Organizar un festival de cine, ya sea nacional o internacional, de largos o de cortometrajes, es como resolver un “sudoku” donde cada cuadrícula, como en el reto japonés, debe rellenarse correctamente o no puedes saltar a la siguiente. Y mucho más complicado si una pandemia termina de golpe con el juego.
Solo que en el caso del puzzle, únicamente cuentan las matemáticas y en los festivales hay que manejar experiencia, presupuestos, habilidad, decisión y suerte. Como poco.
Responsables y directores de eventos como los Premios Platino, el BCN Film Fest, la muestra de Lanzarote, el FiSahara o los festivales de Málaga y San Sebastián han hablado con Efe para explicar el complicado engranaje de cuadrar calendarios, programación, eventos, mesas redondas, alfombras rojas o asistencia de famosos en las fechas programadas y cómo ahora con el coronavirus se vuelve a la casilla de salida.
ASUMIR EL HACHAZO, ESTABLECER PRIORIDADES Y VOLVER A EMPEZAR.
“Lo teníamos casi todo cerrado, quedaban días para empezar. Era el fruto de muchísimos meses de negociaciones, de cuadrar agendas de cerrar viajes y participantes. Es duro bajar a la realidad de la situación y anteponer a todo la responsabilidad y la salud pública”.
Lo dice Conxita Casanovas, directora artística del Festival Internacional de Cine de Barcelona-Sant Jordi (BCN Film Fest), que iba a celebrar su cuarta edición del 17 al 24 de abril.
Su caso, dice, “es aún controlable”, porque son un equipo pequeño, el festival es muy joven y trabajan gran parte del año por teléfono, correos o whatsApp.
“Al principio pensamos seguir adelante, pero enseguida vimos que la situación no mejoraba, así que buscamos esta nueva fecha -del 19 al 26 de junio- todo supeditado a que no haya coronavirus, claro”, explica.
Para la catalana, se trata de “ir moviendo ficha, como en el ajedrez: ver qué pasa y volver a programar, porque el tema nos ha dejado K.O.”.
MÁLAGA, EL PRIMERO EN CAER. PERO, ¿SE LIBRARÁ SAN SEBASTIÁN? Igual de noqueado se ha quedado el Festival de Cine en Español de Málaga, el primero en “caer”, ya que su 23 edición iba a empezar el pasado 13 de marzo. De momento, la organización no comenta la situación: están “recomponiendo las cosas” y trabajando para tratar de levantar una nueva fecha.
Lo entiende muy bien, y se solidariza con su amigo Juan Antonio Vigar, director del Festival de Málaga, su homólogo del certamen internacional de cine de San Sebastián, José Luis Rebordinos, quien apunta a Efe que para su compañero “ha sido muy, muy duro”.
“Cuando llevas un año preparando el festival que lo tengas que suspender a una semana de empezar, es tremendo”, señala a Efe Rebordinos, quien aporta que cualquier movimiento repercute en el resto de festivales.
“Las películas se van retrasando y a final de año se producirá un cuello de botella que veremos cómo se soluciona”.
El de San Sebastián, dice Rebordinos, “es un caso diferente” porque es en septiembre. “En teoría para entonces estará solucionado, espero que por el bien de todos. Nosotros trabajamos con normalidad para la 68 edición”. Eso sí, en sus casas, donde siguen viendo películas.
En Málaga, recuerda el periodista Javier Tolentino, se moviliza prácticamente a un millar de personas entre invitados, cineastas, periodistas y jurados, como lo era él mismo en esta edición. “Espero que todo este trabajo se pueda recuperar, quizá en agosto, o julio, y no se quede reducido a cenizas”, desea.
Tolentino también es el fundador de la Muestra de Cine de Lanzarote, que en noviembre hará su décima edición y que, como la mayoría de los festivales pequeños, hacen esfuerzos “titánicos” por salir adelante.
“Pero la prioridad es la que es -afirma el director de ”El séptimo vicio“, programa de cine de Radio 3- y requiere muchísimo esfuerzo, sobre todo, de creatividad”.
Porque algunos festivales, que ya son auténticos “milagros” en situaciones de normalidad, se aferran al entusiasmo para salir adelante. Es el caso del FiSahara.
FISAHARA, FESTIVAL “MILAGRO” HASTA SIN VIRUS
Pocos desconocen a estas alturas que el FiSahara es el único festival de cine del mundo que se celebra en pleno desierto, en los campamentos de refugiados saharauis de Argelia; año tras año, la organización de este singular evento brega por hacer “posible lo imposible”.
“Este festival es un poco más complicado”, reconoce a Efe una optimista María Carrión, su directora ejecutiva, quien explica que su particularidad es que se organiza “a dos bandas”, entre el Ministerio de Cultura saharaui y la delegación española del Frente Polisario.
“Este año iba a ser del 14 al 19 de abril; ya teníamos todo organizado, la temática, el perfil de invitados... Los programas seguían adelante, menos en Italia, y empezamos a pensar en las dificultades estructurales, además del hecho mismo de poder llevarles el virus para allá”. Y desistieron.
Para esta gente, explica Carrión, que no se celebre FiSahara “es traumático, es el momento en el que el mundo les presta atención. Estaban preparados y esperándonos, hacía cuatro años que no se hacía un gran festival”. Por eso, lo mueven a octubre.
DE ARGELIA A MÉXICO: EL MISMO AMOR, LA MISMA PANDEMIA
Después de seis años, los Premios Platino son ya un referente de la cultura latinoamericana, con representación del mundo hispanohablante enamorado del cine: 23 países, incluidos España y Portugal.
“Y espero que sigan siéndolo”, ha dicho a Efe Rafael Sánchez, directivo de EGEDA, entidad española organizadora de los premios, tras informar del aplazamiento sin fecha de la gala, que se celebra en México, y que “sinceramente”, ve “muy complicado reubicar este año”.
“Esto es un trabajo que planificas con mucho tiempo. Empezamos a trabajar en noviembre, con el proceso de selección. Movilizamos a más de 140 periodistas del mundo y son billetes internacionales y agendas. Además hay actuaciones musicales, invitados, la alfombra roja... Estaba todo bastante avanzado. Ha sido una pena”, lamenta.
“La única sensación positiva es que tenemos patrocinadores muy comprometidos como Xcaret o Barceló. Creo que todo es tan cambiante que es muy difícil hacer planes”, se lamenta Sánchez, que charla con Efe desde su casa, peleando con lo que parecen ser los primeros síntomas del coronavirus.
Alicia G. Arribas.