La Rioja defiende su marca y controla la calidad de su vino desde 1925, cuando nació su Denominación de Origen, que presume de ser la primera de España. Los escasos antecedentes con los que contaba venían de Francia, con un modelo completamente distinto al que regía la producción de vino aquí. En el país vecino había tradición de bodegas familiares comercializadoras; en España las pocas familias que elaboraban y vendían su propio vino lo distribuían en cántaras o a granel en mercados cercanos.
Un siglo después de aquello, ha estallado la guerra del vino entre Euskadi y La Rioja a cuenta de la zona alavesa, que tiene detrás un empuje en lo político, y que se suma a una reivindicación histórica de algunas bodegas que tiene que ver más con el paisaje que con el territorio. El enólogo de Bodega Bideona Tao Platón recordaba este lunes, en su charla de los International Wine Challenge, los intentos del Consejo Regulador, ya en 1955, de apagar las aspiraciones de los cosecheros y viticultores de la zona de Álava, a quienes se intentaba convencer de que su futuro sería mejor bajo el paraguas de una denominación fuerte y unida.
Cómo es cada zona
Más allá del interés de algunos productores por diferenciarse a través de la singularidad de viñedos y paisaje, que explicaremos más adelante, las tres subzonas (Rioja Alavesa, Rioja Alta y Rioja Oriental, antes conocida como Rioja Baja) sí presentan algunas características que las distinguen. Las climáticas son apenas imperceptibles si se analizan como simples datos —apenas uno o dos grados de temperatura media superior en la Rioja Alavesa frente a la Alta, una pluviometría ligeramente inferior en la zona de Álava— pero son más evidentes en los suelos.
Los de la Rioja Alavesa son terrenos arcillo-calcáreos en un 95%, con un muy importante contenido calcáreo frente a los suelos ferrosos y aluviales de la Rioja Oriental y la composición casi a partes iguales de suelos ferrosos, aluviales y arcillo-calcáreos de la Rioja Alta. Un 80% de la uva en la Rioja Alavesa es tempranillo, mientras que en Rioja Alta los viñedos se distribuyen en tempranillo (60%), viura (15%) y porcentajes menores de garnacha, mazuelo y graciano, y en Rioja Oriental la uva mayoritaria es la garnacha (en un 77%).
No obstante, la subdivisión de cada zona marca una línea que tiene más que ver con lo administrativo que con lo geográfico. Hay tantas diferencias entre Labastida y Oyón (Rioja Alavesa) como las hay entre Haro y Logroño (Rioja Alta), lo que no es difícil de entender si se tiene en cuenta que Logroño y Oyón están a cinco kilómetros. Por eso, muchos viticultores de Rioja quieren que su vino hable de su tierra, de su pueblo, y no de una región genérica que sienten, y así lo han manifestado en múltiples ocasiones, que no representa su singularidad.
Para qué sirve una Denominación de Origen y un Consejo Regulador
La potencia económica del vino de Rioja y el interés por proteger la marca comenzaron cuando los comerciantes franceses se fijaron en la Rioja Alta a raíz de la crisis de la filoxera, que les obligó a buscar otros mercados. Poco antes, había fracasado un intento de “Medoc Alavés”, en el que algunos viticultores trataron de implantar las técnicas bordelesas en la Rioja Alavesa.
Para crear las Denominaciones de Origen, España se fijó, ineludiblemente, en Francia y en su sistema AOC (Apellation d´origine controlée), aunque las diferentes circunstancias de la producción vitivinícola marcaron diferencias.
La denominación Rioja abarcó un territorio que ahora cuenta con más de 66.000 hectáreas y 144 pueblos desperdigados en tres comunidades autónomas (La Rioja, Euskadi y Navarra), a los que hay que sumar un pequeño enclave burgalés en la Rioja Alta. El Consejo Regulador está formado por 16 vocales (con 100 votos) escogidos por el sector comercializador y 16 (con otro centenar de votos) de la rama productora, en la que tienen especial peso las cooperativas (siete vocales). La Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa está representada con un único vocal y cuatro votos, además de otros dos vocales que representan a cooperativas y asociaciones agrarias de la misma zona.
