Con una mochila llena de historias y un sinfín de crónicas y reportajes de gran parte de los conflictos que han asolado el mundo, cultivados en los veinte años que ha trabajado en El País, Ramón Lobo asegura que hoy en día en el periodismo se ha instalado “la autocensura por no molestar” y no se cuestiona nada.
Defiende que el “primer trabajo” del periodista tiene que ser molestar a su jefe, y como el niño que está empezando a aprender las cosas, preguntar cómo y por qué continuamente.
En una entrevista con EFE, este periodista español nacido en Venezuela, relata cómo afronta sus coberturas en zonas de conflicto, cree que los riesgos merecen la pena porque eres la “única voz de la gente que no tiene ninguna” y apuesta por contar con honestidad lo que está ocurriendo ya que, recalca, ser objetivo es imposible.
PREGUNTA: Cuando uno ha vivido tantos conflictos, ¿se llega a acostumbrar a la guerra?
RESPUESTA: Nunca te acostumbras. Es como si pusieras un espejo ante ti mismo: no solo te informas de lo que está pasando, te informas también de ti mismo, de tu reacción, y eso es lo que aprendes en cada conflicto. Supongo que al principio todos vamos por aventura o por otras razones, pero al final vas por ti mismo porque es una forma de entenderte. Además te das cuenta de que eres la única voz que tiene la gente que no tiene ninguna.
P: Se juegan la vida en muchas ocasiones ¿El miedo forma parte del equipaje?
R: Sí, pero no lo forma de manera clara porque si lo hiciera, no irías. Piensas que eres inmortal, que a ti nunca te va a pasar nada, que es un juego... Son pequeñas excusas que vas creando para poder manejar esa sensaciones, esos sentimientos, entre ellos el miedo, que realmente lo sientes a la vuelta. Cuando te subes al avión y empiezas a recordar todas las cosas que has hecho y te das cuentas de las tonterías y errores que has cometido.
P: ¿Merecen la pena los riesgos?
R: Sí. Si fuera solo por aventura no merecería la pena y con una sola guerra ya se te quita. Es mucho más. A mi personalmente me gusta el periodismo, me gusta contar historias, los conflictos internacionales -que no siempre son guerras, a veces son hambrunas o accidentes de cualquier tipo-. Esas historias te dan mucho más de lo que te quitan, en el fondo tú vuelves muy vacío, cargado de emociones, con mucha soledad porque a nadie le importa nada lo que has pasado, pero cuando pasa esa primera fase del miedo en el avión, hay una segunda que es ver todo lo que tú te traes. Y te traes muchas cosas.
P: Al llegar a una zona de conflicto, usted es de los que consideran imprescindible “desnudarse de todo” para que la gente le cuente sus historias. ¿Es capaz de hacerlo? ¿Cómo se puede ser objetivo en medio de un conflicto?
R: Si no te vacías, da exactamente igual que estés físicamente en el conflicto, es como si escribieras desde Madrid. Tienes que estar no sólo cerca físicamente para que tu foto sea buena -como decía Robert Capa-, sino que tienes que estar emocionalmente cerca para que sea buena. Es imposible ser objetivo porque tú no eres objetivo, eres una persona con una trayectoria, con unos sentimientos, pero tienes que tratar de ser honesto, que consiste en contar lo que está pasando, buscar su contexto y permitir al lector que llegue a conclusiones distintas a las tuyas.
P: ¿Cómo pone límites entre sus sentimientos y su trabajo?
R: Es muy fácil porque tus sentimientos sólo sirven para ponerte en contacto con los sentimientos de los demás. Lo que tiene que estar en tus crónicas es el sentimiento de los demás, no el tuyo, que sólo es un instrumento y no el fin del reportaje.
P: ¿Se arrepiente de algún texto que ha escrito o que ha dejado de escribir?
