El día que Soleá Morente acabó Filología Hispánica, volvió a casa deseando que su padre, el cantaor Enrique Morente, cumpliera la promesa que le había hecho antes de empezar la carrera: que una vez acabara, se metieran juntos en el estudio para grabar un disco. Recibió la respuesta que esperaba: “Ahora sí, llevemos nuestra idea a cabo, aunque sea para quedártela tú”. En seguida se pusieron a trabajar en él, pero la muerte del músico provocó que el proyecto se quedara en un cajón. Hasta ahora.
Más de diez años después, Mar en calma ha cobrado por fin vida. “Después de haber sacado otros discos de pop y rock, he necesitado volver a él, y está siendo un reencuentro precioso con el comienzo que nunca tuvo lugar”, reconoce la cantante a este periódico sobre el que define como su trabajo “más especial”. Lo publica al tiempo que trabaja en su siguiente álbum junto a La Casa Azul, que verá la luz el próximo año y del que este viernes lanza un nuevo adelanto, Con los nudillos.
Mar en calma es un compendio de canciones muy distintas entre sí, ¿cómo eligieron el repertorio?
Un sello de la casa Morente es el no prejuicio a la hora de hacer lo que sintamos, en el arte y en la vida. Tenían que ser canciones que nos moviesen. No íbamos buscando un género en concreto, sino la verdad, la emoción. Hicimos una selección. Lo que aunaba este repertorio tan ecléctico era buscar un concepto que le diese unidad, el flamenco, pero sin hacer un disco de flamenco. Hay bossa, jazz, canción protesta...
¿Trabajar desde el no prejuicio es algo raro dentro de la industria musical? ¿Tienen los artistas esta libertad o fue algo que usted pudo hacer por haberlo grabado junto a su padre?
Nació de forma muy natural, buscando canciones que nos moviesen y que pudiésemos llevar a nuestro territorio. Esto que antes era como una actitud vanguardista, actualmente se está instaurando como algo clásico. Ahora lo raro es hacer algo sencillo o clásico; la tradición, lo normal es juntar extremos diferentes y ver qué ocurre. Estamos en un momento de experimentación absoluta en la música, donde el flamenco, afortunadamente, tiene una prioridad y una importancia bastante grande.
¿Cómo fue crecer en una familia artistas? ¿Sonaba siempre música en casa?
Sí. Siempre ha estado muy presente. Me acostumbré a estudiar con ella de fondo. Mi padre tenía el local de ensayo y grabación en casa, en Granada. Era su fábrica, su laboratorio. Mi padre fue muy generoso y siempre le estaremos muy agradecidos porque nos hacía muy partícipes de las grabaciones. Estrella, Kiki y yo éramos sus coristas cuando no llegábamos ni al micro. Jugábamos a los tablaos flamencos, yo era la bailaora, Estrella la cantaora y Kiki el guitarrista. Y con los muñecos. No nos lo han impuesto, pero afortunadamente hemos tenido muy presente el arte desde que éramos chiquitillos.
No les obligaron a ser artistas, pero tampoco les dijeron que no lo fueran.
Al revés. Nos decían: “Estudiad baile, guitarra, lo que queráis”. Siempre nos ponían un instrumento en la mano, para que probáramos lo que nos gustase. Recuerdo una conversación que tuve con mi padre, cuando terminé selectividad, diciéndole que yo quería hacer lo mismo que el resto, ir de festivales, ganar dinero en los escenarios. Él me animó a estudiar en la universidad porque era algo de lo que él se había quedado con muchísimas ganas.
Me dijo que estaría muy bien tener un plan B. Ahora entiendo todo. Este es un oficio maravilloso, pero comprendo por qué estaba bien tener un trabajo que me diera estabilidad, liberara y aliviara de la exposición absoluta e inmediata continua. En la sociedad en la que vivimos, donde la competitividad, la comparación y todos estos valores que no son muy buenos están tan al día, es complicado.
La convivencia con ello tiene que ser compleja.