La función de este organismo es la de establecer los rendimientos por hectárea del viñedo, realizar controles periódicos a los elaboradores, calificar las añadas y entregar las contraetiquetas a 567 bodegas, entre las que conviven grandes marcas comerciales —con una producción que puede superar los cinco millones de botellas— con pequeños productores que apenas sacan unos miles, incluso cientos. Ambos tipos de negocio tienen pocos puntos en común, más allá de ampararse en una potente marca.
En la zona vinícola de Borgoña sí se concedió nombre e importancia al viñedo y a los pueblos: Funciona bajo un nombre propio, pero acoge 84 apellations diferentes en una superficie que no llega a las 26.000 hectáreas, mucho más pequeña que la de los vinos riojanos. Burdeos cuenta con 57 para unas 117.000 hectáreas. Para clasificar sus vinos, en ambas zonas se estableció una pirámide de calidad que empieza por los vinos básicos, que llevan el nombre de la región (Bourgogne o Bordeaux) como nombre principal. Por encima quedarían los vinos “de pueblo” y más arriba, los Premier Cru y Grand Cru en el caso de Borgoña y los Grand Cru Classé en Burdeos. Por lo tanto, un vino de dos euros y un Grand Cru no pueden tener la misma categoría y queda patente en sus etiquetas.
Pero esta es una diferenciación que no existe en el etiquetado de los Rioja. Hay una contraetiqueta genérica, una única categoría que es independiente de la calidad del vino o de su viñedo de origen. Los vinos de Rioja solo se clasifican en función del tiempo que han permanecido en barrica y eso tampoco diferencia del todo a los crianzas y reservas. Un crianza tiene que estar dos años en bodega y, de ellos, al menos 12 meses en barrica. Un reserva necesita tres años entre barrica y botella, de ellos al menos 12 meses en barrica y seis en botella. Tampoco se especifica si la barrica tiene que ser nueva o vieja, cuando el impacto de la madera sobre el sabor del vino es completamente diferente.
¿Hay vino de pueblo? ¿Y de viñedo singular?
La propuesta política de los representantes del PNV consiste en hacer subdenominaciones bajo el paraguas de la D.O. Rioja y lo que pretendían algunas bodegas incluidas en la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA) era promover una marca común y diferenciadora de los vinos elaborados en Álava. Paralelamente, un movimiento ha cobrado fuerza en los últimos años, sobre todo en la Rioja Alavesa, pero también entre algunos productores en Rioja Alta y Oriental: dar protagonismo a los pueblos y viñedos en la etiqueta de los vinos. Frente a la costumbre de las grandes bodegas riojanas de comprar uvas en las tres subzonas, surge la reivindicación del terroir; un imparable movimiento que obligó a la Denominación a decidir algunos cambios, aunque con las suficientes limitaciones como para que fuera muy complicado llevarlos a cabo.
Para que un vino en Rioja sea “de pueblo” la bodega tiene que estar situada en el mismo municipio de donde se sacan las uvas, según la reglamentación aprobada por el Consejo Regulador. En la práctica, es algo imposible para casi cualquier productor y es una opción a la que únicamente pueden aspirar grandes bodegas, que son precisamente las que dominan el Consejo. Además, no se añaden a esta figura más criterios de calidad ni se limita el rendimiento de la viña. El reglamento del Consejo marca unos máximos autorizados para toda la Denominación, que en circunstancias especiales incluso pueden aumentarse hasta un 25%.
Lo que sí hace el Consejo es establecer rendimientos más bajos para el vino elaborado bajo el concepto de “viñedo singular”, un modelo que tampoco ha estado exento de polémica ya que no se marcan criterios de calidad histórica para argumentar su definición. Además, tiene dificultades de aplicación práctica, porque en ocasiones las parcelas a las que pertenece ese viñedo son de varios propietarios o puede que el nombre se haya registrado ya como marca, así que tampoco puede definir un vino.