- El músico, que falleció ayer en Madrid tras su actuación, es una figura esencial para entender la música negra
Hay días en los que desearías no poder decir “yo estuve allí”. Hoy es uno. Ayer tocó Allen Toussaint con su banda en el Teatro Lara. Estuvo hora y media dando una lección de rythm & blues, soul, funk y de todos esos sonidos celebrantes que él ha logrado que todos identifiquemos inmediatamente como de Nueva Orleans. Fue un concierto estupendo, lleno de buena música y alegría; una actuación que pasó desapercibida para muchos, como la enorme influencia del pianista, cantante, compositor, productor y arreglista en toda la música que nos ayuda desde hace más de 50 años a expresar nuestras emociones.
Allen Toussaint nació en el 38 en Nueva Orleans y, claro, desde muy pequeño su madre, Naomi Neville, le metió el ritmo por la vena. Empezó su carrera como aprendiz del compositor Dave Bartholomew y con la influencia pianística de otro grande de su ciudad, Professor Longhair, que ayer quiso aparecer en la que acabó siendo la última noche de su discípulo en forma de su estupenda revisión del clásico Tipitina.
Cuesta resumir los hitos de una carrera inmensa. Se puede empezar por lo más conocido, como su discazo a pachas con Elvis Costello, The River in Reverse (2006). Es posible también fijarse en su importancia, como descubridor, compositor y productor, en el carrerón de The Meters, posiblemente el grupo de funk más potente de la historia (y que me perdonen los JB’s) y que, por eso mismo, fueron fichados por Mick Jagger como teloneros de una de sus giras a mediados de los 70.
Se puede hablar, por cierto, de la versión de su Fortune Teller que hicieron esos Stones (y también The Who) o de todas las de distintos temas suyos que han hecho figuras como Yardbirds, Warren Zevon, The Doors, Van Dyke Parks, Bo Diddley, Paul Weller, Spirit, Boz Scaggs, The Band… Qué bien sonó ayer, por ejemplo, Sneakin’ Sally Through The Alley, que hizo popular en la FM Robert Palmer pero que rompió todas las pistas de baile con la interpretación de Lee Dorsey.
Una hora y media de viaje a Nueva Orleans
Pero todo esto sería quedarse corto. Lo gordo de la herencia que deja Toussaint es su constante presencia como columna vertebral de la escena de Nueva Orleans. No se puede entender la música de allí sin él y no entender la música de Nueva Orleans es no entender la música. Desde los 60 ha producido una ristra de éxitos para Lee Dorsey, Inma Thomas, los hermanos Neville, Benny Spellman y muchos otros.
Aparece en centenares de discos como músico de sesión y arreglista. Y tiene una jugosísima carrera en solitario cuyo penúltimo disco, The Bright Mississippi (2009), es una joya llena de piezas de jazz de otros históricos (Duke Ellington, Jerry Roll Morton, Thelonious Monk, Django Reinhardt…) producida por Joe Henry y con apariciones de lujo como la de Brad Mehldau, Marc Ribot y Joshua Redman. Si alguien lo duda, que eche un ojo a Treme, la serie de David Simon, sobre el Nueva Orleans postKatrina, donde aparece junto a otros músicos que lo tratan con la devoción que se trata al hombre que estaba allí desde casi el principio.
Ayer, Allen Toussaint, con su banda de bajo, batería y guitarra, nos regaló a los que nos enteramos de su actuación en el Lara una hora y media de viaje a Nueva Orleans. Sus manos no pararon de acariciar el piano salvo cuando se bajó, tan grande y tan bien vestido con su traje de chaqueta de luces, a agradecer en persona al público su asistencia.
Hoy, los que estuvimos allí pero nunca quisimos tener que decirlo de esta manera y el resto de los que reconocen su legado, nos morimos de pena, aunque sepamos que a los 77 años palmar de un ataque al corazón es eso que llamamos ley de vida. Nos morimos de pena no porque se haya muerto, que también, sino porque haya acabado su vida tan lejos de su casa, Nueva Orleans, del epicentro del relato musical que él ayudó a construir. Es un alivio, eso sí, que haya muerto sobre las tablas, o casi, que haya terminando dejándonos con una sonrisa en la boca y en el alma. Gracias, tío Allen.