R: Que haya escrito, no. Creo que hay buenos, mejores y mejorables, incluso seguramente habrá malos. No me arrepiento de ninguno pero sí hay muchos que no he podido escribir por falta de tiempo porque si quieres hacer un buen texto, te exige quedarte a veces días o semanas para entender algo.
P: Los grandes medios cada vez envían menos corresponsales y reporteros. ¿Hay muchos conflictos que no conocemos?
R: Así es. Por ejemplo, el ébola ahora no se ha puesto de manifiesto por la realidad de pobreza y de miseria -que es su gran causa- sino porque ha afectado a blancos y misioneros. En el momento que ya no les afecta, es como que ya no nos interesa. Pero eso es parte de la inmoralidad profunda de esta sociedad que vivimos y nuestro trabajo es denunciarla.
P: ¿Qué radiografía hace de la situación actual del periodismo?
R: Creo hay unos medios escritos tradicionales que están en una grave crisis de confianza, que de tantas vueltas que han dado pierden a sus lectores y sus palabras están gastadas. Y esos medios son los que tienen la fuerza económica. Después están los nuevos medios que han surgido en Internet, que son interesantes, hay de todos, pero les falta músculo financiero.
Aquí en España, por ejemplo, no hacemos investigación, no hacemos grandes reportajes porque son caros, en cambio, en América Latina no se renuncia a esos géneros porque son la esencia del periodismo.
Es evidente que vamos hacia un mundo digital y lo que tenemos que encontrar es el músculo financiero que permita a una web mandar aun periodista a Sierra Leona o a Colombia. Nos falta tener nuestra propia voz y si queremos cobrar por esto, tendremos que ser distintos y hacerlo mejor.
P: ¿Cómo cree que la gente acogería que los medios estableciesen muros de pago?
R: El hecho de ir al quiosco y comprarte un periódico es un acto muy elitista, que muy poca gente hace ya, y es cierto que ese porcentaje pequeño que ha mantenido el interés de pagar por informarse durante años, ahora mismo lo ha perdido con los muros de pago. Pero es que los nuevos medios han actuado contra ese tipo de lectores; ahora hablamos de crear muros de pago, cuando ya existía uno: el quiosco. Hemos disparado contra el lector que iba al quiosco, le hemos insultado, maltratado y menospreciado. Y ahora el camino es mucho más difícil porque hay que reconquistar su confianza.
Además, en España hay un problema cultural y educacional. La gente no sabe distinguir una buena crónica de un periodista que está jugándosela en el sitio, de una que se ha hecho en Madrid con un corta y pega. Si tú no valoras eso y no estás dispuesto a pagar por ello, estamos muertos.
P: ¿Se ha instalado la autocensura y la comodidad en la profesión?
R: Creo que más la comodidad que la autocensura. La autocensura más por no molestar, pero es que nuestro primer trabajo es molestar a nuestro jefe (...) Nuestro trabajo tiene que estar más próximo a los ciudadanos, que a los políticos o a las élites, pero nos hemos subido a los coches oficiales, vamos a los cócteles, vamos al Congreso y nos encanta que nos saluden los políticos, igual que con los futbolistas, los escritores. Y mi trabajo no es ese, mi trabajo es decir que ese libro es una mierda y no que el escritor me salude (...)Con la clase política nosotros somos los fiscales y hoy en día nadie se cuestiona lo que nos dicen, simplemente repetimos todo lo que nos dicen, pero no cuestionamos nada y tenemos que cuestionarlo absolutamente todo (...) Tenemos que ser como el niño que está empezando a aprender las cosas y pregunta cómo y por qué, ese es nuestro trabajo.
P: Con esta radiografía, ¿hay lugar para la esperanza?
R: Sí, además somos la profesión más antigua junto con las prostitutas y los curas, y creo que siempre va a existir la necesidad de conocer historias de gente y saber qué está pasando, cerca o lejos, y alguien que nos cuente esas historias. Pero tenemos que recuperar la dignidad de la profesión y la confianza de la ciudadanía.