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Así es la red de voluntarios que rescata rótulos antiguos para custodiar la memoria colectiva de nuestros barrios

Rocío Niebla

17 de febrero de 2021 22:27 h

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Alberto Nanclares es miembro del colectivo Basurama, dedicado a la investigación, creación y producción cultural. Cuenta que un día paseando con su hijo por Malasaña se percató de que su anecdotario popular estaba ausente de referencias visuales. “De todo lo que le estaba contando de mi vida no quedaba ningún rastro material, los bares a donde había ido, los comercios, los cines, nada, no quedaba nada. Ahí empezó a rondarme la idea de custodiar el soporte material de los rótulos, más allá de documentarlo”, explica. “Así fue como empezamos a rescatar los rótulos físicamente y a guardarlos en una nave”. Alberto se mueve en redes bajo el nombre de Alberto Graco en honor a su tío abuelo, Paco Graco, que fue rotulista y dio nombre a una iniciativa para salvaguardar aquellos rótulos en Madrid. 

En marzo de 2019 inauguraron una exposición en la Casa del Reloj con todos los carteles rescatados. Una iniciativa que permitió compartir los recuerdos que evocaban los rótulos a todos los vecinos que se acercaron a ver la muestra, pero además sirvió como punto de encuentro para otros rescatadores gráficos de muchísimas ciudades de España. “Nos dimos cuenta que había más de una docena de personas en otras ciudades haciendo lo mismo. Gente que llevaba muchos años trabajando seriamente por custodiar el Patrimonio gráfico de sus ciudades: tanto fotografiando y documentando, como salvando y guardando rótulos”, cuenta Graco.

Es en la Casa del Reloj cuando los llamados “nodos” deciden formar una red estable para ayudarse, compartir y marcar unas líneas generales de trabajo: nace así la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico. Un colectivo del que forma parte hasta Letreiro galeria de Portugal, que custodia una colección de más de doscientos rótulos antiguos de neones. 

Los rótulos y los comercios son ejes vinculados a unas épocas, a unas formas concretas de vivir, a una memoria colectiva

Fede Barrera también participa de la Red desde Santander, mediante un nodo llamado Santatipo: “El Patrimonio visual nos interesa porque es parte social de nuestra cultura. Todo lo que somos, hacemos y cómo lo vivimos cuenta algo sobre nuestro ser social. Los rótulos y los comercios son ejes vinculados a nuestras calles y barrios, a unas épocas y unas formas concretas de vivir. Y por supuesto a una identidad y una memoria colectiva”.

Barrera señala que las calles de todas las ciudades cada vez se parecen más. Son lugares llenos de franquicias y clichés, despersonalizados. Lugares con de tiendas de souvenirs que borran las huellas de los comercios históricos locales. “Los rótulos son un hilo del que tirar, nos interesa la microhistoria de los establecimientos, porque la suma de las pequeñas historias es lo que forma el relato de lo que somos como barrio y como comunidad”. No les interesa guardar marcas, sino la vida y la historia que hay detrás de esos comercios, bares o cines de nuestras ciudades. 

“La mayoría de placas de Asegurada de Incendios son de principios del siglo XIX”, comenta Laura Arribas como otro ejemplo de la iniciativa. “Por lo visto, en Madrid los bomberos eran un servicio que solo daban las aseguradoras, un batallón privado de extinción de incendios. Cuando los ayuntamientos crearon el cuerpo de bomberos público, estas compañías perdieron el trabajo. Los carteles los seguimos encontrando en las puertas de casi todos los portales del centro de Madrid. Estos se hacían en piedra o metal para que en caso de combustión la inscripción pudiese aparecer entre los restos del incendio”.

Arribas lleva años fotografiando estas maravillas del diseño de placas, cada una diferente y cada cual más artística. Las comparte en el Instagram @asegurada.de.incendios. En Madrid se conservan muchas placas porque las fachadas están declaradas bien de interés cultural desde 1995. “Estos elementos son patrimonio pero, son una llamada de atención a cosas que vemos todos los días doscientas veces y no caemos en la cuenta de que están, ni la historia social que tienen detrás”.

