“Yo también quiero equivocarme. Yo también quiero hacer una mierda. Yo quiero mi puto truño”. Hace unos meses la actriz y guionista Celia de Molina se quejaba en el canal PlayZ de los fracasos cinematográficos firmados por hombres que la cartelera escupe semanalmente y les son perdonados. El grito “yo quiero mi truño”, que abandera las aspiraciones de una industria creativa que da leves pasos hacia la igualdad, lo recuerda Borja Cobeaga. El cineasta y presidente de la sociedad de Derechos de Autor de Medios Audiovisuales (DAMA) estuvo hace unos días en una de las angostas salas del Ministerio de Cultura reunido con el ministro Miquel Iceta, para contarle las necesidades de los autores y autoras.
Cobeaga no estaba solo. A un lado de la mesa se sentó el ministro y enfrente Antonio Fernández (ADEPI), Daniel Fernández (CEDRO), Luis Cobos (AIE), Antonio Guisasola (AGEDI), Emilio Gutiérrez Caba (AISGE), Enrique Cerezo (EGEDA) y Borja Cobeaga (DAMA). Ese mismo día mantuvo una reunión con Antonio Onetti (SGAE). En la sala solo encontró una mujer, Adriana Moscoso, directora general de Industrias Culturales, Propiedad Intelectual y Cooperación. Propiedad intelectual no es nombre de mujer como quedó claro en la cúpula del gremio. “Estoy en mi último año de mandato y la siguiente presidencia debería ser de una mujer”, explica Cobeaga a elDiario.es ante la panorámica.
La noticia no es la tradición que hace fuerte a los privilegios, sino los síntomas de fractura: crece el número de creadoras que defienden sus derechos de autor a través de las sociedades de gestión de estos y aumenta, también, el número de obras de mujeres en el registro de la propiedad intelectual, según los datos que ha hecho públicos el Ministerio de Cultura. En 2013 las creadoras asociadas a alguna de las cuatro entidades de gestión de derechos de autor más importantes de este país sumaron 27.663. En apenas seis años esta cifra ha crecido un 26,7%, y supone un total de 35.066 mujeres. En el mismo periodo de tiempo —entre 2013 y 2019— los hombres crecieron un 17,7% (122.135 creadores). Es decir, las mujeres representan el 22,3% del total. Aunque es una cifra muy lejana a la paridad, hace nueve años apenas superaban el 21%.
La maternidad expulsa de la creación
En el reparto de socias entre las cuatro principales entidades, la sociedad que más se aproxima a la igualdad es DAMA (audiovisuales), con un 37,7% de mujeres del total de socios. VEGAP (artistas plásticos) suma un 36,5% de mujeres en su grupo. CEDRO (libros, revistas, periódicos y partituras), un 35,7%. Y muy lejos de la igualdad, la SGAE (música, audiovisual y escénicas), donde ellas apenas son el 19,3% del total del tejido asociado. “Efectivamente es un porcentaje bajo”, reconoce Rubén Gutiérrez, director General de la Fundación SGAE, que hace dos años realizó un estudio que confirmaba que uno de los problemas que tienen las mujeres es la falta de apoyo en su entorno para hacer de su vocación su profesión. Comer de lo que alimenta. Reclama medidas estructurales públicas y privadas para alterar esto y reconocer las carreras autorales femeninas. “El informe también demostró que la maternidad supone una expulsión del campo creativo. Pusimos en marcha un programa de reinserción laboral de esas profesiones frenadas”, añade Gutiérrez, que se muestra esperanzado con el camino por la igualdad que lentamente ha iniciado la sociedad española. En la Junta Directiva de la SGAE hay nueve mujeres de un total de 39 miembros, un 23%.
“Aunque hemos avanzado nos queda mucho por hacer. Estamos lejos del 40% con el que empezaríamos a hablar de cierto equilibrio. Las autoras necesitamos más confianza y reconocimiento. En esto, las sociedades de gestión de derechos deben tomar partido y crear campañas que activen medidas de fomento para la difusión de las obras de las creadoras”, explica Virginia Yagüe, guionista, productora, escritora y expresidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA). La foto del encuentro entre la masculinizada cúpula de la Propiedad Intelectual con el ministro de Cultura también le parece “impactante”.
