La herencia de los judíos catalanes se perdió en gran medida tras su expulsión, pero su tradición y espíritu religioso, relevantes en el judaísmo medieval, se conservaron entre sus descendientes, cuyo legado en manuscritos intenta ahora descifrar el filólogo Idan Pérez desde Jerusalén.
Centros rabínicos como los de Gerona o Barcelona fueron de “los más importantes” de la Edad Media, remarca este experto en textos antiguos al asegurar que los rabinos de esta época, como el barcelonés Shlomo Ben Adret (1235-1310) o el gerundense Nahmánides (1194-1270), “se estudian y conocen aún hoy en todas las comunidades judías”.
Los religiosos de esta época -conocidos como “rishonim” (del noreste de la península ibérica)- dejaron mella por sus planteamientos de la ley judía (Halajá). Sus escritos y comentarios marcan cómo aplicar esta norma en la vida cotidiana, algo en lo que Ben Adret contribuyó en gran medida.
Esto es un indicador del esplendor teológico que se desarrolló entre las callejuelas de las juderías catalanas, pero su esencia se erradicó con la desaparición de sus poblaciones. Ante esta pérdida, ¿Donde quedaron sus costumbres y rituales litúrgicos?
Pérez, nativo de Barcelona y director del Departamento de Libros Singulares de la Biblioteca Nacional de Israel, está desvelando su legado y hace poco publicó un libro de oraciones (sidur).
La obra recopila el contenido de seis manuscritos en hebreo y arameo de entre 1352 y 1507 que compilan “la tradición litúrgica de los judíos de la Cataluña, Mallorca y Valencia medievales según los textos de plegarias de la época”.
Tocado con una kipá (solideo judío), este filólogo intenta reconstruirla rigurosamente según su versión más antigua, cuando los cantores rezaban oraciones en voz alta para que los feligreses pudieran recitar y memorizarlas.
Según concreta, las comunidades catalanas desarrollaron “una tradición propia” distinta a otras corrientes como la sefardí, que se diferencia en elementos textuales de las plegarias comunes, poemas litúrgicos y “leyes que rigen el orden de la vida”.
Todo ello queda recopilado en el sidur, “el libro de rezos que marca al judío desde el nacimiento hasta su muerte”, que incorpora los preceptos para rituales como la circuncisión, el compromiso de matrimonio, la boda, la confesión antes de la muerte o el entierro.
Sin embargo, gran parte de esta tradición desapareció tras un revuelto período de persecuciones, matanzas y conversiones obligadas que culminaron con las expulsiones de 1391, que borraron prácticamente del mapa a los judíos de la Corona de Aragón.
“La mayoría de comunidades quedaron destruidas”, explica Pérez, que agrega, muchos huyeron al Imperio Otomano, al norte de África y a la actual Italia.
“Pensaba que su tradición litúrgica se había perdido, pero para mi sorpresa, se conservó” en lugares como la ciudad de Salónica, donde había “una comunidad denominada 'Qatalan' que mantuvo los ritos propios de Cataluña hasta el Holocausto”, destaca el experto.
En Roma hubo grupos que siguieron esta tradición hasta 1904, pero el lugar donde se conservó en mayor medida fue “en Argel y otras zonas de Argelia”, que recibieron a muchos judíos catalanes, entre ellos los reconocidos religiosos Isaac Bar Sheshet (1326-1408) y Simón Ben Semah Duran (1361-1444), que al cabo de poco se convirtieron en sus principales autoridades rabínicas.
Algunos descendientes de estas comunidades, emigrados en Francia o Canadá, “mantienen hasta hoy las liturgias catalanas”.
“Según los cantores argelinos, sus melodías son las mismas que llegaron de Cataluña en 1391 y en un 90% se conservan intactas”, dice Pérez, que asegura, su estilo se parece a los romances medievales y se distingue de las canciones de otros judíos de la región, “de influencia más andalusí y de la música árabe”.
Para el judaísmo, remarca Pérez, mantener las liturgias tal y como están establecidas es muy importante, y cada comunidad se empeña en conservar sus elementos rituales propios, algo que se percibe en los argelinos, “muy tozudos con guardar la tradición”.
En lugares como Salónica, “pese a ser una minoría, los catalanes resistieron para no fusionarse con las comunidades sefardíes y mantener sus antiguas costumbres”, explica, mientras hojea libros de oraciones editados en este ciudad entre el siglo XVI y XX que ahora están en la Biblioteca Nacional de Israel.
“Una de las perlas más preciosas que nuestros antepasados trajeron del exilio de Cataluña fue este antiguo orden de plegarias”, relata sobre la comunidad de Salónica en un libro de rezos de 1927 en el que se enorgullecen “de no haber cambiado las costumbres”.
Joan Mas Autonell