Las etiquetas no estaban hechas para Mari Trini. Mejor dicho, era ella la que no encajaba en ninguna categoría, especialmente en las que tienen que ver con el arte. Su feroz individualismo la llevo a ser, por encima de todo, ella misma, y eso es algo que siempre se paga caro. En el plano musical, su obra entra de lleno en el terreno de la canción de autor, pero cuando se habla de la canción de autor española, difícilmente veremos aparecer su nombre.
Debido al giro sonoro que dio a finales de los setenta, también se la suele asociar con la música melódica, aunque sus letras están por encima de las convenciones románticas habituales en el género. “Hace tiempo estaba hablando con Rozalén y comentamos que, al mirar hacia atrás, no hay ninguna cantautora que se pueda equiparar a Serrat o a Sabina”, comenta Esther Zecco, cantautora y ahora también autora del libro Mari Trini, retrato de una mujer libre (Efe Eme). “Con mi libro, lo que quería es empezar a nombrar a Mari Trini como cantautora. Ella misma se describía de esa manera y yo la veo como tal”.
De María Trinidad Pérez de Miravete Mille, nacida en Murcia en 1947, y fallecida en 2009, apenas existía información. Eso es así porque la artista en la que esta mujer se convirtió nunca habló de su vida privada. Hasta ahora, para saber de Mari Trini había que rastrear hemerotecas, navegar por Google y buscar entrevistas antiguas en YouTube. Esa curiosidad por saber más, por conocer más detalles de una artista cuya música admiraba, fue lo que llevo a Zecco a escribir su libro.
Fueron cuatro años reuniendo documentación y entrevistando a personajes cercanos a la cantante y compositora: músicos, amigos, periodistas. El público ha agradecido la iniciativa. El libro de Zecco ya va por su segunda edición. En octubre verá la luz otra biografía, Yo no soy esa que tú te creías (Plaza & Janés), firmada por el periodista Miguel Fernández, que coincidirá con la edición de un álbum retrospectivo homónimo en noviembre. Este año se han cumplido 15 años de su fallecimiento a causa de un cáncer.
“Me atraía mucho su persona”, cuenta Zecco acerca de los motivos por los cuales decidió aceptar el reto que le lanzó la periodista Arancha Moreno, directora de la web de información musical Efe Eme, que ha editado su libro. “A medida que indagaba vi que tenía un legado musical enorme, veintitantos álbumes, muchos sencillos que estuvieron en el número uno, y más de 300 canciones que, encima, son muy buenas. Tienen poesía, un mensaje, y son atrevidas. Y sin embargo todo eso parecía existir en una especie de limbo”.
Ser mujer y cantar canción de autor en la España de principios de los sesenta no era fácil, pero eso no impidió que María Trinidad iniciara el trayecto que la convertiría en Mari Trini. Desde el principio intuyó que iba a ser una rareza, pero eso no la desanimó. Y tuvo suerte. El primero en darse cuenta de que tenía un don fue el cineasta Nicholas Ray, que por aquel entonces vivía en Madrid, donde regentaba el club nocturno Nicca's. Después de verla actuar le propuso ocuparse de su carrera. La relación profesional con el director de Rebelde sin causa no duró mucho pero sirvió para que, en 1963, Mari Trini saliera de la asfixiante España.
Se instaló en Londres y trabajó en la BBC al servicio de Peter Ustinov. Después se marchó a París, un destino que casaba mejor con su carácter introspectivo y que contribuyó a terminar de moldear su música. Tuvo que abandonar la ciudad tan solo unos meses antes de que se desataran las revueltas callejeras del mayo de 1968. Su padre había muerto de manera repentina. Un hombre marchó, que se convirtió en una de sus primeras canciones publicadas y también en unos de sus primeros éxitos, hablaba de aquella experiencia de pérdida y duelo.
