Desde su nacimiento a finales de los setenta, recogiendo los restos de un rock moribundo que necesitaba desesperadamente una inyección de mugre y furia, el punk ha sufrido múltiples mutaciones. Como buen holocausto estético, técnico y musical que fue, paradójicamente generó todo tipo de variaciones que enraizaron partiendo de un demoledor estallido inicial.
Desde entonces, el punk se ha apareado con el mainstream y se ha dejado conquistar también por la música más oscura y experimental; ha tenido estrellas y estrellados; ha vivido variantes de todo tipo, muchas de ellas condicionadas por las circunstancias geográficas de los distintos territorios por donde se expandió la plaga del ‘No future’.
Es decir: el punk se convirtió en un estilo que reconocemos por el ejercicio de los pioneros y por un puñado de hits que vertebran la historia de la música popular. Pero a la vez lo entendemos como indefinible. Salvo en España. En España, el punk tiene una definición clara: Eskorbuto.
En actitud, en afinidades sonoras, en estética y en peripecias vitales de sus miembros, el punk de Eskorbuto es un fenómeno abrasivo y molesto que ninguno de sus compañeros de viaje pudo igualar. Las dos únicas excepciones comparables al calado de Eskorbuto quizás sean, por distintos motivos -relacionados tanto con la calidad musical con el impacto popular- Kortatu y La Polla Records. Y ambos grupos sobrevivieron al mito de la muerte fulminante del punk: los miembros de Kortatu siguieron evolucionaron hacia parajes sonoros muy distintos, en proyectos como Negu Gorriak o el de Fermín Muguruza en solitario. La personalidad de Evaristo Páramos, líder indiscutible de La Polla, ha marcado el sonido y las letras de proyectos posteriores y bien longevos, como Gatillazo.
En ambos casos siguen en activo, son punks maduros y acordes a esa etiqueta, cada uno con lo suyo, siguen generando música. Eskorbuto no: su espíritu anárquico, destructivo y amigo del 'Todos contra todos' afectó al seno de la banda. Iosu murió de sida hace 25 años y Juanma, solo unos meses más tarde.
Anti todo
Eskorbuto nace relativamente pronto, en 1980 en Santurce, antes de la artificiosa creación de la etiqueta de Rock Radical Vasco. El bajista Iosu Expósito, después de figurar en los míticos Zarama, crea un grupo que pasa por los nombres de Sección Mortuoria y Muñecas de Acero, junto a Juan Manuel Suárez y algún batería provisional a quien en poco tiempo sustituiría de forma definitiva Pako Galán. Roberto Moso, de Zarama, les propone el nombre Eskorbuto por el aspecto demacrado y deprimente que lucían los tres. Debutan en las fiestas de un colegio ante un público con una media de edad de diez años.
Tras grabar un sencillo con canciones ya tan significativas dentro de la carrera del grupo como Mucha policía, poca diversión, tiene lugar una de las anécdotas más recordadas de la banda: son detenidos en Madrid por la policía por su nada tranquilizador aspecto. Se les aplica la Ley Antiterrorista al encontrar entre sus pertenencias una maqueta de lo que sería su primer disco, y que contiene temas como E.T.A. o Maldito país España. El hecho es tan recordado por dos circunstancias: primero, porque las canciones de Eskorbuto, pese a la detención, son apolíticas hasta la abstracción. La banda disparaba en todas direcciones, lo que incluía a veces sus propios pies.
En segundo lugar, porque según contaron más adelante, se sintieron abandonados por una izquierda abertzale que debería haberles apoyado las 36 horas que estuvieron retenidos. Fue el principio de un desentendimiento con el punk más politizado de Euskadi y que les llevaría a renegar de la etiqueta del Rock Radical Vasco, que Eskorbuto entendía como una estratagema comercial sin auténtico significado político. Algo que, por otra parte, tampoco habría significado demasiado para ellos.
Es significativa la aparente contradicción entre los temas A la mierda el País Vasco y Maldito país España, que tocaban en los conciertos para soliviantar, respectivamente, al público vasco y al del resto del país.
Es solo el más conocido de los muchos conflictos de Eskorbuto con sus contemporáneos. Por supuesto, a sus múltiples broncas con la escena o con discográficas como Discos Suicidas, se sumaron otras muchas con grupos de la época. A La Polla Records les robaron parte del equipo, lo que generó un agrio cruce de acusaciones en formato lírico por parte de ambos grupos: Eskorbuto cantó a La Polla Cuidado, y los de Salvatierra brindaron a Iosu y los suyos la contundente versión de The Boys El avestruz.
