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“El revisionismo neofranquista trata de ocultar al verdadero régimen”

Si nos preguntamos por obras definitivas, Luchadores del ocaso. Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952) (KRK ediciones) podría ser una de ellas. El historiador asturiano Ramón García Piñeiro (Sotrondio, 1961) se adentra de forma concienzuda en las oscuridades de la postguerra para rescatar a cientos de nombres del olvido. Sus mil páginas recorren la vida en esa época, en esa Asturias de paz violenta, y gracias a ellas volvemos a ver, porque ya los había visto el poeta Garfias, ríos sólidos de sangre.

¿Cuándo comienzas a escribir Luchadores del ocaso?Luchadores del ocaso

Desde que terminé la carrera, la guerrilla fue uno de los objetivos que más insistentemente barajé. Procedo de una zona en la que este movimiento fue uno de los acontecimientos que más marcó el inconsciente colectivo y vengo reuniendo materiales de una forma no sistemática desde finales de los ochenta y más sistemática desde hace unos diez años. 

Hay una obsesión que se repite en muchas partes del libro: pelear contra el revisionismo neofranquista.

¿Qué visión nos puede quedar del régimen de Franco si no nos adentramos en sus alcantarillas? Los panegiristas del franquismo se dedican a distorsionar el régimen, apoyados en el desarrollismo de los 60, en un general que solía vestir de civil y que podía ser proyectado en su imagen de ancianito más o menos tierno y atento con sus nietos. Además, se presenta ese franquismo tardío como base de la democracia actual. Estas tácticas intentan ocultar la verdadera sustancia del régimen: un sistema brutal que recurrió constantemente a la fuerza y a la violencia para sobrevivir y aplastar cualquier conato de resistencia o disidencia.

¿Y por qué Asturias?

Lo primero, porque soy asturiano (se ríe). Creía que existía una desproporción entre el impacto de la guerrilla en Asturias y su tratamiento historiográfico. Hay zonas en las que existió la guerrilla, como León o Galicia, en cierta medida Cantabria, la zona del Maestrazgo en Aragón, Málaga, Granada... y se dio la circunstancia de que tuvieron historiadores que la estudiaran. A mi entender, la guerrilla asturiana era la más importante y, sin embargo, no tenía casi historiografía.

Aparte de esto, la guerrilla tuvo especial presencia en Asturias por varias razones. La primera, el paisanaje. En determinadas zonas, la población era mayoritariamente de izquierdas y combativa y protagonizó episodios muy relevantes de lucha obrera, como la huelga del 17; la insurrección minera del 34, que no tiene parangón en el mundo; o la Guerra Civil, con episodios como el tren minero a Madrid para sofocar los conatos de sublevación. Segundo, Asturias también tiene un paisaje muy propicio: una orografía intrincada, una vegetación densa, una gran red de cuevas naturales y artificiales, que dan múltiples opciones de supervivencias a estos huidos.

¿Qué diferencia a un maquis de un guerrillero o de un huido?

Manejo estos términos en el libro, los huidos son los que se tiran al monte al final de la Guerra Civil y no tienen más afán que el principio darwinista de la supervivencia. Ahora bien, hacia el 42 o 43 estos huidos dan un salto cualitativo porque espontáneamente se organizan. Están siguiendo el curso de los acontecimientos internacionales y saben cuál es la evolución de la Segunda Guerra Mundial, que empieza a ser favorable a las democracias occidentales. Esto les hace pensar que estas potencias extranjeras intervengan en España y provoquen un cambio de régimen. Además, entran en contacto con organizaciones clandestinas que fomentan la organización militar con logísticas, pautas castrenses, códigos de justicia... y con la asunción de objetivos políticos, como acabar con el régimen. En resumen, cuando se organizan militarmente y tienen objetivos políticos, los considero guerrilleros.

El concepto de maqui lo reservo para los que vienen de Francia. Son españoles que al término de la Guerra Civil pasaron a Francia, se incorporaron a la resistencia contra el nazismo, allí se formaron en los métodos de contrainsurgencia y, cuando volvieron a España del 44 al 48 o 49, intentaron aplicar los métodos de lucha que fueron exitosos en Francia.

¿Qué número calculas que tenía cada uno de los tres grupos en Asturias?

Sobre todo, hubo huidos: unos quince mil que se ocultaron por montes, pueblos, ciudades... En cuanto a los guerrilleros, categorizados como hemos visto y que se mantuvieron aproximadamente de 1940 a 1952, hablaríamos de dos o tres centenares, como mucho. Por último, los maquis trataron de llegar a Asturias alrededor de un centenar, pero la mitad, por lo menos, cayó por el camino.

Es terrible el inventariado que haces del día a día del guerrillero...

