Crónica

A muerte con Depeche Mode

Múnich (Alemania) —
21 de junio de 2023 11:05 h

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En el universo depechero hay canciones e imágenes icónicas, que se convierten incluso en tatuajes. A esa categoría pertenece también una cifra: 101. Así se llamó el concierto que dieron ante más de 60.000 personas el 18 de junio de 1988 en Pasadena, Los Ángeles, y que dio lugar al documental con el mismo título, dirigido por D.A. Pennebaker. No es una exageración decir que aquella noche Depeche Mode conquistó América. Tampoco que aquella película hizo lo propio con nuevos fans de todos los rincones del mundo.

El mítico Rose Bowl fue el lugar que acogió a quienes presenciaron la primera actuación en directo de esas dimensiones protagonizada por un grupo de música electrónica. Desde entonces, cada vez que Depeche Mode sale de gira, es verano y actúan en un gran estadio, es una oportunidad de estar, de alguna manera, en aquel 101. Y anoche en Múnich (Alemania), volvió a pasar.

El Estadio Olímpico de Múnich fue el Rose Bowl y 64.000 personas lo comprobaron. La similitud de ambos recintos es asombrosa, por la única grada que los conforma y se proyecta hacia el cielo. El otrora fortín del Bayern de Múnich, sigue siendo todavía una especie de segunda residencia para Depeche Mode cada vez que se asoman por Baviera. Porque, con permiso de Estados Unidos, que es un país con talla de continente, en Alemania, aunque sean ingleses, ellos siempre juegan en casa. Aquí dan más conciertos que en ningún otro territorio y tienen un incomparable poder de convocatoria: ocho shows en el Memento Mori Tour, medio millón de entradas vendidas y todo un récord de 75.000 espectadores en Leipzig. Pondrán el cierre a su gira germana con dos noches en Berlín. Quién sabe si en la capital alemana —donde vivió Martin L. Gore, compositor principal de la banda y segunda voz, en los 80— se grabará también un nuevo disco en directo como legado de este tour. Sería la tercera vez. Ninguna ciudad en el mundo ha repetido siquiera ese honor.

Tienen fama de fríos, pero en la noche del martes el público alemán volvió a demostrar que su sentimiento hacia esta banda británica es, al menos, igual de intenso que en otras partes, pero lo demuestran a su manera. Su fidelidad está a prueba de todo, como por ejemplo la gran tormenta que hizo presencia a mitad del concierto, con relámpagos que parecían parte de los juegos de luces del escenario y una gran tromba de agua. Pero nadie se movió de allí. La noche prometía y no querían perdérselo, aunque no cantaran las canciones tanto como se hace por ejemplo en España. Pero para eso está siempre el retador Dave Gahan, que no solo interpreta la mayoría de los temas, sino que cuando ve que el personal no aplaude, baila o corea cuando toca, les recuerda que les necesitan para que lo que allí pase sea una experiencia que van a recordar siempre. En esta ocasión, al final de Just can’t get enough, Gahan innovó con el método Freddie Mercury y sus “eeeo” para probar si el auditorio le seguía. Lo hizo.

Y es que un concierto de estas leyendas del pop electrónico es como una gran máquina compleja formada por muchas piezas, mecanismos y engranajes, de cuya precisión y rendimiento depende la generación de emociones colectivas. A cada cual le corresponde su papel. La banda pone su alma ante los ojos de todo el mundo y el público está ahí para dar fe y participar de la liturgia: desde coros masivos para extender canciones que hablan sobre dolor, amor o deseo, hasta mover los brazos de lado a lado y alcanzar la épica. Objetivo: hacer algo diferente, con un resultado excelente. Pura lógica alemana made in Basildon, UK.

Hace solo un par de semanas que Dave Gahan y Martin Gore, acompañados de los que siguen llamando new boys, Christian Eigner y Peter Gordeno —músicos de apoyo en directo desde 1998—, actuaron en España, en las citas del Primavera Sound de Barcelona y Madrid. Lo hicieron con la misma energía, entrega y espectacular sonido que presentaron ayer en Múnich. Pero con una gran diferencia, que los fans de cualquier gran banda conocen: los conciertos de 'tu grupo' no son lo mismo en un festival.

Por lo pronto, la pasada noche sonaron en directo cinco canciones más. Y eso es mucho. Desde un clásico de los 80 como A Question of Lust ('muy 101'), que sustituyó a Home, a otros más recientes como Wrong, Sister of Night y la hipnótica Waiting for the Night, cantada a dos voces por Gahan y Gore, fundidos en un emotivo abrazo como nota final, con la grada llena de móviles en modo cielo estrellado. Pero además, los asistentes tuvieron la fortuna de escuchar más temas del excelente nuevo disco Memento Mori, con el que han vuelto a alcanzar cotas de creatividad que se echaban de menos y con algunas melodías sintéticas que demuestran su admiración por el grupo alemán por antonomasia: Kraftwerk. Así, se sumaron a la fiesta la onírica Speak to Me y la deliciosa Soul With Me, con la que Martin, esta vez sí, hizo doblete de solo sobre el escenario.

El concierto de Múnich tuvo sabor auténtico, a los de toda la vida, frente a los macrofestivaleros de nuestro país. Esa sensación de comunidad, de venimos todos a lo mismo, se respiraba ya en los aledaños del recinto. El color negro era protagonista en la vestimenta de la mayoría de fans, que lucían principalmente camisetas de la banda. Muchas del último disco, pero no faltaban las clásicas, como las de la portada del disco Violator o People are People, con mención especial para algunas creaciones do it yourself. Y todo el mundo combatiendo el calor con bebidas servidas en vasos oficiales del tour, que son un buen recuerdo cotidiano para llevarse a casa, junto al codiciado merchandising (con camisetas a 50 euros), mucho más completo que el que se vendió en España. Fue romántico también ver a teloneros, en este caso Young Fathers, como oportunidad para descubrir a nuevas bandas. ¿Estaríamos aquí si Depeche Mode no hubiera teloneado a Fad Gadget en 1980? Mejor no cambiar la historia, McFly.

Y hasta aquí las pocas diferencias entre un concierto de Depeche Mode en España y en Alemania. Porque son un fenómeno global o, mejor, una gran pasión colectiva —sus fans se llaman devotos—, sin fronteras. Incluso, en su momento saltaron hasta el telón de acero. En plena Guerra Fría, cuando ningún gran grupo occidental lo hacía, tocaron en países de la órbita soviética como Hungría, Polonia, Checoslovaquia y, cómo no, Alemania Oriental. A los entonces jóvenes de allí no se les olvida.

A lo largo de sus más de 40 años de trayectoria, Depeche Mode ha pasado de ser un cuarteto a un trío en 1995, que se convirtió en dúo en 2022, con la pérdida de Andy Fletcher, homenajeado en esta gira durante su canción favorita: World In My Eyes. Toda una cuenta atrás vital que nos prepara para el día en que la banda de referencia del pop rock electrónico se baje de los escenarios. Pasará también que Dave y Martin ya no estarán. Pero falta mucho para que ya nadie hable de Depeche Mode. Porque son historia de la música por su aportación artística y porque forman parte de la vida de muchas personas. Algunas, incluso, como las 64.000 presentes ayer en el Estadio Olímpico de Múnich, podrán decir con la satisfacción que da sentirse especial: yo estuve en un concierto de Depeche Mode.