“Vamos a reducir el número de ministerios”. Con esa promesa electoral Alberto Núñez Feijóo alertó a principios de junio de sus intenciones si el Partido Popular gana las elecciones. “El Ministerio de Universidades, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, en un momento con este exorbitante gasto público que tenemos, bien merecen una consolidación”, dijo el candidato. Y ahí quedó la cosa, en un “bien merece”, una expresión que no llega a ser una aseveración pero tampoco lo contrario.
Feijóo dejó caer la intención pero, si de consolidaciones se trata, no llegó a consolidar nunca esta afirmación: ni en su programa electoral ni en la presentación de su política cultural a finales del mes pasado, pudiendo decir la misma cosa y la contraria, depende de la interpretación del oyente.
En un acto en Madrid, al que invitó al exministro de Cultura socialista César Antonio Molina, que pidió el voto popular, este mismo se le rebeló afeándole la intención de subsumir el Ministerio bajo una clasificación que abarque también Educación: “Velázquez necesita un ministro”, le dijo. Cuando tomó la palabra, dijo Feijóo: “Amigos, evidentemente la cultura y la libertad a veces tienen un componente de polémica, así que voy a hablar de mi futuro Ministerio de Cultura”, ahí hizo una pausa y el público asistente se arrancó a aplaudir. No hubo mención alguna a una fusión con Educación. Aunque, más adelante en su discurso, mencionó que la cultura tendría “rango ministerial”, y así se crearon de nuevo las dudas sobre lo que estaba diciendo.
De esta manera, si el PP gana las elecciones el próximo 23 de julio, forma Gobierno y crea un Consejo de Ministros con una cartera de Educación, Cultura y Deportes, será coherente con sus intenciones. Pero también lo será si hay una cartera de Cultura y Deportes, y otra diferente de Educación y Universidades.
El argumento de Feijóo es el ahorro del “gasto político”. Preguntado por este periódico José María Lasalle, Secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016 –con Mariano Rajoy como presidente y en una estructura ministerial conjunta de Cultura y Educación, bajo José Ignacio Wert e Íñigo Méndez de Vigo–, explica que, en realidad, “el ahorro es mínimo”. Se evita el sueldo de un ministro (unos 77.000 euros anuales), así como los sueldos de un subsecretario (casi 117.000 euros; es más alto porque tiene complementos) y su gabinete técnico, así como un secretario general técnico (unos 98.000) y su respectivo gabinete, pero el resto de estructura se mantiene.
Este jueves, Jaime de los Santos, secretario nacional de Cultura del PP, participó en el cuarto debate sobre política cultural que se ha realizado en estos días. “Yo quiero hablar de por qué el PP plantea por primera vez en democracia un ministerio únicamente de cultura y que además reordene todas las competencias”, dijo, en el Círculo de Bellas Artes.
“La cultura es la solución a todos los problemas”, opina De los Santos. Lo es “para combatir el despoblamiento, es lo mejor para combatir la soledad no deseada, está como solución a procesos sanitarios como el freno al alzhéimer, soluciones para las enfermedades de salud mental”, y ha añadido que es “riqueza espiritual y riqueza económica”. La cultura es “la mejor arma para hablar de lo que somos fuera de nuestro país”, opina el político, Diputado en la Asamblea de Madrid.
De esta manera De los Santos, que en otro debate anterior había asumido la idea de unir Cultura y Educación, defendía ahora mantener el formato de ministerio único de Cultura tal y como lo ha hecho el PSOE cuando ha gobernado.
El PP, en cambio, en todos sus gobiernos, ha preferido unirlo. De esa manera, con José María Aznar el ministerio fue de Educación y Cultura con los ministros Esperanza Aguirre (1996-1999), Mariano Rajoy (1999-2000) y Pilar del Castillo (2000-2004). Y, con Rajoy, los ministros José Ignacio Wert (2011-2015) e Íñigo Méndez de Vigo (2015-2018)
Entre el año 1977 y 1982 Cultura no compartió cartera con Educación aunque también gobernó la derecha, con la UCD de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. En ese periodo fueron fugaces ministros de Cultura Pío Cabanillas (1977-1979), Manuel Clavero Arévalo (1979-1980), Ricardo de la Cierva (1980), Íñigo Cavero (1981) y Soledad Becerril (1981-1982).
El Ministerio de Cultura se creó, con el arranque de la democracia tras el franquismo, en 1977. Era el Ministerio de Cultura y Bienestar, y su competencia principal era la de “facilitar y estimular la libre y espontánea creación cultural”. Surgió de una reunión del Consejo de Ministros en pleno mes de agosto y se le atribuyeron diferentes direcciones generales para dirigir la política cultural relativa al cine, a la música, al libro, a las artes escénicas o al patrimonio, pero también a la juventud, al desarrollo comunitario y a la radio y la televisión. Desde el primer minuto, se le dio también a este ministerio competencias sobre el deporte, con un Consejo Superior en forma de organismo autónomo; y así ha seguido hasta ahora. El ‘centrista’ Pío Cabanillas, que había sido un ministro franquista de Información y Turismo, igual que Fraga anteriormente, fue quien lo inauguró.
No han surgido voces que defiendan la oportunidad de un Ministerio de Cultura que lo sea también de Educación. Miquel Iceta, el último ministro cultural de esta legislatura, escribió recientemente en las páginas de este periódico que eliminar el Ministerio de Cultura “es mucho más que un gesto estético”, es más bien “ético”.