Hay que tener en cuenta que nos encontramos con personas jóvenes, de una media de edad de veintitantos años, que son totalmente excluidas de la relación social. No pueden tener ni familia, ni amigos, ni asistir a fiestas, ni relaciones sexuales... no pueden vivir en sociedad. Intento reconstruir qué repercusión psíquica tiene para ellos y también qué subterfugios utilizaban para no perder conductas propias del ser humano como la empatía, el cariño, la solidaridad... Esta lucha del régimen por deshumanizarlos y la resistencia de los guerrilleros por seguir conservando su estatus de personas es uno de los aspectos que más me fascina de su insólito gesto de supervivencia.

Me sorprendió el dato que das de que la guerrilla asturiana se componía en un 50% de mujeres...

Dentro de la guerrilla hay dos partes. La primera, los que tienen las armas en las manos. Aquí, aunque no tuvieran una cuota significativa, hubo casos aislados de mujeres que estuvieron incorporadas a la guerrilla. Además, conviviendo en el monte con ellos, dedicándose a la organización y resistiendo hasta el año 53, existieron también algunos ejemplos. Donde yo preciso que la colaboración de las mujeres puede llegar al 50% es en las labores de apoyo y asistencia, lo que tradicionalmente se conocía como la labor de “enlaces”. Ocultándolos en las casas, llevándoles comida, lavando y planchando ropa, buscándoles armas y municiones, haciendo contraespionaje, infiltrándose en la Guardia Civil o la Falange… en esas funciones, la mujer asturiana se puede equiparar a los hombres.

Vamos con la brutalidad de la represión franquista y una cosa que repites una y otra vez: su sistematización. Hay momentos en tu ensayo que son novelescos aunque evites serlo. Unos relatos tan violentos, tan penosos, tan vívidos, que desbordan cualquier intención de, digamos, una narrativa historiográfica.

Me importa mucho recalcar esto: la represión no es un calentón al calor de la guerra. Los métodos más brutales de la represión, que se pusieron en funcionamiento justo al terminar la Guerra, no quiero que sean vistos como un hecho excepcional al que se recurre para acabar de aplastar a quien ha sido derrotado en un conflicto entre dos bandos. Lo que quiero demostrar es que los mismos métodos de guerra sucia, de terrorismo de Estado que se emplearon en la ocupación de Asturias, se mantuvieron vigentes hasta principios de los cincuenta. No es una medida excepcional, forma parte de la entraña, del código genético del régimen. En el 52 esto se detiene porque no había un grupo que les combatiera con las armas. De haber existido dicha guerrilla, esos métodos habrían continuado.

¿Cómo valoras la actitud del Partido Comunista desde el exterior con respecto a la guerrilla?

Pasó por dos fases. Hasta  el año 48, que creyó que la guerrilla era útil. Por eso la cuidó, la alentó... y, sobre todo, procuró que tuviera un sentido político, con el fin de erosionar y acabar con el régimen. A partir del 48, por sugerencia de Stalin y en el contexto de la Guerra Fría, se consideró con las armas en la mano no se iba a acabar con el régimen de Franco porque no iban a tener ningún apoyo exterior. Y aunque querían abandonar la resistencia armada, el PCE no adoptó la medida coherente con esta decisión, que hubiera sido retirar de los montes a todas esas personas que tenían las escopetas en la mano.

Había otro objetivo: pretendían que los guerrilleros se convirtiesen en “guardias de corps” de los nuevos activistas que surgían en la década de los cincuenta pero los que estaban en el monte no lo comprendieron. Creyeron que el PCE los estaba traicionando y abandonando y todo derivó hacia una relación que acabó en un enfrentamiento y un posterior divorcio. Esta ruptura, en cierto modo, los dejó a su suerte y cayeron rápidamente a manos de la Guardia Civil. Si nos fijamos en una cronología, del 40 al 48 cayeron muy pocos pero del 48 al 50 o 51 fueron cayendo casi todos los días, uno tras otro.

Hablas de guerrilleros con debilidades, casi todas humanas, pero ¿qué guerrillero crees que conjugó lo mejor del movimiento, que fue un verdadero luchador del ocaso?

Quizá por la longevidad, ya que aguantó hasta el año 50, me acuerdo de uno apodado Caxigal. Siempre se mantuvo fiel a los objetivos de la guerrilla y fue una de las personas que más empeño y obsesión puso en justificar sus actos ante la sociedad y que estos no fueran vistos como conductas propias de bandoleros. Incluso después del abandono del PCE en el 48, él siguió fiel a sus planteamientos.

Ramón, ¿qué enseñanza podemos sacar de estas personas, además de reivindicar su memoria?

¿Qué otra opción realmente digna cabría en los años cuarenta, ante un régimen que recurre a la violencia y el terror para imponerse, que enfrentarse a él por cualesquiera de los procedimientos posibles? Estas personas siguieron adelante con un peaje insufrible tanto para ellos como para su entorno. A mi entender, llevaron hasta sus últimas consecuencias la lucha por la libertad: no creo que exista bandera más hermosa que levantar en este mundo.