seguidor del Chelsea, le gustaba el sentimiento tribal de pertenencia que producía ser hincha de un equipo. Mick Jones, por su parte, había sido coleccionista de autógrafos de futbolistas en su adolescencia, antes de cambiar esa pasión por la música. El recuerdo de lo mal que trataban los jugadores a sus fans hizo que la relación de The Clash con sus seguidores fuese especialmente cordial.

La idea de un disco doble no emocionaba a la discográfica, ya que asociaba el formato a los álbumes de rock progresivo. La imposición del grupo de que se vendiese al mismo precio que un solo disco tampoco ayudó, pero acabó saliendo adelante. Con las prisas, la canción Train in Vain no aparecía en el listado del álbum, ya que se añadió a última hora. Curiosamente, fue el primer tema del grupo que entró en el top 30 de los discos más vendidos de Estados Unidos.

Según el periodista musical Chris Salewicz, un día Joe Strummer pasó por delante de una tienda de la cadena Our Price Records y vió que estaban vendiendo el disco a 7,99£ cuando el precio acordado con la discográfica eran 5£.  Enfurecido, entró en el comercio y obligó al dueño a cambiarlo y siguió su camino al estadio.

La cubierta es otra de las glorias del disco más allá de sus canciones. Pennie Smith fue la fotógrafa que captó el instante. Según comenta en la cinta de Letts: “Yo estaba allí y él [Paul Simonon] en vez de saltar, golpeó el bajo contra el suelo. Venía hacia mí y yo me aparté, por eso la foto está desenfocada”. Ella no quería utilizarla, pero Strummer la convenció. El artista Ray Lowry añadió la tipografía -un homenaje o sátira (se dice de todo) al primer disco de Elvis Prestley- y la portada acabó siendo una de las mejores de la historia.

El disco, que se publicó el 14 de diciembre de 1979, vendió dos millones de copias en el Reino Unido. En 1980 la revista Rolling Stone lo nombró mejor álbum del año (en Estados Unidos no se publicó hasta enero) y posteriormente fue entrando en las listas de “los mejores discos de…” de las revistas especializadas más importantes. A día de hoy ha vendido más de cinco millones de copias.

Muerte o Gloria

London Calling fue el trabajo que encumbró a The Clash, pero también el inicio de un fin que llegó en 1986, aunque en ese periodo de tiempo todavía grabaron tres discos más: Sandinista! (un triple que volvieron a sacar al precio de uno en 1980), Combat Rock (1982) y Cut the Crap (1985).

Las giras se convirtieron en maratones, llegando a tocar hasta 16 noches seguidas en Nueva York. El cansancio hizo mella y las fricciones entre ellos se convirtieron en rupturas. En 1982 echaron a Topper Headon por sus problemas con la heroína (Strummer decía que no podía cantar en contra de las drogas cuando su baterista estaba enganchado) y Mick Jones salió al año siguiente por su conducta problemática.

Strummer y Simonon intentaron seguir con la banda incorporando a nuevos músicos. Durante un tiempo volvió el primer baterista de la banda, Terry Chimes [que en su momento lo dejó porque el estilo de vida que quería estaba más cerca de tener un Lamborghini que una banda de punk] y más tarde se incorporaron Vince White y Pete Howard.

Pero la influencia de Bernie Rhodes, al que volvieron a fichar como manager en 1981, hizo que la situación llegase a un punto de no retorno en 1985 con el lanzamiento de Cut the Crap. Mientras que Sandinista! y Combat Rock habían tenido un éxito considerable -con canciones como Should I Stay or Should I Go o Rock the Casbah-, el último fue un despropósito con sintetizadores y coros ideados por el manager, que al final manejaba lo que quedaba de la banda. Poco tiempo después Strummer disolvió The Clash definitivamente.