Escribía Gonzalo Moure en El beso del Sáhara que el silencio, para la gente que habita en la ciudad, era una ausencia. Algo que nos falta, rodeados contantemente por sonidos mientras anhelamos, secretamente, la quietud. “Pero para los habitantes del desierto, el silencio es como un amigo, como una presencia”, decía el escritor valenciano.
Podría decirse que los mejores músicos, justamente, son los que mayor respeto le tienen al silencio. Aquellos que saben que para llenarlo no vale cualquier murmullo. En muchas zonas de África, la música tradicional está ligada directamente al tratamiento del silencio, el rey absoluto del desierto del Sahara. Esa zona de más de 9 millones de kilómetros cuadrados que ocupa la mayor parte de África del norte.
En los últimos años, muchos artistas procedentes de países como Egipto, Marruecos, Chad o Níger han empezado a actuar de manera regular en locales y festivales de Europa. La conjunción ha querido que la escena underground se haya ido acostumbrando paulatinamente a la presencia de músicas tradicionales africanas en las programaciones culturales británicas o alemanas, de influencia mayormente occidental.
Para Edu García, promotor musical y principal responsable de Giradiscos, esto se debe principalmente “la labor de sellos como Sahel Sounds o Awesome Tapes on Africa”. Aunque además del trabajo de promotoras atentas al talento que está llegando de allí, existen razones de fondo, tanto políticas como económicas. “Más que generacional es un tema tecnológico, muchos de estos artistas se han dado a conocer a través de los teléfonos móviles y tarjetas de memoria, que son los principales medios de escucha e intercambio de música en África. Los recopilatorios Music For Saharan Cellphones son un buen ejemplo de ello”, nos cuenta García.
Algunos de estos músicos, de estilos muy diferentes pero con las raíces africanas como distintivo y el viento del Sahara por bandera, coinciden en España las próximas semanas. ¿Estamos ante un auge particular de la música norteafricana?
Maurice Louca y el sonido de la Primavera Árabe
Maurice Louca nació en el Cairo. De Egipto asumió influencias clásicas del shaabi, la música tradicional árabe, pero las transformó en psicodelia electrónica. Así presenta su segundo álbum: Benhayyi Al-Baghbaghan (Salute the Parrot) editado por Nawa Recordings.
Su música ha escapado siempre de etiquetas, pero aquellos que consiguieron definirlo no dudaron en afirmar que lo que Louca hacía cambió la escena musical independiente de la región. Algo que Wire describió como “un homenaje a la estimulante energía egipcia, políticamente devastada pero musicalmente incontenible”.
Para el promotor de Giradiscos, su éxito no es baladí: “en el caso de Egipto en concreto, el auge es una consecuencia de la Primavera Árabe y la libertad que ahora tienen los artistas de allí para grabar y actuar”.
De ese cambio de panorama salieron proyectos dispuestos a hacer visible las nuevas olas musicales de la región. Es el caso de The Dwarfs of East Agouza, formado por el propio Louca junto con con Alan Bishop (Sun City Girls, Alvarius B) y Sam Shalabi (GY!BE). Juntos estarán en Villamanuela y Keroxen Tenerife. Louca en solitario el 30 de septiembre en el Rock Palace de Madrid y el 1 de octubre en Barcelona.
Islam Chipsy y el techno para derribar fronteras
La evolución y popularización, siempre underground, del shaabi y sus modernas variaciones en territorios europeos, también se puede entender como una reacción musical a la islamofobia cada vez más latente en Europa. “Desde luego la música ayuda a construir puentes entre culturas. Es uno de los papeles que juega en la sociedad”, defiende Edu García.
Pero no es solo una cuestión política ajustada al devenir actual. No es coincidencia, aunque lo parezca, que Islam Chipsy también sea de El Cairo y que su grupo EEK tengan hoy en día más proyección que nunca a pesar de llevar años sobre los escenarios. Se trata de la unión de influencias occidentales y el atractivo de su exotismo musical lo que hace de las actuaciones de musicos de la región sean más numerosas y populares cada día.
“El elemento exótico juega a su favor a la hora de destacar sobre otras propuestas”, reconoce Edu García. “Cada vez hay más interés por esta música, aunque aún no tanto en España como en el Norte de Europa. Por ejemplo Islam Chipsy ha actuado en fiestas de techno con artistas como Shackleton y Vessel en Bristol”, nos cuenta.
Islam Chipsy es un joven egipcio que se ha convertido, por méritos propios, en el pionero del teclado shaabi eléctrico. Islam Chipsy ejerce de centro neurálgico de EEK, con su sónico despreocupado y alegre, mientras lo flanquean siempre las frenéticas percusiones de Khaled Mando y Mahmoud Refat. Se dieron a conocer en 2014 con el álbum debut del grupo: Kahraba. Con solo cuatro canciones, representaron perfectamente su salvaje e inimitable espectro artístico, desde el frenético sonido que se ha convertido en su firma y que le llevó a la fama hasta las maniobras individuales de los estándares sonoros egipcios.
The Bullet, su último disco publicado en Julio de 2016 continua explorando los límites del shaabi. Tres canciones en las que se mezcla inspiración del rai algerino en o el hip hop americano. Y se podrá escuchar en directo el jueves 22 de septiembre en el Café Berlín madrileño.
Imarhan: rock pausado y música Tuareg
Pero no sólo de electrónica vive el auge de la música de la región del Sahara. Los argelinos Imarhan, que también tocarán en el Café Berlín, llevan años intentando desmantelar lo poco que sabemos los oyentes occidentales de la música Tuareg. Esta nueva ola de músicos tuareg suena muy diferente a la distorsión desértica de grupos como Mdou Moctar.
En lugar de ello, el alma de esta música es calmada y con una complejidad de composición que no se había demostrado hasta ahora en el repertorio musical exportado del Sahara. De esta forma, ofrecen algo mucho más fresco y complejo; hay mucha sensibilidad y espacio en estas composiciones, dejando aire para que tu mente camine y se pierda.
Y aquí no termina el tema. En un futuro próximo se esperan más ejemplos del auge, como la probable gira de los sonidos nigerianos de Les Filles de Illighadad por territorio ibérico. Esto no ha hecho más que empezar.