La fórmula es hacerte fuerte y ser consciente del mundo en el que vives. La sociedad tiene cosas maravillosas y otras que están ahí y que no te pueden afectar tanto. Críticas malas, comentarios en redes. Hay que atravesarlo y pasar por ello para colocarlo, gestionarlo y prepararte. Pero que nadie te distraiga de tu objetivo y hacerlo cada día mejor, porque en realidad eso es lo que importa.
¿Cuánto marca el apellido Morente?
Ahora al echar la vista atrás pienso: “No sé cómo me atreví”. Soy la primera que digo y acepto que si no fuese Soleá Morente, hija de Enrique Morente, no lo hubiese tenido tan fácil para llegar a ciertos contactos y lugares. Luego está el defenderlo, estar a la altura, y al menos intentar hacerlo lo mejor que puedas siempre. Por otra parte, están las comparaciones, que ya gestioné y coloqué hace tiempo.
Soy la primera que dice y acepta que si no fuese Soleá Morente, hija de Enrique Morente, no lo hubiese tenido tan fácil para llegar a ciertos contactos y lugares. Luego está el defenderlo, estar a la altura. Y por otra parte están las comparaciones, que ya gestioné y coloqué hace tiempo
Con Mar en calma retoman la actividad del sello Discos Probéticos, un proyecto que nació de su padre, ¿la idea es seguir apostando por grupos que no tendrían las mismas oportunidades?
Sí. Es un sueño por el que vamos a luchar desde la Fundación Enrique Morente, porque esa era la intención de mi padre. Crear ese sello para ser el dueño de su propia obra y para ayudar a la gente que no puede llegar a los grandes gigantes. Si no estás en una supermultinacional, parece que no te escuchan. Discos pobreticos, que está el concepto en el título, pobreticos de sencillez, de humildad.
¿Es más complicado acceder a los grandes sellos ahora, en parte por tener que estar lanzando canciones continuamente y entrando en determinadas listas?
Se mezcla todo. Para la gente que tiene la suerte de llegar a un sello potente, es más fácil que para el que no tiene donde ir y tiene que hacer todo por sus propios medios. Es muy difícil que te escuchen cuando el dinero está focalizado todo el rato en las mismas propuestas, los mismos estilos. Haciendo lo mismo todo el rato. Entiendo que eso tiene que suceder, pero es que hay mucha gente muy válida que ni siquiera puede expresarse y es muy injusto. Es superincómodo cómo funciona la industria musical en nuestro país.
Y luego se suma esto de tener que estar sacando canciones y estar en la palestra todo el rato porque, ¿hasta qué punto se está haciendo realmente porque se siente y no porque hay que estar, por los seguidores, los números de Spotify y de las redes? Parece ser que hay que surfear esta ola y estar ahí. No está nada fácil. Mi consejo es la resistencia. E intentar compaginar. Es muy importante tener un plan B para poder sobrevivir.
¿Qué debería cambiar en la industria musical para que fuera menos injusta e incómoda?
Abrir un poquito las puertas a más gente, abrir el abanico. Escucharnos un poquito más a todos. Que parece que nos da por algo y estamos todo el rato ahí. Que está bien, y hay propuestas maravillosas que están en lo más alto y lo necesitamos también. Pero no sé. Tendrían que cambiar muchas cosas de cómo funciona el mundo, cómo nos relacionamos, dónde ponemos el foco todo el rato y ponerlo más en la igualdad, en el valor humano, el compañerismo, el diálogo de las diferentes artes. Y prestar un poquito de atención, a veces hay que mirar donde no se quiere mirar.
¿Ha notado cambios desde que empezó su carrera en materia de igualdad?
Las mujeres estamos en un proceso de toma de conciencia y de recuperación, porque hemos ido perdiendo puntos a lo largo de la historia que intentamos recuperar. Cada vez hay más conciencia, pero queda muchísimo por hacer. No es por ser pesimista, pero no nos podemos relajar. Estamos ahí, estamos luchando muchos por conseguir una atmósfera de igualdad, de cuidarnos los unos a los otros. Cada vez vamos mejor, pero esto es un proceso y estamos en todo el meollo intentando seguir avanzando.