Su discurso era comprometido, sobre todo con las mujeres, pero al contrario que muchos de los cantautores españoles de los sesenta y primeros setenta, Mari Trini nunca abrazó militancias. “Y eso hizo de ella una incomprendida, de hecho, creo que hoy en día todavía no la hemos comprendido del todo. El gran problema fue que ella nunca quiso hablar de su vida privada. Y pagó un precio muy alto, porque la discreción es una virtud que no se entiende. ¿Qué habría pasado si Mari Trini hubiese hablado en las entrevistas de su vida privada, de sus amigos, de su familia, de la casa en la que vivía, de su sexualidad? No hablaba de lo que la gente quería que hablase, y eso la perjudicó”.
Mari Trini compartió su vida profesional y personal con Claudette Lanza, que se encargó de llevar su carrera una vez firmó con el sello Hispavox, donde cosechó sus éxitos más sonados. En el libro de Zecco no aparece ni una sola vez la palabra “lesbiana”. “Fue una decisión consciente por mi parte y hay quien me lo ha reprochado. No es que no quiera dar visibilidad al lesbianismo, de hecho, creo que es algo muy necesario, pero si ella nunca habló de eso, no quería hacerlo yo. Hay quien me dice que si no habló del tema es porque no podía. Pudo haberlo hecho a partir de la llegada de la democracia, pero no quiso”. Esta periodista recuerda una entrevista en una popular revista del corazón publicada ya en los años 2000, en la que el periodista preguntaba: “Mari Trini, ¿por qué no te has casado?”. A lo que ella respondía: “Porque no me ha dado la gana”.
Si Mari Trini no quiso hablar de intimidades fue porque quería ser valorada exclusivamente por sus canciones. Lo cierto, apunta Zecco, es que, si se escucha atentamente lo que dicen sus letras, ella está ahí, contando mucho más de lo que contó a través de cualquier otro medio. “Es que en sus canciones está todo, tienen un mensaje muy potente. Poseen una visión completamente adelantada a su tiempo. Yo creo que un buen escritor de canciones es aquella persona que tiene un mensaje y sabe cómo transmitirlo”.
Una de sus composiciones más populares es Yo no soy esa, grabada en 1971, con producción de Rafael Trabucchelli y arreglos de Waldo de los Ríos. “La letra representa muy bien lo que era Mari Trini. Esa niña, sí, no... Con esa contradicción lo que hace es presentarse como la mujer que cultural y socialmente era, porque procedía de una familia acomodada, pero a continuación te dice que no, que esa niña es exactamente lo que ella no quiere ser. En sus canciones hay muchas frases así, frases que muestran un contexto para luego subvertirlo”.
Zecco también apunta que uno de los motivos por los que no se identifica a Mari Trini con el formato habitual de cantautora es por los envoltorios musicales con los que presentaba su música. A finales de los setenta comenzó a trabajar con la compositora y arreglista Maryní Callejo, “otra figura desconocida para el gran público ya que es habitual que quienes trabajan en la sombra no resulten populares. Ha ocurrido también con Manuel Alejandro, aunque ahora está empezando a divulgarse más su importancia. Maryní, que está presente en canciones como Un beso y una flor, Eva María se fue, Cuéntame o Una estrella en mi jardín, de la propia Mari Trini, es otra figura fundamental en la música española de los últimos 50 años”.
Zecco recomienda que, quien no conozca la obra de Mari Trini comience por sus primeros discos, especialmente Amores (1970) y Escúchame (1971). Y a quienes ya están iniciados en ellos, les recomendaría Ventanas (1973) y Quién (1974). De este último cuenta Zecco en su libro que puede considerarse como su obra cumbre, la cúspide artística de una mujer que luchó denodadamente para que no se la juzgara por su físico ni por su personalidad retraída (“queréis hacerme triste, tétrica”, le reprochó a un entrevistador). Sole Giménez, Christina Rosenvinge, La Bien Querida, Tulsa o Rozalén son algunas de las voces femeninas que ofrecen su testimonio en el libro de Zecco. En su momento, Mari Trini abrió puertas a mujeres como Cecilia, Massiel o María del Mar Bonet. Hoy, más que nunca, debería seguir abriéndolas.