El cineasta chileno Pablo Larraín vuelve a bucear en el pasado de su país para centrarse en la épica persecución policial que sufrió el nobel Pablo Neruda, sobre el cual, según el alabado director, “se ha escrito mucho pero se sabe bien poco”.
“Neruda resulta ser una de las personas sobre las cuales más se escribe, se habla, se piensa y se lee y, en cambio, es de las personas que menos conocemos”, explicó en una entrevista con Efe el chileno que anteriormente ahondó en la historia e idiosincrasia del país suramericano con “Post mortem”, “Tony Manero”, “No” o “El club”.
Para “Neruda”, Larraín se lanza con un cóctel cinematográfico entre parodia y género policial que recrea, de forma lúdica, lo que ocurrió entre 1947 y 1949, cuando, en medio de la Guerra Fría, se inició una persecución política contra el poeta después de que este acusara al gobierno del presidente Gabriel González Videla de traicionar al partido comunista.
El Neruda larrainiano escapa, monta a caballo, salta de casa en casa, se esconde en armarios, burdeles, tiendas de fotos, lanza pistas, hace bromas y nunca deja de escribir.
Fruto de ese período de rabia y furia política, el poeta, interpretado por Luis Gnecco y representado como un vividor asiduo a los prostíbulos, concebiría “Canto General”, su poemario más contundente que algunos señalan como la obra determinante para hacerse con el Premio Nobel de Literatura en 1971.
La falta de “registros concluyentes” sobre la intimidad del autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” y la dificultad para clasificarlo concedió al cineasta la libertad de poder “jugar” y crear una “construcción imaginaria” repleta de “juegos de ilusiones”, explicó.
“Neruda era un hombre inasible, imposible de definir ni de meter dentro de una película. Es por eso que más que hacer una biografía de tomo y lomo hemos intentado crear una película sobre el universo que el poeta imprimió en su obra. Más que un filme sobre Neruda hemos creado un largometraje que habla de lo nerudiano”, señaló a Efe el cineasta.
Su fascinación por el cine de mediados de siglo XX y la posibilidad de rodar una persecución al estilo de una “road movie” con localizaciones en distintas partes de Chile empujó a Larraín y al guionista Guillermo Calderón a decidirse por centrar el filme en esa anécdota de la vida del poeta.
“Creamos una ficción a partir de hechos reales en la que juntamos elementos del cine negro con características de la comedia negra y así le dimos a la película una dimensión distinta a la de Neruda”, apuntó.
La sexta película del creador, que ha cosechado múltiples ovaciones en el pasado festival de Cannes y que este viernes se enfrentará al público chileno por primera vez, está coprotagonizada por el mexicano Gael García Bernal - otrora protagonista del filme “No”-, quien en esta ocasión encarna a un comisario encargado de perseguir al poeta.
Gabriel González Videla, presidente de Chile entre 1946 y 1952, ordenó la detención de Neruda y encargó a 300 policías que cepillasen todo el país hasta encontrarlo. Desde la clandestinidad, el prófugo seguía haciendo fiestas, asistiendo a reuniones y circulando por las calles. Aún así, los uniformados nunca lograron capturarlo.
Para Larraín, esta es una muestra de que, en el fondo, González Videla no quería atraparlo, pues su encarcelamiento no haría más que acrecentar su nombre.
Una ambivalencia que el cineasta aprovechó para tejer una persecución peculiar que les permitía adentrarse en el mundo de la farsa y coquetear con la comedia y el humor negro con una cuidada estética clásica y luminosa, muy distinta a la oscuridad de “El club” o “Post mortem”.
“Decidimos darle un tono de lugar 'noir', asociado a la estética de las películas que se hacían en los años 50. Queríamos que se sintiera verosímil pero que se respirara irreal, como la poesía”, destacó Larraín.
El objetivo del filme es ofrecer al espectador una mixtura de sensaciones y materialidades tanto realistas como poéticas que permitan “ver la película como si se leyera una persecución escrita por Neruda. Una fabricación lúdica que atrapa y emociona”, concluyó Larraín.
Júlia Talarn Rabascall