A pesar de estar lejos de la paridad, Yagüe cree que este crecimiento señalado se debe a la actividad e insistencia de los colectivos como CIMA. “Ahora es muy difícil encontrarte equipos sin mujeres”, añade. Pero matiza que ellas se diluyen entre los equipos y desaparecen como autoras. Esto provoca, además, que el punto de vista femenino en el relato cultural también se diluya. “Y las mujeres espectadoras quieren encontrarse en las miradas del relato”, recuerda.
La normalización del feminismo
El motivo de este crecimiento, según Remedios Zafra, se encuentra en el asentamiento de los estudios de género y la difusión de investigaciones y obras sobre mujeres escritas por mujeres. “Ha sido un gran impulso para que investigadoras y estudiantes se vieran como autoras. Y en algo debe haber ayudado a desdibujar la asimetría que siempre ha existido. Además hemos visto una mayor socialización del feminismo, llegando por fin a la vida y debates cotidianos, también a los medios y a las editoriales. Su normalización ayuda”, cuenta la ensayista, autora de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital (Anagrama, 2017).
Subraya Zafra que hasta ahora las mujeres se habían resignado a ver su trabajo como afición o a ponerlo en un segundo plano respecto a su vida familiar o a esa otra vida profesional distinta a la creativa. “El empoderamiento de las mujeres tiene que ver con que ahora sienten un mayor apoyo y es más fácil para ellas proyectarse como profesionales de la escritura, eso que antes quizás solo podían hacer los ricos o los hombres valientes”, incide. También apunta que la asociación y colectivización de creadoras es un fenómeno que ha crecido mucho en la última década. “Era de esperar que empezáramos a ver más mujeres en entidades que tratan de la profesionalización de la práctica creativa. El aumento es a su vez algo contagioso que seguramente anima y animará a más”, zanja la autora de Frágiles (Anagrama).
Más obras registradas
Jorge Corrales, director general de CEDRO, explica que el último ISBN descubrió que el 40% de los títulos de la literatura publicada eran obra de mujeres, aunque en su entidad son el 35,7% de los socios. Asegura que quieren hacer crecer el número de escritoras representadas, pero también reconoce que no tiene ninguna campaña en marcha para ello. Le “suena” alguna durante el anterior presidencia, con Carme Riera. Y explica que “la creación artística como medio de vida es complicado en general”.
Sin embargo, el crecimiento en la defensa de los derechos de autoría y el de obras incluidas en el registro de la Propiedad Intelectual apuntan a un aumento de los beneficios de la mujer como creadora cultural. Es decir, un mayor reconocimiento como profesionales de la creación. El cambio de inercia es leve pero llamativo: las obras inscritas por mujeres en 2013 fueron 11.653, y en 2019 ascendió a 12.367. Se trata de un incremento del 6,1% y en ninguno de los años registrados el cómputo retrocedió. Este dato es muy elocuente sobre el aumento del nuevo relato femenino al que se refería Virgina Yagüe.
Los hombres sumaron en 2019 un total de 21.093 obras registradas, lo que supuso una caída del 13,6% respecto a 2013. A pesar de ello es casi el doble de obras que las firmadas por las mujeres. Por disciplinas, en 2019 la que más se aproximó a la paridad fueron las artes plásticas: ellos registraron 952 obras y ellas 874 (el 47,8% del total). Javier Gutiérrez, presidente de VEGAP, cree que hay más artistas que socias, pero que “solo se asocian quienes tienen vocación de vivir de ello”. Reconoce que si eres mujer “lo tienes más difícil para ser profesional del arte”.
Una lenta evolución
Las obras musicales desvelan la marca más desigual de todas las disciplinas creativas: 4.070 frente a 1.189 (el 22,6% del total). La literatura descubre 12.302 obras de ellos y 8.344 de ellas (el 40,4%). Las creaciones cinematográficas y audiovisuales se quedan en un 32,5% (509 frente a 245). Borja Cobeaga cree que todavía falta una bolsa grande de creadoras y que crecerá solo si se generan referentes en la sociedad. Explica que una mujer dirija o escriba una película es muy importante y cuenta que el problema ha sido señalado y se lucha por rectificarlo, “pero de manera lenta”. “Esto no evoluciona al ritmo que deseamos”, añade.
Cuenta el director de Fe de etarras (2017) que en los próximos meses DAMA publicará un informe sobre cineastas y la encuesta desvela que si para las directoras lo más importante es el reconocimiento, para los directores lo es llevarse bien con el productor. Esta es la conclusión de Cobeaga: “A ellas lo que les cuesta es hacerse valer, pero no levantar una película con un presupuesto escaso”. Quieren reconocimiento para triunfar y poder equivocarse.