El documental “Owino”, puesto en pie por el tesón de dos cineastas debutantes, Javier Marín y Yusuf Razzaque, es un grito de apoyo a una pequeña comunidad africana que ha luchado en soledad contra las atrocidades medioambientales de una empresa contaminante que estuvo diez años lanzando plomo a su atmósfera.
Owino Uhuru es el nombre de un poblado de Kenia de apenas 3.000 habitantes que sirve a los directores para llamar la atención sobre un problema muy extendido en todo el continente africano, como es la manipulación de residuos tóxicos sin ningún control.
Según ha explicado en una entrevista con Efe el murciano Javier Marín, la lucha de este pueblo y, fundamentalmente, de las mujeres que se sublevaron contra la dejadez de las instituciones merecía ser conocida.
“Hablamos de una planta de reciclaje de baterías de coche, la Metal Refinery EPZ, de una compañía india, que situaron literalmente en la mitad del poblado. Toda la comunidad quedó expuesta al envenenamiento por el plomo tóxico que emitía, una contaminación que mata de forma lenta y dolorosa”, explica Marín a Efe.
El problema, asegura Marín, director, periodista y delegado de la Agencia Efe en Nairobi desde hace años, “fue darme cuenta de que ese modo de proceder estaba generalizado: los abusos medioambientales se repetían por toda África; no solo era Kenia, lo vi también en Tanzania, en Angola, en Nigeria”.
“Y lo extraordinario de esta comunidad es que decidieron sublevarse, algo insólito en África”, explica.
Aquí, “los derechos son pisoteados y nadie levanta la voz, asumen su destino fatal y se callan. Pero en Owino Uhuru, sobre todo, sus mujeres decidieron que no iban a aguantar más abortos ni más hijos muertos. Se movilizaron y, a través de procedimientos judiciales y de manifestaciones, algunas violentas, consiguieron su objetivo y cerraron la planta”.
Así, combinando el periodismo de investigación con el documental social, “Owino” acaba por ser un sentido reportaje sobre la supervivencia de una comunidad sin recursos, víctima de una industria asesina y, a la vez, el relato de la vida cotidiana de una sociedad unida y solidaria.
“Los habitantes de Owino Uhuru quieren vivir allí, es su hogar. Da igual que el poblado esté contaminado, que sus amigos o familiares sigan muriendo por el plomo o que ninguno tenga agua corriente o electricidad. Nacieron allí y quieren morir allí”, apunta el codirector Yusuf Razzaque.
Era una historia maravillosa para ser contada, “para que el mundo entero lo supiera”, considera Marín. Pero no fue nada fácil.
Conseguir la confianza de los vecinos fue “toda una aventura”, porque se trata de comunidades muy cerradas. “Tuvimos que pedir permiso a los jefes del 'slum' (poblado chabolista), y aun así hasta el día 15 de rodaje, de los 25 que teníamos programados, no se abrieron del todo”.
Porque son los propios afectados los que cuentan cómo enfermaron, cómo fueron muriendo sus vecinos, los cientos de embarazos fallidos, sus niños con retraso intelectual, los problemas respiratorios o dolores crónicos y muertes que siguen registrándose todavía hoy.
“La idea es que se conozca este problema y resaltar lo valientes que han sido en un continente donde la gente siempre calla y asume, sobre todo porque son mujeres”, afirma Marín.
“En África -se lamenta- las mujeres pintan menos que nada, pero que aquí pintaron y lideraron, y aún hoy lo hacen, siguen peleando”, ha resumido Marín.
Este trabajo, que les llevó dos años y medio, la mayor parte investigación y selección de imágenes, se estrena hoy en la 62 edición de la Semana de Cine de Valladolid (Seminci).