A principios de año la vimos en la calle Tribulete de Lavapiés (Madrid), cantando para apoyar al barrio frente a la amenaza de los fondos buitre. ¿Qué importancia le da dentro de su carrera al compromiso social?
El compromiso social es fundamental. Si no, para mí el arte carece de sentido. Ser un catalizador de lo que está ocurriendo en el mundo. El oficio del artista es contar lo que está pasando, intentar aportar tu visión y que tu voz y tu instrumento le sirva a la gente que no puede expresarse como tú, desde ese lugar, no es tan conocida o no tiene un micrófono en la mano como el que tengo yo ahora mismo.
El actor Alberto San Juan me llamó y tiré para adelante. Siempre a favor de la lucha por la igualdad. Me parece una injusticia tremenda cómo acabaron con ese edificio, esa zapatería de toda la vida, cómo estaba llorando la mujer, los vecinos. Y volvemos a lo mismo. El poder y el dinero pueden siempre con todo. Es una parte bastante difícil y desagradable de la sociedad. Está ahí, pero tenemos que luchar contra ello.
El flamenco está en su raíz, decía al principio que estaba en un buen momento y explosión, ¿qué ha pasado para que, más allá de quienes vienen de la tradición, haya otros artistas que se hayan ido sumando, como Rosalía?
Rosalía ha tenido y tiene un papel muy importante en esta labor de difusión del flamenco. El flamenco siempre ha estado en un buen momento, pero cada vez más gente se va dando cuenta de lo importante que es para la vida. Es un arte vivo que seguirá creciendo. Esto que está ocurriendo tenía que ocurrir, y creo que va a seguir mucho más, porque es infinito, es eterno, te ofrece posibilidades continuamente. Te abraza una vez que lo conoces. Es algo mágico y terapéutico.
El flamenco es una parte de nuestra cultura muy potente y tenemos mucha suerte de que sea nuestro. Nos representa directamente. Y no solo a nosotros, al mundo entero. La prueba la tienes cuando vas por ahí, y cantas un fandango en Nueva York, en Londres, y la gente responde aunque no entienda lo que estás diciendo. Tiene una capacidad de transmisión muy bestia. Cada vez va teniendo más calado en diferentes generaciones, diferentes géneros. Y esto era lo que tenía que suceder y va a seguir sucediendo. El flamenco es un arte de mayorías, es del pueblo, de todos.
A nivel político hay estrategias que consisten en adueñarse de algunas cosas, apropiarse de otras, cuando con el flamenco ha pasado esto, generalmente más por parte de la derecha o la extrema derecha, ¿cómo se sienten?
El flamenco es de todos, es del universo, del cosmos; se reivindica solo por mucho que se lo quieran apropiar. De hecho, mira las luchas que está habiendo con los apropiacionismos. El flamenco se va reivindicando, expandiendo, rebelando, poniéndose de moda, convirtiéndose en arte de minorías, de mayorías. Por mucho que se le quiera retener o se quieran apropiar de él tanto razas, como políticas, como géneros; no se deja. El flamenco es la libertad y es de todos y de nadie.
Acaba de lanzar este disco, pero sigue publicando sencillos del siguiente, que está grabando junto a La Casa Azul. El último esta misma semana, Con los nudillos. ¿Cómo va a ser su próximo álbum?
Está siendo apasionante. Admiro muchísimo a Guille Milkyway; y trabajar con él codo con codo cuando de pequeña iba a la primera fila de los conciertos de La Casa Azul, es muy guay. No tiene nada que ver con Mar en calma. Con los nudillos es una canción muy especial que va mucho con esta entrevista. Dice: “Con los nudillos de mis manos, te daré en el esternón. Se clavarán como una estaca en tu pecho”. Es una metáfora de defensa, un: “Déjame en paz que haga lo que yo quiera. No me molestes”. Con un punto de humor un poco Kill Bill.