Decían que se habían encontrado unas cintas perdidas que provenían de los años 60. Las firmaba un tal Tito Ramírez. Las editó, en formato single, el sello Discos Antifaz en 2016. Este contenía dos canciones tituladas Be My Girl (Sé mi chica) y Lonely Man. Sonaban a un combinado de boogaloo, mambo y ritmos latinos, algo ciertamente de otro tiempo. La mayoría del público que lo escuchó pensó que se trataba de las grabaciones de un puertorriqueño, registradas en la época dorada del boogaloo (1963-1969). Así, sin mayor información, el single se agotó en tres días, subió muchísimo de precio en la reventa de los coleccionistas y llegó a venderse por 300 libras en eBay.
Pero la historia era falsa.
“La intención, entre otras cosas, era que no hubiese información añadida, sino que la gente tuviese solo la música para juzgar, que sea la música la que manda. Comenzaron las especulaciones y el público pensó que detrás había un señor de 60 años. Cuando meses más tarde hice la primera actuación, nadie había visto el rostro del tal Tito Ramírez. Cuando aparecí en el escenario, algunos debieron pensar lo bien que se conserva este señor”, cuenta, entre risas, Tito Ramírez, que sigue sin revelar su verdadera identidad y que sin duda no se acerca, ni de lejos, a los 60 años.
El artista se presenta en las fotos y en los conciertos rodeado de misterio, vistiendo un antifaz o gafas de sol. Explica que para él esos elementos suponen una armadura, un escudo que le protege: “Son una imagen tras la cual puedo proyectar un concepto, una idea, sin que mi yo real se vea expuesto. Quiero que mi música llegue y guste a cuanta más gente mejor, y para eso es necesaria cierta exposición”, dice, y revela que Ramírez sí es su apellido real, como también lo es lo que cuenta en las canciones.
Aquel single de un autor desconocido enseguida sonó en clubes de soul y rhythm and blues de Inglaterra, Alemania o Bélgica. Después, llegó el primer álbum, The Kink Of Mambo (2019). Para la grabación utilizó técnicas “de los 50 o los 60 para recoger el sonido”, lo que le da “un carácter especial”. Se retiraron a una casa de campo y allí utilizaron con grabadoras de cinta y microfonía antigua, aprovechando las reverberaciones naturales que tenían los pasillos y las escaleras. Además, grabaron las pistas procurando que tocaran a la vez el mayor número de músicos, para conseguir más naturalidad en la interpretación. La producción corrió a cargo de Óscar Martos, ingeniero al frente del estudio madrileño Greenville Records, que se define a sí mismo como “amante de las músicas con alma” y que a finales de marzo publica su primer single para su propio nombre.
Límites bastardos
El boogaloo, o bugalú, es un ritmo latino que nació de la fusión de ritmos afrocubanos y del soul estadounidense. Se popularizó en Estados Unidos en los años 60 y se extendió fuera de allí con músicos de origen puertorriqueño como Joe Cuba y Richie Ray, conocido como 'El Rey de la salsa', o la cantante cubana La Lupe. Tito Ramírez bebe de ahí y combina los sonidos caribeños con otros más anglófilos como el garaje o la psicodelia. “Mis gustos musicales son amplios y dentro de ese arco, van apareciendo todo ese tipo de referencias sin planteármelo mucho y dejando que fluyan igualmente los límites de los estilos, que a veces no están tan claros, esos estilos llegan a tocarse unos con otros. La psicodelia puede ser latina, lo latino puede ser garaje, el rock and roll puede ser latino. En esos límites bastardos me muevo yo”, cuenta Ramírez.
Uno de los temas de ese disco, Mambo nº666, ha sido remezclado por Camilo Lara, del Instituto Mexicano del Sonido, músico y productor mexicano que ha colaborado con Lee Scratch Perry, Beck o Graham Coxon, de Blur, y ha remezclando a Beastie Boys, Placebo o Interpol.
El barrio manda
Estos días se presenta el segundo álbum de Tito Ramírez, titulado El prince. Con el nombre vuelve a jugar a la confusión, le gusta mezclar las lenguas y usar el spanglish; él prefiere pronunciarlo tal como suena en español y no en inglés. Los sonidos siguen siendo un crisol de música latina combinada con ritmos afroamericanos y anglosajones, un viaje por sus influencias.
Una muy importante para él es Pérez Prado, el músico cubano que encumbró al mambo en los años 50. “Pérez Prado es uno de mis músicos de referencia, me gusta desde muy joven. Y, en cierto modo, también es el artista en que más he buceado. A partir de él, indagué y entré en el mundo del mambo y después en el de la música latina”, asegura Ramírez, que tiene como otra de sus referencias a James Brown, especialmente con sus baladas. “Lo tengo siempre presente como músico revolucionario. Su música era muy salvaje, no se parecía a ningún otro artista de blues de aquella época y su sentido del espectáculo también es un gran referente para mí”, explica.
En un momento en que en el número de escuchas a nivel global está liderado por músicos que no son anglosajones y que están haciendo sonar cumbia, reguetón y otros ritmos caribeños, Ramírez recuerda que esto ya ha ocurrido en otros momentos en la historia. “Ha habido ocasiones en los que músicos latinos también han sido primeras espadas, el mismo Pérez Prado fue una estrella mundial, y Xavier Cugat también. Es cierto que la música latina a día de hoy parece que está en lo más alto de la pirámide y yo me alegro por ello, no se puede luchar contra la corriente de un río, la música está viva. Por mucho que las multinacionales quieran dirigir el camino, al final la gente y el gusto del barrio es el que manda y la multinacional siempre va detrás de lo que el barrio crea”, sostiene Ramírez.
Al nirvana bailando
En su nuevo disco, Tito Ramírez trae de vuelta ritmos de mitad del siglo pasado con canciones que parecen salidas de otra época, pero que suenan muy actuales. Sus letras encierran mensajes escondidos sobre el amor, el sexo, las distintas sustancias, la venganza o el poder. “Sí, básicamente lo que viene siendo la vida”, dice Tito Ramírez entre risas. “Efectivamente, esos son un poco los temas de las canciones, pero no siempre el mensaje está claro o es literal, sino que quizá la poesía esconde significados ocultos, y yo invito al oyente a descubrirlos”, añade.
En su nuevo disco se presenta como “el heredero del reino de Perversia”, y con una banda de siete músicos, promete unos directos “de sonido orquestal, con percusión latina”, en los que no parar de bailar, algo que le parece una de las mejores experiencias de la vida: “Yo a la pista de baile le doy mucha importancia porque algunos de los mejores momentos que he pasado en mi vida han sucedido ahí, bailando la música que me gusta o aprendiendo de lo que el dj está poniendo. Vivir ese viaje y disfrutar de la música que a uno le gusta, a un buen volumen, con una compañía agradable, para mí es como llegar al nirvana”. Para recoger el fruto de las promesas de Tito Ramírez, se encontrara con su público el 25 de marzo en la sala Copérnico de Madrid y el 21 de abril en la sala Upload de Barcelona.