Los integrantes del proyecto en Jaén pueden presumir de un libro autoeditado con un manojo de fotografías de rótulos mediante el que sin embargo han reconstruido las historias que hay detrás y dentro de esos espacios desaparecidos. Juan Montoro y Carlos Campos son el nodo llamado Rótulos Chuléricos de Jaén: “El afán de defensa, de catalogación y de recuperación de este patrimonio visual lo tenemos desde hace años. Yo soy diseñador y fotógrafo, y desde chiquitillo me ha llamado mucho la atención los rótulos. Mi sueño era que cuando fuera grande pudiera ver mis propios rótulos por la ciudad”, cuenta Montoro. “Al principio íbamos puerta a puerta a explicar que nos interesaban esos rótulos y que no los tiraran si cambiaban los negocios. Ahora tenemos soplones y espías y nos presentamos corriendo en las obras de los edificios a hablar para que nos los den”, bromea.

Los rótulos definen el carácter propio y exclusivo de los barrios, es decir, la historia de todos

Cabe añadir que ninguno de los miembros de la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico quiere los carteles para disfrute personal, sino para protegerlos de la venta en antigüedades o en Wallapop. Se trata de agrupar carteles para colectivizarlos y eventualmente, que habiten un museo o espacio habilitado para que el público pueda disfrutar de ellos. “Preferimos los rótulos en las fachadas, de hecho intentamos convencer a los nuevos comerciantes que los dejen, pero si ellos lo quieren tirar o vender, lo salvaguardamos para que no desaparezcan”, cuenta Juan Montoro. 

“Casa Paco nace en el corazón de Jaén, ya como freiduría de patatas en el año 1947”, podemos leer en el libro autoeditado por Rótulos Chuléricos de Jaén. “Inevitablemente ligada a los acontecimientos sociales de la ciudad (como la Semana Santa, los partidos de fútbol o las ferias y fiestas) la tienda sigue vendiendo sus patatas fritas en su bolsa color amarillo tan identificativa de la casa. Los rótulos están compuesto por acero sobre plancha naranja”.

Fede Barrera de Santatipo también documenta la memoria como lo hacen en el libro de Jaén: “Más de 120 mecenas pagaron la tirada de un libro sobre los rótulos y las historias de Santander. El Ayuntamiento también participó como patrocinador”. Cuenta que también ha empezado “a rescatar rótulos físicos: vi uno de vidrio precioso de los años 40 y lancé un S.O.S por redes sociales porque veía que corría el riesgo de caerse y romperse. Unos días después el edificio se incendió y me llamaron para que fuera corriendo a por él. Un operario lo había bajado a tiempo. Ahora tenemos rescatados y guardados una docena”. 

Las distintas crisis han pegado fuerte en ciudades medias como Valladolid. Cantidad de comercios echaron el cierre y colgaron el 'se alquila' y 'se vende'. Muchos de los inquilinos nuevos eran franquicias. Así que, nos explican con pena, las ciudades cada vez tienen menos identidad propia porque la globalización las despersonaliza.

Laura Asensio es una de las personas que está detrás de Valladolid con carácter, el colectivo dentro de la Red que se encarga de investigar y custodiar la tipografía, rotulación y escritura urbana en Valladolid. “Mi curiosidad por los lugares comunes y los relatos colectivos me llevaron a este punto. Los rótulos cuentan la trayectoria de cada ciudad. Durante años nos hemos peinado esta ciudad documentando los carteles. Hemos hecho un mapa interactivo con 800 referencias geolocalizadas, documentadas y clasificadas por distintos estilos”.

Asensio cuenta que en su nodo también hicieron una exposición con el material. “Antes de la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico cada uno hacíamos lo que podíamos en base a nuestras fuerzas, pero al unirnos, al hacer un proyecto nacional, las fuerzas se suman. Creo que es esencial proteger la identidad de las ciudades porque los rótulos definen el carácter propio y exclusivo de los barrios, es decir, la historia de todos”.