Después de grabar un split con los también fundamentales RIP, Zona Especial Norte, Eskorbuto termina su primer disco, Eskizofrenia, en 1985. A esta etapa pertenece su delirante actuación nada menos que para La bola de cristal. Se suceden los discos clásicos: Anti todo, quizás su trabajo más redondo, con temas inmortales de la banda, como Historia triste o Cerebros destruidos; y el legendario directo Impuesto revolucionario, registrado cuando apenas se estilaban este tipo de grabaciones en nuestro país.
En estos primeros discos, antes de la llegada de su cuarto álbum Los demenciales chicos acelerados en 1987, Eskorbuto se mostraron desafiantes y ácratas. Sus letras oscilaban entre el enfrentamiento directo, casi abstracto, contra todo lo que se moviera (“No hay amigos, ni enemigos / Lucha necia, todos contra todos” en Anti todo) a una vertiente más lírica y macabra, con temáticas más cercanas al post-punk, casi siempre responsabilidad de Juanma (“Cuando yo era pequeño, cuando era menor de edad / Conocí a una vieja nauseabunda, repugnante y putrefacta” en Tamara). Distintas variantes de un estilo troncal que no abandonaba nunca la crudeza expositiva y el impacto frontal de un sonido demoledoramente simple.
Evolución hacia la nada
Los demenciales chicos acelerados llega en un momento en el que los grupos de punk vasco están empezando a encontrar nuevas vías para sus sonidos: Kortatu se encuentra entre El estado de las cosas y Kolpez Kolpe, La Polla Records acaba de sacar su obra maestra Donde se habla, Tijuana in Blue prepara su primer disco y ya comienzan a despuntar grupos tardíos del movimiento que se mueven en coordenadas más personales, como Zer Bizio? o Yo soy Julio César. El disco de Eskorbuto coquetea con el pop y presenta una estructura conceptual, que en La Fonoteca compararon con el Sandinista! de The Clash: “Después de sacar al mercado su obra maestra lanzan su obra más ambiciosa”.
Pero en lo privado, Eskorbuto seguían siendo “ratas de Vizcaya”, como se describían a sí mismos en el tema del mismo nombre: vendieron a dos discográficas distintas el master de Los demenciales chicos acelerados, con el consiguiente caos de la edición doble. Y Iosu y Juanma invirtieron en heroína las 50.000 pesetas que consiguieron para la supuesta contratación de un diseñador para la portada del disco, que los miembros de la banda liquidaron a golpe de collage y una foto de archivo de Hitler. Pese a los severos problemas de adicciones de la pareja, en 1988 fundan su propia discográfica y se autoeditan Las más macabras de las vidas casi sin participación de Juanma, que había estado ingresado por sus problemas con la heroína.
En 1991 se celebra una gira por México a la que esta vez es Iosu el que no puede asistir por su delicado estado de salud, y a la vuelta, Eskorbuto graba un nuevo disco. Pese a los problemas de salud del bajista, que apenas giraría con la banda para presentarlo, y a una relación cada vez más deteriorada entre los dos líderes de la banda, el disco Demasiados enemigos es notable e incluye algunos de los últimos grandes temas de la banda, como Adiós Reina mía o Eskorbutín. Solo un año después fallecerían Iosu (ya desenganchado de la heroína, pero destrozado por el consumo tras tantos años) y Juanma. Pako seguiría con la banda, lanzando discos y actuando en directo.
Los restos de Iosu Eskorbuto reposan desde hace 25 años en el cementerio de Santurtzi, que se ha convertido en absurdo lugar de peregrinación para punks de todo el país. Iosu, como también lo fue Eskorbuto, y como lo todo el desastrado punk de la margen izquierda del Nervión, fue hijo de su época: inevitablemente condicionado por la reconversión industrial vasca y la crisis económica, la violencia terrorista (y la represión policial que ésta llevaba emparejada) y la aparición de la heroína, que hizo estragos en una generación que no veía futuro laboral ni personal por ningún lado. Los usos y abusos de la droga, que hicieron contraer a Iosu ese sida a causa del que acabó falleciendo, ocasionaron una fractura generacional en la juventud vasca de la que ésta nunca se recuperaría. Símbolo siempre a su pesar, hasta el día de su muerte.